Entrevistas

Santiago Serrano: “Soy un cobarde corajudo que ha aprendido a resistir ante la adversidad”

Santiago Serrano (Buenos Aires; 1954). Es escritor, dramaturgo y psicoanalista. Licenciado en Psicología en la Universidad de Buenos Aires. Psicodramatista y Coordinador de Grupos Egresados de la Escuela de Psicodrama de Eduardo Pavlovsky. Realizó su residencia actoral en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático.

Ganador del 2º Premio en el 8º Certamen Internacional de Teatro «Fundación Ciudad de Requena»- España (2005) y también es ganador del 4ª Concurso Nacional de Obras de Teatro Breve del Instituto Nacional del Teatro. Tiene más de treinta obras escritas. 

En el año 2006 fue auspiciado por la Maison des Ecrivains de París para dictar un taller de dramaturgia y varias conferencias en la Universidad de Grenoble. Autor estrenado en Brasil, Francia, España, Estados Unidos, República Dominicana y Venezuela. Realizó estudios teatrales con Enrique Buenaventura, Arístides Vargas, Augusto Boal y Guillermo Heras.

En el 2012 la Editorial Artezblai (España), publicó sus dos últimas obras: Lluvia de Ángeles y Tras las paredes. En ese mismo año, estrenó su obra Amores hay tantos como mortales en la tierra en la Université Stendhal de Grenoble (Francia). 

PRIMERA PARTE

Ya no hay dinosaurios…

 –¿Quién eres tú, Santiago Serrano?

–No me gusta definirme. A lo largo de la vida suceden tantas cosas que te hacen replantear las definiciones. Puedo decirte que soy un apasionado trabajador de la actividad con la que me comprometo. Me gusta mucho ser un poco holgazán, también. Soy un cobarde corajudo que ha aprendido a lo largo de la vida a resistir ante la adversidad. 

–¿Qué recuerdas de tu niñez?

–Mi infancia fue una etapa muy oscura y llena de situaciones trágicas. Muchas muertes cercanas. Mi padre falleció en un accidente de aviación en Brasil, cuando yo tenía seis años. Su madre al enterarse murió del corazón. Habíamos llevado una vida de tranquilidad económica, hasta ese momento. Luego vino el desastre. 

–¿Cómo llegó el desastre a tu vida?         

–Mi madre quedó a cargo de mis dos hermanas y de mí. La pobre trabajaba en dos empleos para mantenernos. Nosotros quedábamos a cargo de mi hermana mayor de sólo diez años. Mi mamá se encargaba de darnos de comer lo que se podía. Gracias a eso, estoy acostumbrado a comer cualquier alimento. No todo fue terrible, pero sí muy poco alegre. 

–¿Tienes algún recuerdo que guardes como un tesoro? 

–Uno de los recuerdos que más atesoro es una noche que pasé en casa de mi abuela materna y dormí con ella en su cuarto. Ella encendió la radio y apago la luz. Ahí tuve mi primer contacto con el teatro. Era una transmisión en directo de una obra teatral. Me apasionaron los diálogos, las voces, imaginar las acciones que realizaban. Se abrió un mundo nuevo para mí.

–¿Qué sucedió en 1978? 

–¿Por qué has elegido ese año? Fue un año horroroso para mi país. Había un clima de violencia de estado y locura mundialista. Yo trabajaba ocho horas en una oficina y estudiaba de lunes a viernes en la Facultad. En ese momento tuve que optar por una universidad privada que pagaba con mi sueldo. Pese a la compleja situación general, rescato que encontré un grupo de teatro y comencé a actuar en forma vocacional. 

–¿Por qué ese año es tan personal para ti?

–La esposa de un compañero fue secuestrada con un embarazo de seis meses. Afortunadamente, la liberaron a la semana. La secuestraron por figurar su nombre en la agenda de una persona que militaba. 

–¿Cuál fue tu primer trabajo en escena?

–Mi primer trabajo en escena fue recitar un poema de Lorca como si fuera español. Locuras que se cometen en la juventud. No me atrevería a hacerlo ahora. El teatro volvió a apasionarme y mi deseo de hacerlo de la mejor forma, me llevó a dejar la universidad en cuarto año y comenzar mi formación teatral. En plena dictadura, era un acto subversivo reunirse un grupo de personas. 

–¿Cuándo comenzaste a escribir qué buscabas? 

