Zona de mutación

Sfumato actoral

Como en la pintura también en la actuación se da la posibilidad de establecer la figura a través de una clara demarcación de los contornos o bien a través de lo que desde Leonardo se conoce como ‘sfumato’. Esto implica dos patrones de energía diversos. Uno que es filoso, cortante, en el primer caso y otro de flujo continuo, más suave y por eso mismo más asimilable al entorno. De sus calidades dinámicas podría decirse también que en el primer caso hay un mayor sesgo de brusquedad, vehemencia, instantaneidad, así como en el segundo una mayor medida, evoluciones paulatinas, etc. Quedándonos con lo observable de este caso, se puede anotar que la energía interviene como el propio pincel. La difuminación del contorno tiene el efecto de fundir el personaje a su circunstancia, pero también de incorporarlo a la visión de un tiempo, a la historia de un gesto, de una manera de ser. Es casi el estampado de sombras, claroscuros, contrastes suficientes para verlo en relieve, tridimensional o tetra-dimensionalmente. En él se ve al personaje, a su figura, como también al paisaje en el que está inscripto. Se compone de una pátina de tiempo, pero también de los viejos pentimentos no borrados, que pulsan transparentando las capas psicológicas más superficiales. En el sistema de figuración de un personaje compuesto de esta forma, podrá verse que hay secreto, trasfondo, misterio, infinitud subjetiva. De aquí es deducible que el contorno definido es más propio de la bidimensionalidad, de una composición capaz de arañar directamente sobre las neuronas. Uno, parece un sistema, el otro un trazo. Uno un lento amanecer, el otro un relámpago.

El ‘sfumato’ actoral devela sombras y profundidades sostenidas en la versión de su intérprete. Sus caracteres distintivos parecen enigmas dispersos en el cuerpo, que demandan la focalización atenta del espectador, hasta incluso un descentramiento de la visión para mejor captar detalles o claves periféricos, lo capaz de escabullirse, a veces pacientemente tramado por el realizador. Difícil agotar de esta forma una composición en un golpe de visión, como sí sería factible en un plano bidimensional. El ‘sfumato’ permite la profundidad, la lejanía, el ajuste perceptivo al personaje.

De las múltiples capas de luces y oscuridades, el raspado que permite develar lo que se ve, hace del propio procedimiento una epifanía de lo visual. El actor nos lo hace ver, el actor entra en relieve, el actor así, se inscribe en un paisaje. En realidad no se puede discernir acabadamente si es el personaje el que hace ver el paisaje, o éste a aquel. Y ese ajuste, esa armonía visual se corresponde con un sistema perceptivo y estético que nutre sus valores a partir de su mutua afinación. La supresión del dibujo por la parición de la imagen inmanente, no sólo confiere a lo visible un poder sobre la sombra, sino la facultad de reconducir a ésta hacia la facultad de hacer notorio algo por lo que no se ve. Las formas subyacen detrás de las imposibilidades de percibirlas. El arte se rige por la propiedad para mostrarlas. Demasiado foco, demasiada luz, y ya se quemará la imagen hasta lo informe, lo imperceptible. Esa capacidad de develar la forma, conlleva un ritmo, una magia, una compenetración con los materiales. En la naturaleza las cosas se dan espontáneamente, en cambio en todo espacio de composición lo que se ve es porque se lo sabe mostrar. Y ningún conjurador carecerá del don del equilibrio, del auto-control y la justa medida. Y ningún espectador carecerá de la capacidad de ver, graduando su penetración según su predisposición a llegar a lo oculto. La sutileza es una condición insuperable para emitir o recibir lo menos obvio, entendiéndolo como una de las aristas más ponderables de lo que define lo artístico.

El ‘sfumato’ sabe decir también que en la vista de una figura hay factores para su ‘aparición’, que no todo está dado, ni puede descontarse de la simple ejecución de algunos protocolos procedimentales de lo que es estéticamente correcto. La figura se nutre de un azar ambiental, atmosférico, anímico. Para que la ‘visión’ ocurra hay condiciones que cumplir respecto a la capacidad y suficiencia de mostrar.


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