Sucede en Olot
Este fin de semana pasado hemos asistido a uno de eso acontecimientos en los que se cambia el sentido de las agujas del reloj. En una población catalana, Olot, en la comarca gerundense de La Garrotxa, de poco más de treinta mil habitantes, hemos comprobado como la danza contemporánea puede ser algo con presencia masiva en sus salas, tetaros o plazas, si se trabaja con sentido común, pasión y apoyo institucional. Hablo de Sismògraf, ahora convertido en feria o mercado de al danza contemporánea y que concita a cerca de doscientos profesionales de la creación, la gestión o la información.
Hablamos de apoyo institucional ya que hasta el propio Conseller de Cultura estuvo presente, además de otras cargos en la estructura de gobierno, lo que nos parece bastante importante como símbolo de las formas que deben acompañar a las decisiones y a los presupuestos. Cuatro días en los que Olot se convierte en un gran salón de baile, en donde las plazas se llenan para ver bailar a los emergentes, a los consagrados, a las nuevas tendencias. En los que el mismo día y a la misma hora en la que los bares de esta localidad rebosaban de personas viendo el partido del siglo, el Teatro Principal estaba lleno para ver el último trabajo de La Veronal. Algo parecido a un milagro.
Detalles que queremos remarcar porque compartimos espacios, butacas, vientos con personas de diferentes lugares del estado español que se dedican a la danza y/o a las artes escénicas y quedábamos sorprendidos por esa participación de la ciudadanía, por esos públicos jóvenes, adultos, mayores que recibían estas propuestas de danza contemporánea con una atención, respeto y disfrute fuera de lo común. Algo que nos alegra, que nos hace reafirmarnos en la necesidad de la insistencia, del trabajo continuado, de la difusión, de apoyo a los nuevos creadores, de tratar a la danza en general y a la contemporánea en particular sin complejos, en pensar que existen públicos receptivos ante cualquier novedad y que solamente necesitan oportunidades y conocimiento.
Olot estaba plagado de globos, pancartas, pasquines que señalaban que se estaba ante un acontecimiento festivo y cultural, que los medios de comunicación locales, regionales, catalanes, dedicaban páginas, minutos de televisión en todos los canales y rangos y de radio de manera muy significativa, lo que le da valor y relevancia y nos vuelve a colocar ante la necesidad de una apuesta desprejuiciada de los medios de comunicación para informar de los eventos culturales más allá de al reseña mecánica.
Jornadas de trabajo para profesionales, clases magistrales, encuentros y una amplia y variada programación, con una presencia, lógica, de la danza catalana, pero abierta a todas las experiencias. No queremos hacer una crónica artística, simplemente aplaudir la iniciativa, dejar constancia de las sensaciones euforizantes que nos tratemos de esta edición, la segunda en formato mercado, que consideramos que a partir de estas iniciativas, junto a otras en otros niveles, se crea una esperanza para ir introduciendo de manera habitual la danza en las programaciones habituales, aunque sabemos que es muy difícil lograra esta respuesta de los públicos en espacios no convencionales y con duración corta de estas experiencias, algunas de ellas muy inmaduras, frente a otras que nos han descubierto a grandes creadores y creadoras jóvenes.
Sucede en Olot. No lo olvidamos. Nos dijo un alto cargo de la Generalitat que se trata de uno de los seis mercados culturales estratégicos. Tomamos nota. En esta tierra volcánica está el epicentro del movimiento dancístico.