Signos de flaqueza
Confieso que desde que escribí la anterior homilía lunática he estado tumbado en la cama, afectado por un virus que me provoca fiebres altas, cansancio, malestar, cuerpo dolorido, somnolencia. Es decir una semana dedicada a pensar, dormir, sudar, tiritar de frío, escuchar la radio, comer poco, beber y beber, deambular por el pasillo central de mi cerebro. Esos días en los que uno se arrepiente de casi todo, que se plantea de nuevo su manera de estar en este mundo, de lo relativo que es todo, de lo perdurables que somos y sobre todo, de lo prescindibles que debemos empezar a entender que somos por definición.
Y la radio hablaba de Catalunya, sin parar, como si se tratara de una catástrofe. Y mis amigos saliendo de sus lugares de residencia huyendo de Irma. Otros despertándose con un sismo de tamaño 8,2, de los mayores conocidos. Pero la radio seguía hablando de Catalunya, y se utilizaba la palabra democracia cada tres frases y la ponían en sus labios los más antidemocráticos seres de la política actual. Y en la soledad de un baño de sudor, quizás en un delirio, empiezo a intentar descifrar lo que significa democracia, democrático. Parece algo cerrado. Declaramos que esto es una democracia, hacemos lo que nos da la gana, y el que se queje es un antidemócrata. No, ser demócrata es entender la vida de manera dialéctica, democrática, intentando entender al otro, protegiendo la legislatura vigente, pero como un lugar de tránsito hacia la perfección democrática. Insisto, perdonen el delirio.
Y escucho palabras tan bellas como República Democrática Catalana. Eso quieren declarar si gana el Sí. Y yo, nativo de Barcelona, podré, si es que lo deseo, hacerme republicano catalán el día 2 de octubre. Y en eso llevo la semana, pensando en una ilusión, comparando las posibilidades. Mientras sube y baja la fiebre, el tono de la radio es el mismo. El miedo ha llegado a la caverna. Todos los gestos autoritarios se reproducen. ¿Tendrá el teatro, la cultura, algo que decir en estos procesos? Yo diría que sí, pero como solamente veo signos de flaqueza, los míos propios y los ajenos, hay un silencio expectante. Todos estamos algo sorprendidos por haber llegado al lugar donde se nos anunciaba desde hace meses que llegaríamos. Yo no he tenido tiempo en pensar en artes escénicas más allá de lo inmediato. La fiebre me ha liberado de la obsesión durante una semana húmeda.