Se estrena la invocación escénica de Carrero Blanco, ‘No temáis, yo vencí al mundo’
Sergio Martínez Vila dirige la invocación escénica de las últimas horas de vida de Carrero Blanco en ‘No temáis, yo vencí al mundo’, obra de Factoría Echegaray que se presentará del 8 al 19 de diciembre en el Teatro Echegaray de Málaga.
Sergio Martínez Vila dirige a las bailarinas Lula Amir y Tamara Osorio en esta incursión danzada y narrada en los sueños y las inquietudes del almirante que fue el hombre fuerte de Franco hasta su muerte en atentado el 20 de diciembre de 1973. Una txalaparta, los bancos de la iglesia donde el almirante interpelaba a Dios en la misa anterior a su muerte y algunas prendas fetiche de su entorno crean el ambiente mágico del ritual que ha montado el autor y director en ‘No temáis, yo vencí al mundo’.
La obra, tercera de la temporada de Factoría Echegaray, se desarrolla en un espacio escénico firmado por Ocaña, con la música y el espacio sonoro de Pablo Trujillo y bajo la iluminación de Miguel Ángel Ramos (Arco Visuales). Martínez Vila ha tenido el apoyo de Pablo Fortes en la asistencia de dirección y de Stroke114 en la producción ejecutiva, como es habitual en Factoría Echegaray.
Sinopsis
El almirante Luis Carrero Blanco lleva varias noches sin dormir bien. Tiene sueños agitados en los que una mujer le muestra lugares de su pasado y situaciones grotescas de un hipotético futuro. Seguro de que hay un complot urdido en su contra, acude a misa para hablar con el hijo de Dios, de tú y tú, y pedirle explicaciones. Al fin y al cabo, un presidente del Gobierno tiene que poder descansar.
Es la mañana del 20 de diciembre de 1973. Y huele a quemado.
La obra según su autor y director
Sergio Martínez Vila: «Hacemos un ritual no para propiciar un cambio, sino para ‘ser’ el cambio. Por eso nuestra invocación escénica del almirante Carrero Blanco parte de nuestras identidades y de nuestros cuerpos. Creemos que sólo habitando nuestra propia sombra podemos lidiar con la de fuera, que sólo asumiendo nuestra propia vulnerabilidad podemos amar al que nos odia. Y si lo consiguiéramos, si pudiésemos amar esa herida abierta de signo patriarcal, tal vez así cortaríamos el lazo con un pasado oscuro y omnipresente. Hacemos un ritual para intentarlo. Para rescatar un gozo que a nuestros antepasados les fue negado. Y sabiéndonos, ante todo, y como diría Nicanor Parra, «un embutido de ángel y bestia»».