Sin respiro
Escuchar al ministro Cristóbal Montoro asegurar que hay un incremento de algo más de ochenta millones de euros para el ministerio de Educación, Deporte y Cultura, y posteriormente dejar caer que serán destinados al teatro, suena muy mal. Yo traduzco: que no se quejen más con el IVA al 21% que se lo compensamos vía presupuestos. Al menos esa cosa que tenemos de ministro, Ignacio Wert , se ha mantenido en su postura intransigente de aceptar como imposible la reducción de este Impuesto Vengativo Anticultura (IVA). Y estos dos señores hablan siempre con el BOE en la cartuchera.
Porque se recuerda a los presentes que ese ministerio está empecinado en convertir al negocio de la tortura y muerte pública de un bovino en un elemento diferencial de la cultura dentro de esa desfachatez llamada marca España. Y para la gomina de los toreros y sus fincas y cochazos, sí va a existir presupuesto. Hay que promocionar entre la juventud ese anacronismo histórico y se va a potenciar la tauromaquia. Así que como la fiabilidad del señor Montoro es nula, es muy posible que lo que entiende él por teatro sea, precisamente, el espectáculo taurino, que juro que tiene una dramaturgia, un rito, y espero no me dejarán mentir ni Salvador Távora ni mi conmilitón Javier Villán, con el que tantas corridas de toros hemos presenciado juntos, para salir corriendo a ver obras de teatro, entre ellas una vez a Vanesa Readgrave a más de cien kilómetros.
Se intenta decir que no nos dan respiro los acontecimientos, porque parece existir un plan para dotar de contenidos a los teatros de las redes en estado de coma. Es algo que aparece y desaparece, que se nos informa y se nos desinforma. Inyecciones de dinero para salvar programaciones ¿de qué tipo? No soy capaz en esta etapa encontrar ni por asomo algún gesto de racionalidad en todo lo que sale de la Secretaría de Estado de Cultura, tan opaca, y de un INAEM, tan repeinado e inane, que va vendiendo humo por Bogotá, mientras las cenizas crecen en toda la piel de toro, y perdonen mi torpeza metafórica.
¿Quién se puede acoger a ese plan, con qué método se va a realizar la selección, quién va determinar las preferencias, la estrategia, el plan de comunicación? ¿O va ser, como siempre, una graciosa concesión más a la oligarquía teatral imperante? Hay veces que dan ganas de mandarles allí y decirles que con su pan se lo coman, pero no, hay que exigir transparencia, igualdad de oportunidades y un poco menso de secretismo entre los colaboradores y cómplices aprovechados y el equipo directivo actual.
Y decía que no nos dejan respiro porque en el ayuntamiento de Madrid, el desmantelamiento de todo el entramado teatral es una obsesión. Los teatros o salas habilitadas de los centros culturales de los diferentes distritos ya tienen gestión privada; ahora han despedido a los directores del Fernán Gómez y el Circo Price, en este último caso con una falta de tacto muy desagradable, y no parecen esgrimirse muchos motivos ni argumentos para esa decisión, aunque ya se ha filtrado que los van a privatizar.
Algunos profesionales ha hecho circular un manifiesto en contra de esta privatización, al que nos adherimos, sin reparos, pero nos sigue acongojando la incapacidad para plantear la comunidad teatral y de las artes escénicas un frente organizado ante tanto desmantelamiento, empobrecimiento, retroceso, privatización sospechosa. ¿Nos puede el miedo, la ignorancia o que somos tan pobres de espíritu que solamente nos interesa «lo nuestro»? Despierta pueblo.