Soy un resto, una palabra rota
Soy la escena y la carne de la escena, la vida última soy. Soy la más Sur de América del Sur.
Hago teatro con lo que tengo: palabra y actores. Ensayo en mi casa. Vivo en un apartamento de la ciudad vieja de 1865, antigua residencia de una prostituta siciliana.
En mi casa también hago funciones para público, pero los vecinos no me dejaron hacerlo más.
Cuestiones de reglamento.
Mi barrio estaba adentro del barrio rojo: zona de prostitutas. Hoy quedan apenas dos travestis de calle como herencia de aquello.
Ser dramaturga y directora de teatro en este costado del mundo no significa nada. No estamos ubicados ni jerarquica, ni culturamente en un espacio privilegiado, ni de visibilidad social ni económica, pero eso no ha detenido los impulsos necesarios para la creación.
La necesaria voz en los escenarios. La palabra rota pero roja, dispuesta a ser grito aunque sea sin escenografía, ni luces adecuadas.
Trabajo desde lo que tengo y lo que soy. Una latinoamericana. Desciendo de españoles e italianos.
Las crisis tienen algo vital: la obligacion de concentrarse en lo importante, lo esencial.
Nosotros nacimos y crecimos en perpetua crisis. La urgencia es zona cotidiana.
La urgencia de la memoria, de la resistencia, la urgencia de lo anterior, de lo que no se ha resuelto. Un continente abierto y fundado sobre heridas, es una crisis que se convierte en identidad. No recuerdo haber vivido otra vida con derechos legítimos. Uno no se acostumbra, se fortalece. Uno crea. El teatro no solamente libera, sana y es milagroso, también es tribuna de denuncia formal, artistica, conceptual, ideológica. El teatro es una herramienta gigante, pura, con una hondura inimaginable, un reducto, esa madre para el invierno frío.
Brazos de amante el teatro es.
Hay muchas armas para dar batalla, para dar pelea. Todos sabemos que la educación es una de las más potentes. También sabemos que la creación escénica, ese encuentro colectivo vivo, fisico, integral, inteligente y sensible, racional y caótico, ordenado y fermental, nos modifica cada vez que lo hacemos, que lo vivimos. Hacer teatro es un arma de lucha que no se encapsula en el tiempo, que no se esconde en los cobardes, ni entiende de censuras, ni represiones: trasciende. Llega. A veces con la escena, a veces con la escritura, a veces con el comentario del público, con el recuerdo de los ensayos, con los edificios y su memoria almacenada, con las fotos, los comentarios de la crítica, los libros publicados, los programas, las filmaciones, las editoriales diversas. La vida teatral prolonga la vida humana.
Brazos de lucha el teatro es.