–Dar vida a historias y personajes. Dejar que se muestren sin forzamientos, ni bajadas de línea moralizantes o políticamente correctas. Trato de ser un intermediario sin interferir en lo que se va desarrollando. Sin tomar una posición predeterminada. Jamás digo: «Voy a escribir una pieza sobre el racismo o sobre la violencia de género.» Las obras se van escribiendo con sus contradicciones. Además, me interesa mucho escribir un teatro accesible para toda la comunidad. No vivo esta actividad como una plataforma para mostrar mi erudición o mis conocimientos científicos. Tampoco pretendo ser un iluminado transgresor o líder de una ruptura de vanguardia. Mis objetivos son humildes, pero de gran compromiso y honestidad.

–¿Qué te motiva a escribir? 

–Me motivan los desafíos. Más adelante, vos los llamas encargos. Para mí que se me convoque a escribir sobre un determinado tema es un estímulo muy fuerte que me hace replantear todo lo conocido hasta el momento. Tengo que investigar mucho sobre el tema y luego olvidarme de todo para lanzarme a la escritura.

–¿Dónde te gusta escribir?

–Me gusta escribir en cafés, rodeado de gente, allí es adónde más me concentro. Amo las plantas y los animales, estar en contacto con ellos me hace muy bien. Fumo como un escuerzo desde los trece años. Etcétera…

–¿Estás escribiendo en este momento?

–Siempre estoy por escribir algo. No soy metódico. Las obras se van escribiendo dentro de mi cabeza hasta que llega el momento de parirlas. Dejo mi mano siempre disponible para comenzar a hacerlo. En este momento tengo varios textos que están por estrenarse y tengo que leer las traducciones para darles el Ok

– ¿Te gusta escribir por encargo?

–La palabra encargo, me resuena a ir a una sastrería y encargar un traje a medida. No trabajo así. Cuando se me pide un texto sobre un determinado tema, escojo si me interesa o no hacerlo. Luego es un proceso de producción en dónde actores y director están muy involucrados. Varias de mis obras surgieron así en Brasil. La Cía. Plagio y yo hemos pasado por ese proceso varias veces. Escribo un texto y ellos comienzan a ensayarlo. En la última parte del proyecto, me sumo presencialmente para ajustar detalles y trabajamos mancomunados. El Dorado surgió de una invitación de Eduardo Okamoto para que le escribiera un monólogo sobre un anciano ciego que recorre el territorio de Brasil. Conozco varias ciudades de ese país, pero nunca he vivido allí. Tomé la decisión de escribir el texto en portugués. Lo pedí para sentirme en parte como el personaje. Yo era ciego de lengua y cada texto que escribía era un paso en un terreno resbaladizo. Me gusta esa adrenalina. Otro cas, diferente, es el que viví este año en Portugal donde hice una residencia artística en una pequeña ciudad minera y tenía que escribir un texto sobre la minería. Ese fue un desafío enorme. Estoy muy feliz por el texto que concreté en sólo un mes.

Santiago Serrano en el Cafe
Santiago Serrano en el Cafe

SEGUNDA PARTE

Fronteras 

–¿Tu dramaturgia surge de una necesidad lógica desde tu tránsito por el espacio escénico como se dio esa transición?

Mi comienzo en el teatro fue como actor y como tal recorrí el espacio escénico y sus posibilidades. En las improvisaciones no sólo creaba textos, también introducía líneas de acción y de conflicto. Todo ello me llevó a encontrarme un día creando diálogos y situaciones. Recuerdo que, al finalizar mi formación actoral, creé una pequeña pieza teatral para representarla con mis compañeros. Cuando escribo transito el escenario y vivencio internamente las acciones de los personajes. En general no puedo escribir durante un periodo prolongado de tiempo, me resulta sumamente agotador ese esfuerzo. Escribo y prácticamente no modifico nada. Sólo ajusto detalles, durante los ensayos generales de las obras. El texto escrito necesita corporizarse para llegar a su mejor estado.

–¿Se te da mejor la comedia que el drama a la hora de escribir?  

–Mi primera obra fue una tragedia. Luego he transitado todos los géneros. Sólo hay una obra que considero de humor. Se llama Sexualmente hablando y con ella gané un premio en España. El resto de mi dramaturgia transita por una frontera entre el humor y el drama. Creo que nuestra realidad está teñida de ambas cosas. 

–¿Lo siniestro, lo irónico y lo humorista están casi siempre presente en toda tu escritura? 

