El Chivato

Se viene la primera

«Se viene la primera», decimos en la música folklórica argentina antes de empezar a entonar la primera estrofa; y así gusto en comenzar «DemuDanzas», esta nueva sección del periódico que, desde su mismo nombre, se propone en constante mutación.

Y voy a aprovechar esta «primera» para presentar nuestro interés disparador, para esbozarlo a grandes rasgos y brindar algunos lineamientos que acompañen las lecturas por-venir. Proponemos «DemuDanzas» como una categoría dedicada, principalmente, a reflexionar sobre la Danza Contemporánea o como también se la denomina, Nueva Danza.

Soy conciente -y asumo el desafío- de la dificultad de hablar sobre Danza Contemporánea. No sólo porque refiere a un lenguaje del arte que no tiene parangón en palabras, sino también porque se trata de una expresión artística «periférica» en relación a otras artes o quizás, poco conocida por poco divulgada. Vale aclarar además, que el campo teórico de la danza es incipiente y se halla en plena construcción. Por este motivo, la mayoría de los esfuerzos de teorización sobre esta forma del arte implican una suerte de adaptación y ajuste desde otras perspectivas teóricas (filosofía, semiótica, sociología, o el teatro, cine, etc.) a este lenguaje. En esta línea, «DemuDanzas» se plantea como instancia de reflexión transdisciplinaria, ya que pretende abordar la problemática de la Danza Contemporánea desde una perspectiva que trasciende lo meramente estético para proponer una mirada que articule la danza con distintos aspectos de la teoría social.

Entonces, y para sentar algunas bases. ¿A qué nos referimos con Danza Contemporánea?

En primer lugar, lo que hoy llamamos Danza Contemporánea -o Nueva Danza- es una tendencia que se inscribe en la tradición de la Danza Teatral Occidental. Hablar de una Danza específicamente «Occidental» implica ya una serie de recortes y delimitaciones, pues se trata de una danza que tiene sus orígenes en la Europa Central del siglo XVII, más específicamente, en la «Real Academia de Música y Danza» perteneciente a la corte francesa del Rey Luis XIV. Lo que allí nacía era una tradición danzaria que perdura vigente hasta nuestros días: la danza Clásica-Académica. Asimismo, más allá de sus orígenes netamente geográficos, la acepción «Occidental» hace referencia a una danza que se enmarcó, desde su fundamento, en el pensamiento Racionalista-Cientificista, siendo representativa del mismo. Ya en sus comienzos, la Danza Teatral Occidental fue un arte netamente «intelectualista». En el programa Clásico-Académico, considerado la base sobre la cual se desarrollaría esta práctica y lenguaje artístico, la danza comenzaba a despojarse del sentido providencial, sagrado o sobrenatural que la caracterizaba de antaño. Desde entonces y por varios siglos, el cuerpo -soporte material del lenguaje del movimiento-, fue concebido como una abstracción, o mejor dicho, como una materialidad capaz de re-presentar un mundo que se hallaba en el orden de la Razón. Por otra parte, haber nacido en la corte francesa del Rey Luis XIV no es un dato menor, pues bajo esta luz se configurarían los fundamentos –políticos- claves de este quehacer artístico.

No obstante, y aún hoy en día la Danza Clásica-Académica goce de gran popularidad y vigencia, fueron numerosas las tendencias coreográficas que inscriptas en esta tradición danzaria marcaron notables rupturas (aunque también continuidades) con la misma. Haciendo una clasificación meramente nominal podemos mencionar a la Danza Expresionista (’20), Danza Moderna (’30-’40), el Nuevo Formalismo Abstracto (’50-’60), la Danza Postmoderna (’70), Danza-Teatro (’70-’80) y la Danza Contemporánea o Nueva Danza (desde los ’80 en adelante).

Y ahora, ¿A qué nos referimos con «Teatral»? La acepción «Teatral» alude a una danza forjada desde sus inicios en y para el escenario, siendo éste un factor determinante en la creación y composición de obras. En otras palabras, pensamos las obras de danza como «puestas en escenas», esto es, construcciones espacio-temporales que basándose en el lenguaje del cuerpo en movimiento, se dirigen a un público presente. En este sentido, hablar de Danza Teatral implica concebirla como acontecimiento escénico y espectacular, proponiendo un borramiento de límites entre la danza y el teatro. Todo esto nos conduce a una importante consideración respecto de la danza: su condición en tanto fenómeno discursivo, de comunicación. De esta manera, el enfoque global que aquí se delinea corresponde a una mirada comunicacional, entendiendo ésta no como la transmisión de mensajes «de un polo a otro» sino como una instancia de puesta en común y circulación de imaginarios, representaciones y significaciones socialmente compartidas, apuntando siempre a la tarea de interpretación, significación y construcción de sentidos por parte de los sujetos participantes.

Entonces, como para ir cerrando esta presentación para nada cerrada, quiero sugerir nuestra perspectiva a la hora de abordar la Danza Contemporánea. En primer lugar, se trata de una tendencia coreográfica que se ubica en el marco de la crisis de la representación y expresión en el arte. En pocas palabras: esta crisis indica la ruptura de la adecuación de la forma estética (material) a un contenido previo (sea exterior o interior), siendo la primera la manifestación –más acabada posible- del segundo. De aquí que la Nueva Danza ponga énfasis en la creación de nuevas formas materiales (y, por ello, de nuevos sentidos) y no en la repetición, mímesis o visión meramente virtuosista-exhibicionista de la danza. La Nueva Danza, no busca amoldarse a los códigos estéticos-estilísticos y técnicas corporales canónicas, aunque tampoco los rechaza. Como dijimos, esta tendencia se basa y sustenta en la tradición de la Danza Teatral Occidental, pero tiene como premisa la re-creación de lo instituido, tanto en el campo del arte en que se inscribe, como de lo social en general. Tiro esta punta y ahí la dejo…

…pues esto recién comienza…


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