Sin detalles
Cada día algo acaba en nosotros, y no nos enteramos de ello, porque la costumbre de estar por estar ha hecho de nuestra permanencia dentro del esquema denominado vida un asunto de inercia, que interfiere en nuestra observación detallada de los procesos a los cuales estamos abocados, y nos lleva a descuidar los pormenores que en su conjunto enriquecen la vida, porque sólo importan los resultados.
La prisa por el resultado cabalga sobre la lógica temporal del proceso, impidiéndole su desarrollo. Lo importante es llegar. ¿Cómo? No importa.
La audacia prevalece y oprime a la constancia.
La responsabilidad del proceso ha estado descendiendo de nivel, y cada vez somos más un producto de la coincidencia, o del acaso, por la falta de planes, por la ausencia de objetivos relacionados con el desarrollo de la vida en colectivo; porque cada día aumenta el desgano por saber y conocer, debido a que todas estas son tareas cuyo desarrollo exigen una perseverancia, una disciplina y una convicción difíciles de construir en una época cuyos principales dinamizadores son la emergencia, la competencia y el apuro.
Nuestras preocupaciones existenciales han ido disminuyendo de intensidad, y búsquedas como las del origen y la razón de ser importan cada vez menos, y es por eso que, cuando algún suceso nos remite al concepto de fin, la reacción inmediata de nuestro pensamiento es contabilizar el tiempo que dejaremos de disfrutar, porque el objeto de vivir está cada vez más asociado al placer.
Expresiones como tareas pendientes, responsabilidad, cumplimiento, análisis, proceso, comprobación, etc, se han ido debilitando, casi hasta el desahucio. Ha estado desapareciendo el ejercicio de la improvisación creativa, por ejemplo, para dar paso a la improvisación competitiva, cuyo carácter emergente incide en forma considerable en el descendimiento de la calidad del producto y por ende del desarrollo de la vida. Ha ido desapareciendo la creatividad, con el auge de modelos tecnológicos que lo resuelven todo, y tal parece que una consecuencia del estancamiento en que está entrando el cerebro, por falta de ejercicio creativo, es el fortalecimiento del automatismo.
Conceptos como utilidad y apariencia se han puesto por encima del de necesidad, porque ya no se producen bienes para satisfacer necesidades sino para sostener apariencias.
Podemos afirmar que existir se ha convertido en un vicio, sí entendemos la expresión vicio como todo aquello que genera dependencia y entorpece la capacidad de discernimiento. Para mantener este vicio, estamos dispuestos cada vez más a entregar dignidad, y todo lo que una entrega de esta naturaleza significa, y para evitar que en el camino de los condicionamientos se atraviesen los obstáculos que inducen a pensar, la contemporaneidad ha creado estrategias, conducentes al goce infinito, para impedir la injerencia de la reflexión, y por eso existen hoy en día tantos mecanismos para constreñir la consciencia, entre los cuales prevalece el goce.
El goce es uno de los atributos de la globalización, porque es parte fundamental de la estrategia del entretenimiento por el entretenimiento, y de la cual se vale ésta para apartar al individuo de formas tradicionales de pensamiento, mientras va creando símbolos de sometimiento y de conducción al unimismo.
Cada día nos acabamos un poco, y de ello no tenemos consciencia, porque no hemos sido educados para vivir cuidando los detalles.