Seguridad, correcciones y mejoras
Cuando me coloco en posición de juntar letras recibo mensajes visuales, sonoros, explícitos o subliminales que condicionan mi pensamiento. Cuando termino el párrafo, cuando acabo de desarrollar la supuesta idea, cuando doy por terminado mi artículo siento una suerte de desazón extraña. Nunca estoy satisfecho de lo escrito. Pero a la vez me cuesta mucho encontrar fuerzas para reconstruir el artículo, de añadir o cortar, de darle algún enfoque diferente. Es una manera de protegerse, aunque insista y me repita, el llevar cuarenta años escribiendo cada día un artículo, por lo menos uno, te da oficio, desarrollas maneras propias, quizás trucos para darte una cierta seguridad. Y existe una premisa muy clara: hay que entregar el artículo con un límite horario, pero, además, si se aplicara un estado de creación ideal, no se entregaría nunca porque siempre es mejorable.
Por eso en el título que me viene inducido por un aviso publicitario de mi programa de tratamiento de texto, las correcciones deben ser ponderadas, deben circunscribirse a lo técnico, es decir lo más objetivo posible, porque a veces la mejora no está en la sintaxis sino en la idea fuerza que impulsa la entrega. Si esto es mi pe misa sencilla para el artículo diario que versa sobre asuntos abiertos per muy cargado de intención política, no sucede lo mismo cuando hago una crítica de una obra. Esto que ustedes leen, es una homilía, un vertido de ideas circundantes que intento concentrar en alguno de los asuntos más candentes de la vida institucional, educacional, productiva o periodística relacionado con las artes escénicas. Procuro buscar la contradicción, pero para salvar mi punto de vista que siempre, siempre, viene cargado por mi manera de mirar al mundo y a las organizaciones de los seres humanos en sociedad.
Pero en lo referente a la crítica sobre una obra de teatro o de danza, intento desprenderme de casi todos los apriorismos, de todas mis fobias y filias, incluso de mis conocimientos previos que, en ocasiones, son muchos, diría que, hasta excesivos, e intento de manera estricta ceñirme a lo presenciado. Única y exclusivamente al montaje que acabo de ver y sin ponerlo en referencia con las otras cuarenta versiones que de esa obra he visto a lo largo de mi vida. No es fácil, es una tarea de desprendimiento de egos, de memoria coercitiva y de posturas previas.
Eso me lleva a muchas situaciones de atasco, de colapso, de intromisión. Llevo muchos años dando unos talleres de crítica teatral que he ido acomodando a lo que he ido aprendiendo en este ejercicio, pero hay dos o tres frases, no es el contenido del taller, sino avisos, advertencias para quienes desean adquirir algunos instrumentos para analizar las obras que ven. Lo primero y fundamental es que nadie se ha equivocado. Toda obra es fruto de un conjunto de personas y conocimientos y todos los que han intervenido en el proceso de creación han aportado algo y el resultado ha sido la suma de esas aportaciones. Otras cosa es que quien mira reciba lo hecho de una manera u otra, pero cuando alguien a mi lado dice “es que no puede ser que…”, le corto el discurso inmediatamente: Sí puede ser porque ha sido.
Otras cosas fundamentales que son fruto o consecuencia de lo anterior: en un análisis crítico, y sobre todo si se va a publicar o dictar por medios audiovisuales, no se debe volver a escribir la obra, ni a dirigirla ni a interpretarla. El análisis debe ser sobre lo ofrecido y dentro de la propuesta visionada encontrar todos los elementos suficientes para establecer desde una opinión fundamentada, un relato nuevo que, y esto es importante, dialogue con el propio espectáculo. Ni por encima, ni con sumisión. En libertad y con la valentía de equivocarse dentro del respeto debido.
Por todo lo dicho hasta ahora se entenderá que en estos momentos en los que tengo una vida de crítico teatral intermitente, selectiva, en el periódico de toda mi vida, pero ahora en edición digital, www.naiz.eu, repasando las circunstancias y los momentos que a uno le entran ganas de seguir, cuando la crítica es buena, para mí, no es que ponga bien la obra, sino que haya sabido explicar lo sentido, analice sus elementos y, además, haga una pieza con valor en sí misma por la manera en que se ha escrito. Que esté lo mejor escrito que uno sepa y/o pueda. Cierto es que cuanto mejor es la obra criticada, más fácil es que te provoque palabras e imágenes contundentes. En mis talleres siempre les propongo a los presentes que tengan un objetivo, escribir lo mejor posible, que cada entrega sea para ganar el Pulitzer.
He estado en la Feria de Donostia, he escrito unas cuantas críticas, algunas me salieron correctas, otras bien y algunas muy bien. Y he tenido respuesta directa de casi todos los afectados. Y eso, que es una costumbre perdida, me resulta de lo más estimulante. Que no se aborte el debate, la relación porque, en verdad, no somos dos planetas diferentes, aunque a veces lo parezca.