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Sentido y significado IV. Servilismo

Esas dramaturgas y dramaturgos que ponen el teatro al servicio de la idea, en vez de poner la idea al servicio del teatro, engendran un teatro servil.

Porque lo que vemos cuando acudimos al teatro es teatro, un espectáculo, y no una(s) idea(s).

Yo no voy al teatro para ver ideas ni descodificar significados. Para eso me quedo en casa acodado a un buen libro de ensayo donde el texto pueda explayarse a sus anchas en toda la complejidad que los razonamientos, las ideas y los significados requieran.

Al libro no le pido la empatía, la sensorialidad, las impresiones emotivas y los temblores que el encuentro experiencial del teatro me propician.

Al servilismo del teatro, sometido a vehículo de ideas y mensajes, podríamos añadir el teatro decorativo.

Ese que nos encargan algunas instituciones y empresas para amenizar sus actos sociales y propagandísticos: los Premios da Cultura Galega, la Gala del Deporte, la cuchipanda del Congreso X, y, por supuesto, las animaciones para bodas, bautizos y comuniones, donde el «arte» de las actrices y actores se pone al servicio del puro entretenimiento y chiste del convite.

Porque la gente necesita salir del aburrimiento al que es sometida por la sociedad productiva de consumo. Para salir del aburrimiento gris del día a día del curro sin motivación o del paripé soporífero y engolado de las ceremonias de premios, homenajes, bodas, bautizos y comuniones, hace falta un teatro que decore, que le ponga chispa, sal y pimienta al tinglado. Esto, además de un dinerito muy necesario, también puede reportarle al actor precario un refuerzo para su ego.

La diferencia entre el teatro al servicio de mensajes, ideas y significados y el teatro decorativo al servicio del entretenimiento es, bajo mi parcial perspectiva, muy poca.

Lo difícil es ver teatro al servicio del teatro, como arte con mayúsculas capaz de darle la vuelta al mundo.

Según mi, ya larga y variada, experiencia espectatorial, e incluso mi corta experiencia como dramaturgo, el teatro menos servil es el que mejor piensa.

Afonso Becerra de Becerreá.


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