–Lacan dice que el sexo y la muerte son las dos cosas que no pueden ponerse en palabras. Sin embargo, están presentes en todos nuestros discursos. Me gusta tener esa mirada sobre la realidad que me rodea y sobre lo que escribo. Últimamente me agrada transitar por un género cercano al absurdo. 

-¿Qué es falso o verdadero en la escritura escénica de SS?

Es muy difícil definir esas dos palabras. La literatura y el teatro son ficción, aun tratándose de una autobiografía. La verdad es un tesoro perdido. De lo que estoy seguro es que los textos me reflejan y tienen mucho de mí.

–¿Cuántos textos teatrales tienes escritos ya? 

Muchos textos. Más de treinta obras. Muchas de las cuales sólo se conocen en portugués. Llevo casi cuarenta años de profesión y no me impresiona haber escrito treinta obras. Es un largo camino recorrido.

–¿Consideras que tu obra Entre Nos es la más significativa hasta la fecha?

Esa será tu opinión. No estoy de acuerdo con eso. Es una de mis primeras obras y considero a otras mucho más significativas. La Revuelta me permitió estrenar por primera vez una obra fuera de mi país, por la Comedia Nacional de Montevideo. Dinosaurios, se ha estrenado en muchos países de América y Europa. En Brasil estuvo durante nueve años vigente y representándose en los festivales de ese país y en Portugal y Miami. Hasta la trajeron a Buenos Aires y pude verla subtitulada en castellano. Noctiluzes fue aclamada en Brasilia y San Pablo. Luego, fue llevada al cine por el mismo grupo que hizo la pieza teatral. Puedo darte un montón de otras obras significativas en mi trayectoria como dramaturgo. Para mí, El Dorado que fue escrita totalmente en portugués fue un desafío monumental. 

–{En Brasil te han traducido varias obras al portuguéstienes una fuerte conexión con ese país:¿A qué se debe esto?

–Siempre respondo a eso diciendo: «Soy brasilero por muerte de padre». Suena tirado de los pelos, pero el estreno de El Dorado fue en Campinas. Allí es donde cayó el avión donde viajaba mi padre. Eso fue muy emocionante. En realidad, la conexión comenzó por dos situaciones diferentes. Grupo Cena de Brasilia me solicita permiso para hacer una lectura pública de mi obra Dinosaurios. Fue tan exitosa que solicitaron hacer un montaje de la obra. Como te conté antes, estuvieron nueve años haciéndola. Luego me solicitaron otra obra Fronteras. Por otra parte, Teatro Kaus de San Pablo investigaba sobre teatro en América Latina y me solicita hacer La Revuelta. Con el tiempo se fueron sumando otros grupos de otras regiones. Finalmente, Portugal. 

¿De qué va el monólogo El Dorado

Trata sobre un anciano ciego que busca el camino de la ciudad mítica y sólo tiene como compañía una rabeca (instrumento musical típico del nordeste brasileiro).

–¿Existen fronteras en la teatralidad cuando escribes en otro idioma?

–Ya comenté lo que me sucedió escribiendo una obra en portugués. Fue un ejercicio magnífico para lograr que cada palabra tenga un propio peso. No hay palabras de más en un terreno resbaladizo. De todos modos, la teatralidad permanece, más allá del idioma que se hable. Considero que, en el teatro es casi más importante lo que no se dice, que lo que se verbaliza.

TERCERA PARTE

Teatralmente hablando…

–¿Has logrado la consagración como autor fuera de la Argentina?

–No siento que haya llegado a la consagración. Soy alguien que trabaja con mucha seriedad y entrega. Mantengo relaciones internacionales basadas en la confianza mutua y hasta ahora no me he sentido defraudado. Disfruto de lo logrado y no ambiciono más que continuar trabajando en este arte que me apasiona. 

–¿Por qué no te consideras un escritor sino un teatrista devenido en autor?

–He escrito poemas y algunos pocos cuentos, pero mi deseo siempre se dirige hacia el formato teatral. Me gusta saber que esos diálogos y acciones serán corporizados. El teatro como fenómeno es un espacio de encuentro. Es una actividad grupal dirigida hacia la comunidad y cada obra provoca efectos entre quienes la representan y entre quienes asisten a ella. Eso es maravilloso. Todo es tan vivo e intenso. 

–¿Qué pasó con tu etapa de cuentistas? ¿No habrá más cuento de comezón?

