¿Síntomas de ruptura?
La renuncia de Isabel Steva Hernández, Colita y Jordi Savall a los premios nacionales de fotografía y música, respectivamente, nos han colocado ante unas actitudes individuales que han sido recogidas de manera colectiva de maneras casi contradictorias. Ha existido una curiosa iniciativa de los que han intentado convencer a que renuncien a su renuncia a los que rechazan el honor y la bolsa, treinta mil euros, a cambio de una dignidad o actitud de protesta ante una sensación de que ese ministerio, el que tiene como titular a José Ignacio Wert, y de fantasma con sueldo al melifluo José María Lassalle como secretario de Estado de Cultura, ha mantenido una hostilidad casi obsesiva contra el mundo de la cultura y que, de alguna manera, estos premios le dan una cara amable, limpiada de todo lo que ha hecho de manera sistemática, que acaba en un acto con la monarquía como parte del espectáculo.
Por otro lado, otra parte del colectivo de profesionales y artistas concernidos por las decisiones del ministerio, se han solidarizado, han mostrado su aplauso, han apoyado la decisión de los renunciantes y desde ella han intentado elaborar un discurso que incluso parecen colocar las mismas en unos supuestos movimientos que podrían indicar la circunstancia de una posible ruptura más global con el ministerio.
Vaya por delante que no se pretende colocar dudas sobre las decisiones de los jurados que han elegido. Cada cual con su conciencia. En estos momentos, todas las sospechas tienen cabida, hasta las que se hacen desde la insidia y la envidia. No se trata de nada de eso. Seguro que es mejorable el sistema de elección de candidatos, de jurados y de elegidos. Pero no es esta la intención. Además es fácil comprender que en estos momentos treinta mil euros son una cantidad suficientemente atractiva como para entrar en una contradicción entre el deseo y la realidad, entre la coherencia y el pragmatismo. Ni son, a mi entender unos héroes quienes renuncian, ni unos traidores o pringados o vendidos quienes los acepten. Allá cada cuál.
Pero estas actitudes, las de renuncia, que no son nuevas, pero tampoco habituales, sí que en los últimos años han tenido las más sonadas y con mayor repercusión mediática. Y, en el campo de las Artes Escénicas, solamente existe un caso de renuncia, Els Joglars, en 1994, y con argumentaciones que vistas ahora desde al distancia, producen una cierta sensación de alivio.
¿Son las Artes Escénicas más débiles, más dependientes, con menos personalidad para tomar decisiones de la magnitud de renuncia a un premio nacional que puede tener consecuencias graves a corto y medio plazo? No sabe, no contesta. Las partes contratantes han estado reunidas en Valladolid en el encuentro llamado Mercartes, para establecer contactos en el campo de la gestión, de la actividad mercantil, empresarial, orillando, como casi siempre, la parte crucial, lo que tiene de actividad cultural importante, creativa, artística, hablando del público, de los públicos, pero sin su presencia, olvidándose de la Educación, pero al menos tomando contacto físico, reuniéndose, capitaneados, como siempre, por la parte empresarial, la parte que se lleva magníficamente con los ministerios, las consejerías, todo el entramado institucional y que son conjuntamente los que nos han llevado a esta situación pues todas las no-leyes y reglamentos han ido a beneficiar a esa parte del sistema.
¿Y cuál es la situación? Ahí está el problema. La situación es grave, gravísima. Pero no se acaba de afrontar esta realidad de manera clara. No reconocer la gravedad profesional en la que se mueven quienes hacen las artes escénicas, es la mejor de manera de cronificarla. Pese a estas actitudes individuales de dos personas, catalanas, para más reseñas, sin problemas de identidad, ni prestigio, ni de trabajo, las que ahora han renunciado, por lo tanto, pese a lo que se nos ha intentado señalar desde algunos puntos, no se detectan síntomas de ruptura. Ninguno. Si se notan los de camuflaje, acomodo, van a dejarse coleta muchos, porque siempre van a buscar la posibilidad de estar a la sombra del poder para seguir medrando, seguir haciendo negocio, ya que se ha colocado el carro delante de los bueyes, los gestores antes que los hacedores y consumidores de cultura. Se ha desprestigiado de tal manera el propio concepto de cultura, que no hacen falta ministros para hundirla, ni impuestos criminales, ya hay unos cuantos genios que solamente hablan de dinero y de utilitarismo en vez de lo que significa la Cultura en sus magnitudes democráticas.
Por lo tanto sigamos trabajando cada uno en su lugar de destino actual, abramos bien los ojos, no nos dejemos llevar por los cantos de las sirenas interesadas y no juntemos churras con merinas, es decir separemos lo mercantil de lo cultural. Y desde ahí veremos que va pasando. Lo que tenemos no sirve. Hay que cambiarlo, pero hay que cambiarlo para mejorar.