Sonido, la otra fuerza escénica
Ahora que el teatro contemporáneo está empeñado en el uso del video como una segunda escena que desdobla el foro teatral, y ama confundir las fronteras entre el set de televisión y la escena de la actuación, creo que es necesario recordar la importancia del sonido, el postergado de las producciones (y de nuestra vida).
El proyecto sonoro de una obra dramática llega frecuentemente en segundo plano (a menos que se trate de un musical) y pocos se detienen a usar a fondo las posibilidades que actualmente brinda el sonido. Una secuencia sonora da una dimensión más profunda a la escena y puede fecundar la acción más allá del diálogo y del movimiento. Pero nos detenemos poco en el uso del sonido y normalmente se le da una proyección convencional.
Voy a plantearme las posibilidades acústicas de una puesta en escena no musical para explicar las amplias posibilidades del sonido.
Acciones:
1. La música en vivo. Cualquiera que ha tenido esta experiencia sabe que es una fuente de profunda vitalidad para le escena. Una guitarra, un piano, unas percusiones… etc., son un privilegio para cualquier puesta en escena y acompañan la actuación con un sentido fuertemente dramático.
2. El canto. Los actores que cantan nos muestran que la voz es una llave para adentrarnos a otro mundo. La escena se transforma con la alquimia de la voz. Y si el canto ocurre tras bambalinas el efecto se incrementa.
3. Efectos sonoros dentro y fuera de la escena. Las posibilidades de este recurso son infinitas. En los radiodramas se usaban con frecuencia, en la escena viva puede usarse, ya sea por parte de los actores o de un sonidista profesional. También se puede tener el recurso del micrófono que incrementa la fuerza del efecto.
4. Los planos sonoros en estos efectos, de secuencias en la obscuridad, de silencios, murmullos, gritos, estruendos, refriegas, nos dan una gran amplia gama de posibilidades sonoras dignas de tomarse en cuenta.
5. La música grabada, enlatada, recurso de pobres, pero muy eficaz.
El problema viene cuando el uso del sonido aparece como un relleno, sin un plan determinado, como si se tratara de una vertiente implícita en la puesta en escena misma, para dar ambiente. Pero en la fiebre visual que se ha apoderado de algunos espectáculos, el olvido de la construcción sonora es una pérdida, porque en nuestra época vivimos apantallados, somos incapaces de escuchar y las pantallas nos ocultan la realidad, hasta en los momentos más intensos de nuestra existencia. Un video puede tratar de ocultar la pobreza en la concepción de una obra. El sonido bien empleado, exaltar su riqueza.
Apague la luz y escuche era el lema de una serie radiofónica de los años 50 del siglo pasado. Hoy la visión y sus espejismos ha dominado los otros sentidos, en especial la facultad de escuchar, pero esto no debe ser una fatalidad. Los radiodramas, los radioteatros, la radionovela ha quedado casi completamente desechados, si no es en Gran Bretaña y esporádicamente en otros países, como Alemania, Francia y más diluidos en España. La fuerza del Radio Drama no es menos fuerte por eso, y sus posibilidades muy amplias.
Recientemente escuché una dramatización en la radio pública France Inter, giraba en torno al romance de Max Ernst con Leonora Carrington en los obscuros años de la preguerra y su explosión fatal en 1940. Con muy pocos recursos este programa recreaba situaciones, sucesos, emociones, vidas. La eficacia de la reconstrucción depende de la mente humana, y nada hay más fuerte que nuestra imaginación, esa cámara negra en la que proyectamos nuestras obsesiones.
Y los directores teatrales también deberían poner atención a la banda sonora de películas y series de televisión, para notar que mientras más compleja es la producción, más eficaz es su arquitectura sonora. Y una pieza de teatro puede ser como un cuarteto, un concierto, una sinfonía o una obra polifónica. Y puede (y debe) poner atención en el plan sonoro, no sólo de las voces que lo componen, también de todo el ambiente acústico, incluso el que produce (o puede producir) el público. Recuerdo una puesta en escena en la que cada butaca tenía su propia bocina para seguir el desarrollo de la obra. Porque sonido es acción.
Reconquistemos en la escena el poder de la voz, de la música y los efectos sonoros, para equilibrar la multiplicación de las pantallas.