Críticas de espectáculos

Sobre Horacios y Curiacios. Teatro de la

SOBRE HORACIOS Y CURIACIOS.

Teatro de la Abadía.

A partir de la obra de Bertolt Brecht. Director: Hernán Gené.
Intérpretes: Luis Bermejo, Ramón Merlo, Julio Cortázar, Daniel Moreno, David Luque y Markos Marín.

UN EJÉRCITO DE CLOWNS

“Cuando los de arriba hablan de paz; el pueblo llano sabe que habrá guerra…” Seguramente en ese conflicto, de las armas no brotarán flores, besos, risas y esperanza. En esa contienda, que no es la primera (hubo otras guerras), el mundo de “los de abajo” contemplará, sorprendido y lleno de estupor, el destino forzoso que la sinrazón le designa. Los de arriba mueven los hilos, “deciden” autoritaria y arbitrariamente sobre la vida de un pueblo que ha dicho No a la guerra… Aunque nadie lo ha escuchado.
Bertolt Brecht escribió esta obra en 1934; constituyendo la segunda batalla en su lucha contra el nazismo, contra el imperialismo y la barbarie.
En el montaje que presenta el Teatro de la Abadía, el país de los Horacios ha sido invadido por los Curiacios. La guerra se aproxima inevitablemente. Mientras tanto, en un territorio de nadie, un grupo de clowns se ve inmerso en una realidad tan absurda como execrable. Este singular ejército mostrará al público otro punto de vista. Nos invitará a reflexionar, nos guiará a través de un sendero paralelo… Mientras el mundo sigue su curso hacia un caos irremediable.
La inocencia del clown nos revelará que otro universo, otra forma de escribir la historia es posible. Para ello, habremos de recordar que la tinta con la que el pasado ha quedado reflejado puede borrarse. Las palabras, las acciones, los errores no nos condicionan, ni nos predisponen… Al contrario; del pasado hemos de aprender que no es bueno escribir siempre lo mismo, por muy autómata que pueda parecer el ser humano.
Desde la vulnerabilidad, desde la conciencia del lugar en el que nos hallamos (normalmente somos los de abajo), desde la risa (la distancia más corta entre dos almas), desde la inocencia… Podemos y debemos escribir nuevas páginas, nuevas historias… Sin sentirnos “ridículos”… Pues, aunque hoy, con paso firme, se pasee la injusticia… Estamos vivos y no debemos decir “jamás”, porque, tal vez, “ese tiempo” pueda convertirse en “hoy mismo”.
Hernán Gené ha convertido el escenario de la Sala José Luis Alonso en un acogedor circo. Seis Clowns que, a un tiempo, son los invasores y los invadidos, plasman en un juego teatral magnífico, lo que hay debajo de la cotidianeidad. El instinto, la sorpresa, la indefensión, el horror envuelto en la ternura propia del ser que, indefectiblemente, se inclina a favor del más débil; de la marioneta que no sabe que sobre sus decisiones respira, autoritaria, la mano del “de arriba”; del ciudadano que pregunta, escucha, aplaude y vitorea los dictámenes del que asegura hacer la guerra en nombre de la paz; del soldado que ha de acudir a un lugar extraño a matar a otro soldado que, de igual manera, fue obligado a acudir a un territorio desconocido para matar…
A través de una locura extrañamente razonable y partiendo del legado de Bertolt Brecht, el director argentino nos recuerda que el ser humano tiene en sí una dosis tremendamente saludable del espíritu soñador, exaltado, vulnerable y perdedor del clown… No del “payaso”, pronunciado y escrito peyorativamente, sino del idealista, de quien lucha por las causas imposibles, sabiendo que los de arriba jamás le dirigirán una mirada; desoyendo la palabrería absurda e inconexa, las mentiras que, aprendidas mecánicamente, sólo aciertan a repetir, como auténticas cacatúas. Este ejército de clowns, que se atreve a tapar un revólver con una mano blanca, ha encontrado la verdad; ha sido lo suficientemente inteligente como para encontrarla… No estaba tan lejos. Posee el juicio idóneo para entregarla a aquellos, en cuyos corazones respira indemne y sana… No sólo la escribe en todas las paredes, sino que brota de sus labios enérgica y tan viva, hoy como ayer… Eso sí; el arte de hacerla manejable, como un arma… Ese arte, hemos de tenerlo nosotros. El pueblo, el ciudadano… los de abajo… O no, porque en la Verdad, Todos vivimos en un mismo piso; Todos respiramos en un mismo ejército; Todos desfilamos tras una única bandera y Todos tenemos una única preocupación: Dejar a los que vendrán después un mundo mejor…
“Sobre Horacios y Curiacios” no tiene desenlace. Los seis clowns declaran la guerra para conseguir la paz; se defienden, luchan, matan al peligroso y temible enemigo; son incapaces de apretar el gatillo; visten de ironía el discurso amorfo del Jefe de Estado de los Horacios; ironía que acompaña el mismo discurso, esta vez, pronunciado por el Jefe de Estado de los Curiacios… Los Clowns sufren la guerra, el dolor, el caos, el miedo, la indefensión de quién está predestinado a morir por una sentencia injusta, ajena, errónea y engañosa.
Las seis almas se arremolinan, se protegen bajo un paraguas pequeño, tal vez azul, tal vez gris, de una más que probable lluvia de bombas, de muerte… Las luces se pagan. El campo de batalla. El circo… Nuestro mundo, se queda mudo… Mientras buscamos una conclusión. Hemos de buscarla, porque la debe haber buena… Buena por obligación.


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