“Saltimbanco”/Cirque du Soleil
El reino de la fantasía
Obra: Saltimbanco Compañía: Cirque du Soleil. Escenografía: Michel Crête. Vestuario: Dominique Lemieux. Música: René Dupéré. Coreografía: Debra Brown. Iluminación: Luc Lafortune. Espacio Sonoro: Françoise Bergeron/Jonathan Deans. Dirección: Franco Dragone. Pabellón Príncipe Felipe (Zaragoza) 22 de septiembre de 2010.
Tal vez la organización desconoce que cuando alguien acude en calidad de crítico a ver un espectáculo está trabajando y, simplemente, aspira a poder realizar su trabajo en las mejores condiciones posibles. Por eso quizás tuvo a bien ubicarme en una localidad que reunía alguna de las peores condiciones para presenciar una función. Pese a todo, fue posible disfrutar de “Saltimbanco”, el espectáculo del Cirque du Soleil que se presentó el pasado miércoles en Zaragoza.
La propuesta tiene fuerza, colorido y una producción sobresaliente. Te seduce lo que ves, lo que oyes y lo que imaginas. Porque este universo creado por Franco Dragone, abre de par en par las puertas a la imaginación. Es un viaje y todos estamos invitados. Tiene eso que el Cirque du Soleil hace tan bien: poblar sus propuestas de personajes, crear unos elementos secundarios que llenan el espacio visualmente, que conducen el espectáculo de un número a otro, de una acrobacia a otra, con un magnífico ritmo que sube o baja, se estira o se encoje, que no da tregua al espectador, pero le deja respirar, le da aire, oxígeno y no le agota. En todo momento pasa algo, sucede alguna cosa. Todo hilvanado con un delicado hilo de buen gusto, imaginación, arte y fantasía. Y lo que sucede, acontece con precisión, destreza, técnica depurada, belleza y poesía a través de la imagen y la música.
Los payasos, los equilibrios en el suelo, las ascensiones imposibles por las pértigas chinas, las boleadoras, los malabares, los poderosos saltos desde el columpio ruso… todo como muestra de fusión de culturas y disciplinas artísticas y acrobáticas. Y el trapecio, ese elemento mítico del circo, asociado al clasicismo, el riesgo y la espectacularidad, es aquí cuidado, mimado, hermanado con el ballet y casi reinventado.
En el número de dúo de trapecio, “Saltimbanco” alcanza uno de sus momentos culminantes de emoción y de belleza. Las dos trapecistas hacen sus piruetas, sus acrobacias, enamorando al aire y encogiendo el corazón del público. Lástima que su número no se haya realizado a cielo abierto, porque entonces las estrellas habrían bajado a columpiarse junto a ellas. Y sí, Cirque du Soleil se ha convertido en una factoría, en un marca, pero qué más da eso si es capaz de producir espectáculos tan hermosos y tan bien hechos como este “Saltimbanco”.
Joaquín Melguizo
Publicado en Heraldo de Aragón, 24-09-10