Y no es coña

Sin ningún tipo de acritud

El sábado pasado, día cinco de noviembre del año de 2016, bajo el aguacero, acabó el Salón del Libro Teatral de Madrid que había comenzado tres días antes. Desde la perspectiva de una de las partes implicadas, como expositor desde la Librería Yorick y desde la editorial Artezblai e impregnado por las declaraciones de los demás expositores no oficiales, es decir librerías e editoriales independientes, declaro solemnemente que ha sido un auténtico fracaso. La Edición del Salón con menos relevancia de los últimos tiempos, sin apenas público, en una nueva ubicación y con un dispositivo escenográfico incomprensible para la mayoría de los afectados.

La organización de esta edición de la Asociación de Autores de Teatro, de la que formo parte de manera nominal y con la cotización al día, no ha tenido capacidad para responder a ninguna de las dificultades que le han ido apareciendo. No contó en los momentos previos con una de la parte sustancial del Salón, editores independientes y librerías, posibles exhibidores en el mismo, solamente se preocupó de los autores, mejor dicho de los traductores, por lo que ahora, seguramente en su memorándum para entregar a las autoridades e instituciones que han ayudado a su celebración, darán unas cifras que pueden ser un placebo, pero que en la realidad abundan en una enorme disfunción, porque no queda claro para qué se ha estresado, se ha malgastado tiempo y dinero, a editores y libreros, si lo que interesaba de verdad como se ha demostrado era un encuentro entre unos autores y unos traductores, acto que aplaudimos pero que se puede celebrar en cualquier momento del año y sin acaparar el protagonismo visual, espacial y temporal del Salón. En una sala de la SGAE, su auspiciadora, se puede hacer tranquilamente.

Es de un género incalificable ver en un magnífico escenario unas mesas de café con traductores y autores hablando, haciendo sus negocios personales, mientras las lecturas se hacían en un lugar infecto, inadecuado, escondido, estrecho, con una capacidad limitadísima y las presentaciones de novedades en el mismo lugar, lo que demostraba el desprecio que se siente a esa actividad que debiera ser, en buena ley, lo mollar, lo central, como en otras ediciones de este Salón ha sucedido. Podría seguir con las decisiones peregrinas, inadecuadas, ignorantes de la historia y de la realidad editorial y librera existente actualmente tomada por los organizadores. Con acciones que podrían calificarse de incomprensibles, cuando no de probable roce con los derechos de algunas entidades. Poner libros de una inexistente editorial es un acto surrealista. Colocar a otra editorial su nombre y no tener ninguno de sus libros, abunda en lo mismo. En su catálogo oficial ignorar deliberadamente la presencia de otras editoriales extranjeras de primer orden, que sí estaban presentes y con casi todo su catálogo en exposición, es como para enfadarse o quizás, como para tomar medidas más serias.

Nosotros que recién llegamos de Ciudad de México y su feria del Libro Teatral, que acudimos a otras ferias incipientes en otros lugares de Iberoamérica, donde somos invitados de manera amable y en condiciones realmente magníficas, sentimos que esta cerrazón, esta manera de no escuchar a quienes algo pueden aportar, el no contar con lo realmente existente, preocuparse solamente de una parte del «libro», que es la Autoria, fundamental, la madre de todo, pero que para que llegue a ser libro necesita de un proceso mayor, con más agentes, es algo que deben reconsiderar los organizadores. No tienen ninguna obligación de contar con los que estamos día a día en el asunto editorial y librero de manera real, no teórica, pero al menos no nos insulten.

Y deben empezar a pensar en que este Salón debe abrirse a la sociedad, o al menso a la comunidad de las artes escéncias sin prejuicios. No solamente a sus círculos más próximos. Yo invité a decenas de personas de todos los gremios de las Artes Escénicas y no sabían nada de su celebración. El anecdotario es bastante amplio, dan gana de llorar y desde aquí reitero que estamos dispuestos a colaborar como afectados para que el Salón vuelva a tener unos objetivos superiores, que no sea un acto residual y prescindible como se tiene ahora la sensación. Han crecido el número de editoriales, hay otra situación en general, en Madrid, y en las otras Comunidades Atónomas, ausentes de manera no comprensible en esta edición. Y deben atenderla y ampliarla y conectarse con la profesión y la docencia. Y este año, no ha sido así.

Como decimos siempre, en la madrileña calle Valencia, en su número 21, hoy lunes, en la Librería Yorick sigue el auténtico Salón del Libro Teatral de Madrid, con todas las editoriales españolas e iberoamericanas sin discriminación de ningún tipo al alcance de todos y con público asistente de manera constante. Todos los días de lunes a sábado. Y por Internet, sirviendo a todo el mundo. Y sin subvenciones ni ayudas, allí se hacen traducciones, ediciones, encuentros espontáneos. Es más, y esto es un dato estadístico: en estos días, en la librería hubo más movimiento de lectores y compradores que en el Salón. Y no es una casualidad. Y desde allí teníamos que decirles a los aficionados y profesionales que existía un Salón. Y nadie lo sabía.

Insisto: estamos dispuestos para colaborar para hacer mejor el Salón. Nadie de los actuales directivos de la AAT ha hecho tantos kilómetros, ha conocido tantos lugares inhóspitos de la geografía española siguiendo al Salón como Artezblai y Librería Yorick. Así, que un poco de respeto. Y lo digo sin ningún tipo de acritud, porque a todos ellos y ellas, de uno en uno, se les aprecia, aunque no sean autores de nuestra editorial (¿será por eso? No, fuera malos pensamientos), pero en esta ocasión su gestión ha sido bastante ineficaz.

Aquí estamos, gritando entre dientes, El Teatro También se Lee, aunque no lo parezca. Viva los autores, los pensadores, los editores, los distribuidores y las libreras. Y los LECTORES.


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