Críticas de espectáculos

Sobre Horacios y Curacios/Brecht/La Abadía

No a la guerra
Obra: Sobre Horacios y Curacios
Autor: Bertold Brecht
Intérpretes: Luis Bermejo, Julio Cortázar, David Luque, Markos Marín, Daniel Moreno, Fernando Soto
Espacio escénico: Deborah Macías
Vestuario: Pepe Uría
Iluminación: Pedro Yagüe
Música: Wladimir Wagener
Dirección: Hernán Gené
Producción: Teatro de la Abadía
Serantes K.A. –Santurtzi- 03-02-06
Miguel Gila nos enseñó con su teléfono que el humor sobre la guerra es una cosa muy seria. Que los absurdos se convierten en las apreciaciones más certeras de las auténticas motivaciones de algunas guerras, y que siempre, siempre, los soldados, son la carne de cañón, el excedente social que después se convierte en un féretro con medalla, o en una medalla en el pecho de un mutilado, físico o mental. Los que generan las guerras, quienes las propician, “los de arriba”, para seguir con las argumentaciones de este espectáculo, casi nunca son tocados directamente por los efectos de sus dislates.
Esta propuesta tiene un valor añadido: el director es un payaso. Esta es su gloria, por lo tanto, a partir de una dramaturgia pensada desde esta estética, los textos de Brecht alcanzan una dimensión inesperada. Si todos los personajes-entes-actores son payasos, unos con nariz, otros con máscara, actúan, se mueven, recitan, en esta calve, ¿dónde queda la gravedad de la denuncia? En el contraste, en el distanciamiento generado por esa actitud siempre ingenuista de un payaso enfrentado a una situación de guerra. La interpretación desde el clown, desde el absurdo, en medio de la morbosa situación de la destrucción y la muerte, de los delirios de los discursos seudo políticos que intentan justificar el enfrentamiento con el vecino, todo ello, con este tratamiento se convierte en un alegato demoledor. Es el grito más contundente de No a la Guerra.
Teatralmente la propuesta es una maravilla de coherencia interna, de logros estéticos, de ritmo, de tratamiento de los textos. Los actores se deben trabajar su “payaso” para convertirlo en una parte de un engranaje que funciona a base de emociones alejadas de sensiblería. Un espacio funcional, circense, una iluminación ambiental y minuciosa, un buen vestuario y una energía interpretativa perfectamente encarrilada para el momento individual en bien de lo colectivo. Un espectáculo de teatro comprometido, un Brecht del siglo XXI.
Carlos Gil


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