Escritorios y escenarios

Sobre tener interlocutores

Sobre tener interlocutores he de decir que son importantes. No hay asunto más placentero que tener con quien hablar sobre las cuestiones que uno está pensando, sobre las inquietudes que rondan, pues en el arte de la conversación no solo las neuronas generan nuevas conexiones, sino que la inteligencia, el pensamiento encuentra un camino por el cuál desplazarse. Es estimulante. Un interlocutor adecuado hace perder la noción del tiempo. Exige un estado de presencia absoluta. Y las ideas convertidas en lenguaje son confrontadas, nutridas, perfeccionadas en el encuentro con él.

Y sí, se puede hablar casi con cualquier persona, pero eso no significa que esa conversación sea del tipo que estoy señalando. Porque el interlocutor al que me refiero es producto de una selección, más o menos consciente, de interlocutores aptos para dialogar de “cierta manera”. No cualquiera es invitado a abordar temas íntimos y personales, o temas particulares, específicos. El interlocutor al que me refiero produce confianza, realmente valora que le abras esa puerta, y lo atesora. Además, tiene un cierto saber, una cierta experiencia en cuánto al asunto de interés, pero si no es completamente así, está dispuesto a descubrir contigo de qué se trata.

Estoy hablando de esos interlocutores con los que se comparten las gafas para observar el mundo, y con los que se puede pensar, cuestionar y criticar, cuando bien sea el caso. Pero, sobre todo, son esas personas con las que se puede discernir sin que te censuren o te condenen a la hoguera. De esos hay pocos.

Para aquellas personas dedicadas a la dimensión del intelecto, los interlocutores resultan ejes importantes. Y no estoy hablando de los libros como interlocutores, sino de esas personas vivas con las que coincidimos en este fragmento de existencia. Por eso me honra cuando soy convocada como interlocutora. Y, por supuesto, acudo a la llamada. Y no estoy hablando de invitaciones a conferencias o a clases magistrales. Más bien, de invitaciones a tomar un café mientras se provoca, se incita el diálogo. Y en ese ambiente relajado, lejos de la institucionalidad lucubrar sobre el teatro, la cultura y la vida.

Agradezco a los intrépidos interlocutores que se han atravesado en mi camino, para convertirse en queridos y apreciados amigos o en compañeros de viaje, porque me han hecho crecer. Y agradezco mucho a las mujeres, a las colegas, que en las últimas semanas me han invitado a razonar junto a ellas. Sé lo importante que es tener con quién hablar sobre las preocupaciones que residen en nuestras mentes y, en este caso particular, sobre lo que se produce en nuestra relación con el teatro. A esa convocatoria siempre asistiré.

Domingo 10 de diciembre
Bogotá, Colombia.


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