–Tengo algunos cuentos, pero no hay una etapa de cuentista. Cada tanto y cuando me surge escribo algún cuento. La mayoría tiene como protagonista a un animal y su contacto con lo humano. Si algún día llego a tener un buen número de relatos, quisiera llamar al libro Animales Urbanos.

–¿Eres más dramaturgo que psicoanalista? Cuéntame de esa faceta poco acreditada…

–Compruebo que te gustan las polaridades. Dramaturgo o psicoanalista. Comedia o drama. Comprometido o no comprometido. (Risas). Hace tiempo que pasé esa etapa de intentar definirme con exactitud. Soy un psicoanalista y un dramaturgo. En mi juventud mucha gente veía como una traición tener otra actividad. Yo me he desarrollado en ambas. Ha requerido mucho esfuerzo, pero valió la pena. Estudié cinco años en la universidad estatal y luego me formé cuatro años en una residencia de un hospital público. Allí tomé contacto con la realidad y el sufrimiento de muchos pacientes graves. Conocí la locura y el delirio de muy cerca. Allí, en la sala de internación de pacientes agudos, creé un taller de teatro. Me espantó ver que personas con problemas mentales pasaban el día en la cama y luego necesitaban medicación extra para dormir. Los martes era mi guardia obligatoria y pasaba toda la jornada con ellos. Ese día, luego del taller, todos dormían profundamente. Tengo un doctorado en Psicología clínica con orientación psicoanalítica. Hay algo en común en la dramaturgia y el psicoanálisis, es la distancia óptima que se debe asumir como profesional. Estar involucrado, pero no sumergido totalmente en la situación. Otro elemento que he tomado del psicoanálisis y me ha servido mucho, es el concepto de que el psicoanalista no detenta el saber. El saber es propio del paciente y el profesional es un compañero en el descubrimiento de este. Lo mismo pienso en relación de los personajes. No les impongo nada, los dejo fluir. Me gusta que muestren sus contradicciones, eso los humaniza.

–¿En la escena teatral de Buenos Aires eres un dramaturgo desconocido por decirlo de alguna manera o me equivoco?

–No soy famoso en mi ciudad. Esto tiene que ver con una decisión mía. Quizás fue errónea, pero me hago cargo de ella. Había creado un grupo de teatro con mi pareja, Jorge Rodríguez, y trabajamos durante más de diez años. Fue un tiempo de muchísimo esfuerzo. Producíamos nuestros propios espectáculos. Yo escribí mis primeras obras para ellos. También las dirigí. A principios de este nuevo siglo, Jorge comenzó a tener problemas de salud y decidió abandonar el grupo. Fue un golpe durísimo para mí. Tienes que imaginar que la primera persona que leía mis textos era él, luego creábamos la escenografía, el vestuario… No pude seguir sosteniendo esa estructura y me dediqué a escribir y a publicar mis textos, ya estrenados, en la Internet. Se produjo una demanda increíble. Pedían mis obras grupos de todo el país. Aprobaba todas las solicitudes, lo sigo haciendo, con la única limitación que no se represente en la ciudad de Buenos Aires. No era una actitud caprichosa, siempre pensaba en volver a conformar un grupo de trabajo. Soy un autor muy representado en las 23 provincias de Argentina, pero no en la ciudad autónoma de Buenos Aires. Recién hace dos años y luego de mucha insistencia aprobé un pedido para representar Dinosaurios. Por otra parte, he participado en dos oportunidades en el ciclo de Teatro X La Identidad. Una de mis obras fue seleccionada para un homenaje a Teatro Abierto por el Instituto Nacional del Teatro y otro texto se presentó en un ciclo de la Soberanía en el Teatro Cervantes. 

-¿A qué se debe que te publican poco en tu país?

–Me publicó Teatro X La Identidad en dos oportunidades y el Instituto Nacional del Teatro en otra. Aquí el tema de publicar pasa por pagar la edición y, yo me planteé que no pagaría un peso para hacerlo. No me parece razonable, ni justo. 

–¿Cuál es tu aporte a la cultura teatral porteña?

–Además de lo que te he relatado, creo que el mayor aporte es mostrarles a otros dramaturgos de mi ciudad que el teatro no empieza y termina en los límites de la ciudad de Buenos Aires. Hay un país enorme lleno de gente talentosa. Y ni que hablar de la gran Latinoamérica y del mundo.  

