Se me olvidaron las preguntas
«Kulunka» en euskera significa «balanceo», «vaivén», «columpio». Es el nombre que han escogido Garbiñe Insausti y José Dault para su compañía (Kulunka Teatro) creada en 2010. Se conocieron en su época de estudiantes en la RESAD y «André y Dorine» es su primer espectáculo juntos. Solamente durante el 2011 han rodado este montaje por 11 países, entre ellos Cuba, China, México o el Nepal. He podido ver esta obra dentro del Festival Internacional de Mimo de Londres, es una pequeña maravilla. En estos momentos deben estar en Nueva York o Los Ángeles. Luego harán una gira por localidades españolas. Si tenéis la oportunidad, no os la perdáis. Vale la pena, y también quedarse con el nombre de esta prometedora compañía, que justo ahora está dando sus primeros pasos, ¡pero de qué manera!
La portada de ARTEZ del número de abril de 2011 estaba dedicada a este espectáculo. Me acuerdo que cuando la vi, me vinieron a la cabeza las máscaras de la reconocida compañía alemana «Familie Floez» que pude ver hace unos años en el Festival Internacional de Teatro Infantil de Cerdanyola del Vallès. Después del bolo de Londres pude hablar un rato con ellos y me dijeron que ciertamente, las máscaras de «Kulunka Teatro», que por cierto fabrica la misma Garbiñe Insausti, se inspiran en las de los alemanes. Aún así, las similitudes entre ambas compañías se acaban aquí, puesto que los lenguajes y las temáticas con las que trabajan son muy diferentes.
«André y Dorine» es un espectáculo de máscaras y sin texto que aborda la enfermedad del Alzheimer. Los protagonistas son una pareja de ancianos un tanto cascarrabias. Después de toda una vida de matrimonio, sobreviven humildemente en la monotonía de sus días. Parece como si el amor de juventud se hubiera desvanecido. De sus días felices, solamente les queda un recuerdo, que se hace presente durante el espectáculo en forma de flash-back. Ella era una joven celista y él un aprendiz de escritor que la enamoraba a través de su literatura. Pero ahora, ya mayores, los dos personajes se tienen que enfrentar a la enfermedad de Dorine, un terrible Alzheimer que se va manifestando poco a poco. Su hijo trata de ayudarles, pero en seguida se ve desbordado por la magnitud de la tragedia y es incapaz de hacer nada. André y Dorine se las tienen que apañar solos.
La historia es muy dura, porque así también es el tema. Aunque la forma puede parecer infantil (teatro de máscaras, sin palabras), la obra tiene escenas de gran crudeza. El silencio está muy presente a lo largo de la pieza y eso enfatiza la realidad de la problemática. La compañía ha hecho un trabajo dramatúrgico perfecto y el espectáculo es excelente. Según me comentaron a la salida, los familiares de enfermos que padecen esta enfermedad y que han visto el espectáculo se muestran muy agradecidos. El Alzheimer ataca al paciente, pero sobre todo al entorno. «André y Dorine» puede interpretarse también como un reconocimiento a toda esta gente. La compañía no tiene constancia de que Pasqual Maragall haya visto el espectáculo, aunque afirman que se pusieron en contacto con él a través de su fundación. Durante la obra, me vinieron a la cabeza imágenes del fantástico documental «Bicicleta, cuchara, manzana» que dirigió Carles Bosch y que repasa la vida del ex-presidente catalán después de que él mismo hiciera público que padecía esta enfermedad.
El espectáculo de «Kulunka Teatro» derrocha sensibilidad. Formalmente es precioso y la estructura interna está muy bien desarrollada. Nada está dejado al azar y cada movimiento, cada silencio, cobra significado. Me emocioné en la durísima (y bellísima) escena final y me costó articular ordenadamente las palabras a la salida. Se me olvidaron las preguntas.