Críticas de espectáculos

Séneca / Antonio Gala / Emilio Hernández – 63 Festival de Teatro Clásico de Mérida

 UN “SÉNECA” CON ACIERTOS Y DESACIERTOS

 Séneca” de Antonio Gala, en versión del Emilio Hernández -que firma también la dirección y escenografía- es una coproducción del Festival y el Centro Dramático Nacional que llega a Mérida con rodaje, después de haberse estrenado en marzo en el Teatro Valle Inclán de Madrid, manteniendo el mismo elenco artístico y equipo técnico.

El texto de Gala, escrito y representado hace tres décadas, no es de los mejores de su producción dramática, acaso porque no intenta la creación de un auténtico drama sobre el interesante personaje romano/cordobés –filosofo, moralista, político, escritor, autor de teatro, tutor y consejero de Nerón que vivió un agitado periodo de hechos de corrupción y muertes bajo los emperadores CalígulaClaudio y Nerón y fue condenado al suicidio (a beber cicuta y a abrirse las venas).

Gala ha optado por una pieza situada entre lo épico y lo dramático, apoyada fielmente en los sucesos comentados por los historiadores Suetonio y Tácito. Una pieza centrada en los últimos momentos de la vida de Séneca hábilmente dramatizada en los imaginarios diálogos de dos personajes rivales: un estoico envuelto y devorado por una latente corrupción, que se expresa con gravedad(Séneca) frente a un epicúreo considerado “árbitro de la elegancia” que se expresa con cinismo (Petronio). Durante la conversación, por medio de la técnica del “flash-back”, irán evocando escenas con los distintos personajes que fueron decisivos en el transcurso de la peripecia del protagonista: Agripina, Nerón, Popea, Acté, Burro y el mismo Petronio. Una pieza de clara meditación desde cierta profundidad psicológica de los personajes, con base narrativa y con intención didáctica, sobre las tentaciones que el poder plantea a la ética y el contagio con el que la amoralidad asalta a la virtud. Si bien es una meditación harta de ambigüedades donde lo másimportante de su propósito es la duda íntima (de ahí el subtítulo de la obra: “El beneficio de la duda”).

La versión libre de Emilio Hernández, pese a sus muchas innovaciones dramatúrgicas, con aciertos y desaciertos -de textos procedentes de la obra de Séneca, del poemario de Gala, del “Satiricón” de Petronio-, delineando el itinerario existencial de Séneca, tampoco conduce al filósofo hacía su decisión o hacia su destino. En rigor, tampoco hay drama ni nada sorprendente como exegesis crítica de una gran figura del pensamiento humano. Pero el trabajo de Hernández si logra en su desigual vaivén ideológico y estético la propuesta de enfatizar una época cuya decadencia, cuya corrupción general, cuya sensación de agotamiento, la hacen semejante a la actual (asunto no consumado en el original de Gala).

En la puesta en escena, Hernández presenta un espectáculo con un lenguaje escénico recargado de modernidad (en una miscelánea de cabaret, grandes monólogos y episodios testimoniales), sobre un espacio hecho con gradas que parecen evocar unas termas, lugar público de la sociedad romana y de la contemporánea, vistosamente iluminado (por José Manuel Guerra), donde se desarrollan –algo estáticas algunas por varias dificultades- las escenas, números musicales y coreografías. Todos los componentes artísticos están perfectamente ensamblados, aportando momentos de belleza y buena dosis de interrogaciones y sensualidad que mantienen sin cesar la atención del espectador.

Los puntos más discutibles del montaje están en la ambigüedad de las transiciones de los intérpretes, desde las canciones (de distintas épocas y de múltiples acentos culturales) a las actuaciones y, sobre todo, en la dirección de los actores colocados de cara al público (como si fuesen cantantes clásicos de ópera) con una estética sin sentido, que hace pensar en una artificiosa imitación de la del teatro épico de Brecht, que resta organicidad a los roles.

La interpretación goza de un buen nivel en el conjunto de los actores. Todos componen adecuadamente las caracterizaciones físicas y sicológicas de sus personajes. Pero sobresalen Esther Ortega (Agripina), Antonio Valero (Séneca) e Ignasi Vidal (Petronio), en cada uno luce su presencia escénica, su expresión gestual, su garra dramática y sus enérgicas y nítidas voces. También, Diego Garrido(Nerón) que es capaz de componer regiamente varias figuras de su personaje. La conocida cantante Carmen Linares (Helvia) sorprende con una espléndida actuación teatral, estando mejor que en los palos flamencos que canta (de nanas, peteneras, tangos andaluces y extremeños), con letras de Gala y música de Marco Rasa que no suenan con toda armonía en su voz.


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