–¿Piensas en el público cuándo escribes?

–No pienso en el público, pero tampoco lo olvido. No busco complacerlo, me gusta incomodarlo un poco. El teatro es un lugar de encuentro y hay que tratar de que ese encuentro sea enriquecedor para los artistas y para el público. No comulgo con hacer elucubraciones o catarsis personales. Trato de dejar de lado mi narcisismo, todos lo tenemos, y me pongo al servicio de la obra. Esa postura permite no forzar nada en el transcurso del texto y dejar que los personajes actúen y hablen según su propio entender. 

–¿Cuál es el compromiso que tienes con las tablas?

–Gusto más de la palabra Pasión. Todo lo que hago está teñido de ese sentimiento. La palabra compromiso, me suena a tener que hacer algo por obligación. Durante toda mi vida y en todas las actividades que he realizado siempre me ha salvado de la rutina hacerlas apasionadamente.

–Cuéntame: ¿La experiencia de cómo fue trabajar con Buenaventura, Vargas, Boal y Pavlovsky cuatro figuras importantes del teatro latinoamericano?

–Antes de hablar de ellos, tengo que hablar de quien sembró la semilla de mi interés por el teatro de Latinoamérica. Me refiero a Osvaldo Dragún.  Nunca lo conocí personalmente. Sólo conocía sus «Historias para ser contadas«. Un día abro un diario y leo sobre su muerte. Al día siguiente me llega un e-mail de una estudiante americana preguntando si le podía dar información sobre él. Le respondí, un poco avergonzado, que sólo sabía que había muerto. Ella realizaba su tesis sobre el trabajo de Dragún. Me comprometí a buscarle información y descubrí la obra maravillosa de ese gran sembrador del teatro en Latinoamérica.

–¿Luego?

–Al poco tiempo vi que harían un taller de la EITALC en Cali, Colombia, en homenaje a Osvaldo. Me inscribí y gracias a Ileana Diéguez pasé quince días en el Teatro Experimental de Cali. Enrique Buenaventura era un ser increíble. Fue un tiempo de mucho aprendizaje en lo teatral y en lo humano. Al terminar el taller me invitó a cenar y recordó sus tiempos de teatro independiente en Argentina. Jacqueline Vidal, su esposa, lo acompañaba y sostenía en ese periodo final de su vida. Él murió sin el reconocimiento que merecía y eso me enseñó que los dramaturgos debemos hacer valorar nuestro trabajo. Mucha gente cree que por representar una de nuestras obras nos hacen felices y no es importante una retribución económica. En otro taller de la EITALC en México, conocí a Arístides Vargas. Todo fue una gran fiesta creativa. Él es un ser muy generoso y de mucho vuelo poético. Éramos 15 integrantes de varios países diferentes de Latinoamérica. Creamos un espectáculo en quince días con nuestros propios textos. La experiencia con Boal, no fue tan gratificante. Aconteció en otro taller de la EITALC en Rio de Janeiro. Tenía mucha expectativa en conocer al creador de ese maravilloso libro que es “Teatro del Oprimido”. Él ya era un anciano y la dinámica del taller fue muy arcaica a mi entender. Todos sentados en pupitres y él en un escritorio sobre una tarima. Leía para nosotros, textualmente su libro y no permitía preguntas. Además, prohibió que hubiera participantes brasileros. Fue una experiencia donde me sentí realmente “oprimido”. Afortunadamente, sé que los seguidores de su línea teórica hacen una obra magnifica en Brasil y otros países. Todos estos creadores me hicieron descubrir que el mundo teatral no terminaba en los límites de la ciudad de Buenos Aires. Hay una riqueza enorme en nuestro continente y que muchos de mis compatriotas ignoran o consideran no valiosa. Con Pavlovsky hice un seminario de tres años sobre psicodrama psicoanalítico y dinámica grupal. Esto último me dio una herramienta fundamental para dictar talleres de dramaturgia. Con relación al Psicodrama, considero que, es una técnica para utilizar con mucha prudencia ya que provoca una gran movilización emocional en los participantes. 

ÚLTIMO ACTO

Soñar y nada más…

–¿Cómo se dio eso de escribir a cuatro manos con el dramaturgo venezolano Pablo García Gámez?

