Subversión y diversión queer. A Panadaría y Rodrigo Cuevas. 34 MIT Ribadavia
Elisa e Marcela, de la joven compañía A Panadaría (O Porriño, Pontevedra), es posiblemente la pieza del teatro gallego que, además de ganar la mayoría de los Premios María Casares de la última edición de estos galardones, ha hecho más funciones y ha recorrido más villas y ciudades.
Sin embargo, el sábado 21 de julio, el Auditorio do Castelo de Ribadavia, en la 34 Mostra Internacional de Teatro, MIT, rebosaba de gente, un lleno total. Muchas de las personas que allí estábamos ya habíamos visto el espectáculo y repetíamos, lo cual significa, ya de por si, muchas cosas que no hace falta explicar. De hecho, Elisa e Marcela de A Panadaría, llevó el Premio del Público de la 34 MIT Ribadavia 2018.
La Praza Maior de Ribadavia, en sus balcones principales, incluido el del ayuntamiento, llevaban toda la semana con pancartas de tela, de esas que ponen en las villas las amistades de las parejas que se van a casar. En el edificio del Ayuntamiento, además de las banderas oficiales, colgó durante toda la MIT la bandera multicolor LGTBIQ al lado de esa pancarta de tela en la que ponía “Elisa e Marcela casan. Vivan as noivas!”.
Después de la exitosa función de Elisa e Marcela, con la mayor parte del público aplaudiendo en pie, hubo un concierto del artista queer asturiano Rodrigo Cuevas, con su show musical “El mundo por montera”.
Tanto Rodrigo Cuevas como las cómicas de A Panadaría parten de una tradición que actualizan desde una perspectiva queer, no heteronormativa ni patriarcal.
Rodrigo Cuevas recoge las coplas y algunos cantos de labor tradicionales, la música folk, para reelaborarlos desde una perspectiva queer, electrónica y heterodoxa. También versiona éxitos de la música pop internacional para llevarlos, mediante una especie de parodia, a lo “enxebre” (castizo), como el “temazo” “Ritmu de Verdiciu”, donde mezcla “Ritmo de la noche” de MYSTIC y la canción popular “Desde Santurce a Bilbao”, cambiándoles la letra, en un remix que hizo dar saltos y bailar a toda la plaza.
La indumentaria híbrida, entre el torero (en el chaleco de luces), el gaitero (en el sombrero), el derviche o la dama de la copla (en la fastuosa falda, abierta por delante, dejando ver los calzones y las ligas) y las madreñes de labriega, le dan un aspecto ambiguo y espectacular que, con sus movimientos sensuales y provocativos, semeja la evocación de una mezcla entre Freddie Mercury, Tino Casal y Paco Clavel.
Sin embargo, el humor y la diversión vienen cargadas de la transgresión y de la crítica, por ejemplo, contra los “machirulos” que, en general, nos gobiernan y que nos llevan a un mundo que es mucho peor de lo que podría ser si estuviese gobernado desde una actitud y una óptica diferentes.
Esa transgresión crítica, humorística y festiva, que antes ejercía el Antroido (Carnaval), marca una diferencia muy importante respecto a otras y otros artistas del show musical.
Entre el Antroido y el cabaré, la música electrónica, la copla, la música folk y la desconstrucción queer, Rodrigo Cuevas ofrece un espectáculo único que, valiéndose de los clichés y de algunos estereotipos, acaba por subvertirlos.
Elisa e Marcela también juega con las convenciones generales más tradicionales del teatro y con las convenciones particulares de la comedia, pero las articula desde la fragmentariedad posdramática del “théâtre de variétés”. Mezclan números de pantomima, de teatro físico, números musicales y canciones, reelaboraciones de los ritmos y acordes flamencos, del fado, del teatro de sombras chinescas, del slapstick, etc., vinculados por la historia y las hipótesis sobre la historia del primer matrimonio de lesbianas del que se tiene noticia, Elisa y Marcela, que se casaron en la iglesia de San Xurxo de A Coruña en 1901 y después tuvieron que emprender una larga y aventurera huida.
De fondo la historia, la documentación y las hipótesis sobre esa aventura de Elisa y Marcela. En el escenario un show de variedades, de teatro popular, con una espléndida perspectiva de género, que transgrede los cánones sobre lo femenino que reinan aún en la sociedad heteronormativa y patriarcal.
La afirmación, con la entrega física y vocal, de las actrices y de su presencia, nunca tapada por la representación realista de unos personajes ni del relato, es, en si misma, un grito de liberación y de diversidad al chocar con esos cánones de la mujer que establece la moda.
El teatro de variedades, los gags cómicos, los números musicales, todo a capela y a pelo, sin más escenografía que una tela y una iluminación que participa en esa actuación lúdica, tienen una fuerte inscripción tradicional, a través de las convenciones teatrales más reconocibles. Así mismo, también posee una fuerte conexión popular, no solo por los mecanismos convencionales empleados, sino también por los recursos cómicos de descodificación sencilla y directa.
Todo esto, además, fermenta gracias a la entrega y a la simpatía natural de las propias actrices, Areta Bolado, Noelia Castro y Ailén Kendelman, que, con su disfrute y desenvoltura, hacen las delicias del público y, posiblemente, consiguen mover los lindes de las “leiras” (parcelas) mentales.
P.S. – Sobre la Cía. A Panadaría y Elisa e Marcela, también puede leerse el artículo titulado “Elisa y Marcela se casan en 1901 en A Coruña. A Panadaría”, publicado en esta misma sección el 30 de octubre de 2017.