–Pablo es alguien a quien quiero y aprecio mucho. Lo conocí porque él hizo la producción del estreno de Dinosaurios en New York. Tuvimos una relación de mucha empatía. Él me acompañó durante la enfermedad y muerte de Jorge. Quisimos escribir un texto juntos. Lo hicimos vía e-mail. Fue una locura maravillosa. Un gran placer hacerlo. Para mí lo más valioso de ese texto es la sinfonía de voces propias de distintos países de América.  Los protagonistas se encuentran en el aeropuerto de Miami y hay un venezolano, dos argentinos, una mexicana, dos brasileros, una americana. Todos hablando en su tonalidad tan especial y única. La obra fue seleccionada en un certamen en New York y se hizo una lectura. Tuvimos un pequeño altercado con Pablo, porque un grupo aficionado de Argentina quiso estrenarla y, yo no estuve de acuerdo. El grupo no contaba con actores de esas nacionalidades, ni tenía infraestructura para hacerla. La obra tenía momentos filmados, entre otros. Pablo se enojó conmigo y la obra quedará en la incubadora. Me encanta que se estrenen las obras, pero no de cualquier modo. Pablo sigue teniendo mi cariño y respeto de siempre.  

–¿Cuáles diferencias puedes establecer entre el teatro que se realizaba antes y el que se está haciendo actualmente en Buenos Aires?

–Hay muchas diferencias. En este momento hay una enorme oferta de espectáculos de todo tipo. Alguien estudia un año de teatro y ya se sube al escenario. Eso en algunos casos provoca sorpresas maravillosas y en otros casos no volver por mucho tiempo a asistir a una sala. Lo que no ha variado es que los artistas siguen produciendo con su propio dinero los espectáculos. 

–¿Te parece que el teatro comercial está ganando más terreno actualmente que el teatro de arte?

–Me parece que los actores televisivos convocan mucho más público que el resto. Además, la tecnología multimedia es una competencia terrible. Creo que en algún momento la gente volverá a apreciar esa ofrenda en vivo del actor. Este ritual maravilloso del teatro no puede extinguirse. De todos modos, no podemos negar la calidad de algunos espectáculos comerciales. Comercial no es sinónimo de mediocridad. También el teatro de arte debe acercarse más al público, lo necesita.

–¿El teatro es un encuentro para ti?

–El grupo que formamos con Jorge Rodríguez se llamaba Encuentros. Esa es mi concepción del fenómeno teatral. Es un encuentro entre artistas de diferentes disciplinas y entre el público y los actores. Es una actividad grupal por antonomasia. Todos son indispensables para realizar una función.  

¿Esa relación que tienes con la Université Stendhal de Grenoble en Francia cómo nació?

–Ellos me solicitaron permiso para representar Entre Nos en su atelier de teatro en español y establecimos una gran relación. Luego me pidieron Fronteras. Me invitaron a un Coloquio de Teatro del Río de la Plata, junto a un gran teórico argentino, Jorge Dubatti. Viajé en dos oportunidades a Grenoble, en una de ellas, un grupo de sus profesores especializados en literatura en español me hizo una devolución magnífica de mis textos. Fue un gran orgullo. Luego, me solicitaron que escribiera dos textos para su atelier y fue otro gran desafío.  

–¿Qué te sigues preguntando en relación al teatro y la vida?

–¿Cuándo bajará mi telón? (Risas). Eso me lo pregunto seguido a esta altura de mi vida. Por eso, trato de aceptar todos los desafíos que se me presenten, mientras pueda hacerlo. Otra pregunta que me inquieta: ¿Qué pasará con mis textos cuando yo no esté? 

–¿En tu caso es necesario el contacto humano?

–Necesito el contacto humano, pero no soporto las aglomeraciones. Para mí tomar un café con alguien es una situación perfecta. No he necesitado drogas, ni alcohol, para volar. Puedo hacer vuelos increíbles, mientras viajo en un autobús. 

–Entonces, ¿solo nos queda soñar y nada más? 

–Soñar para mí es proyectar cosas hacia el futuro. Es despegarse de la realidad que te rodea y lanzar tu deseo sin límites. Pero no se trata sólo de soñar, hay que trabajar duro y constante por lo que creemos. Creer es crear.  

–Y finalmente, Santiago Serrano aquí entre nos: – ¿De qué estás ávido en estos momentos?

–Estoy ávido de nuevos desafíos, de tomar contacto con otras culturas y de beber hasta la última gota de la copa de la vida. 

 

Carlos Rojas

Fotografías cortesía del archivo personal de Santiago Serrano

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