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Suevia Rojo y la poesía del movimiento

Lo importante no es el paso, sino lo que hay entre paso y paso, afirmaba Antonio Gades. Lo importante está entre los pasos.

Hay coreografías que se nota que son coreografías, se puede percibir la escritura. En ellas, las posturas, las posiciones, saltos, cargadas (portés)… sus formas y estructura, diseñan una partitura de efectos casi inapelables, destinados a asombrarnos y a cautivarnos. Por ejemplo, ante un triple salto mortal solo cabe el asombro y el aplaudo enfervorizado. Es casi como el más difícil todavía, aquel lugar común, aquel tópico que el circo contemporáneo ya ha ido superando. Pero antes y después de esos pasos espectaculares no hay nada o casi nada, como mucho la expectativa antes y el “chimpún” después, la resolución en la que la tensión se libera y afloja dando lugar al aplauso. Pero salimos igual que hemos entrado, aunque hayamos flipado y nos hayamos entretenido un rato.

Entre los pasos efectistas (que, seguramente, no han sido creados desde una necesidad auténtica y existencial profundas o que no han resultado de la decantación del tiempo y de la investigación) hay transiciones, maneras de ligar esos pasos, o actitudes y poses “teatrales” igualmente demostrativas. Casi parecen decirnos: lo que tienes que ver es esto y esto y esto. Y esto es la hostia y tienes que flipar sí o sí. Pero solo hay eso. Entre los pasos solo hay eso: transiciones y la captación por la captación.

Frente a esta tendencia más exhibicionista, está la danza en la que no somos capaces de distinguir los pasos. Quizás los haya, pero yo no los veo. Todo parece fluir de manera fácil y natural. Aunque, obviamente, no se trata, para nada, de algo natural. Es, por la contra, algo artificial y extraordinario que, sin embargo, parece emanar de la tierra igual que una planta, de manera orgánica, lógica, necesaria, verdadera.

En sus apoyos bienales, el festival de danza y movimiento ABANEA, en Galicia, (Ismo Cultura y Xunta de Galicia) ha apostado por la joven gallega Suevia Rojo, formada en Portugal, concretamente en O Porto, que ha debutado con el solo ‘PENSAR A CONTRATEMPO’ (pensar a contratiempo). La he podido ver en Marín (Pontevedra), el sábado 20 de julio de 2024, en el festival ABANEA y me ha dejado maravillado. Lo más importante parecía acontecer entre los pasos. De hecho, se podría decir que no había pasos, que aquello era un fluir tan cinético como expresivo y abierto. El caudal de movimiento iba adquiriendo, en diversos ciclos y a diferentes distancias, calidades inusitadas, ora en microsegmentaciones delicadísimas, ora en “legatos” que hacían cimbrear su cuerpo menudo, convirtiéndolo en algo enorme que nos alcanzaba. El trabajo de Suevia es un descubrimiento fascinante por la calidad y la originalidad del movimiento. Parecía como si estuviese a inventar un nuevo estilo, con momentos gestuales sencillos y una fuerza helicoidal que se desplegaba desde la tierra y ascendía por el cuerpo hasta el más allá. Mirada limpia, de intensidad y belleza ecuánimes, capaz de crear horizontes y da cambiar nuestra manera de estar mientras baila.

‘PENSAR A CONTRATEMPO’ no parecía una pieza de danza al uso (si es que hay alguna que lo sea), parecía un fenómeno de la naturaleza que se estaba desatando ante nuestra mirada, alimentándose y creciendo por esa energía que ella, Suevia, igual que una planta mágica, catalizaba y transformaba en una danza inaudita, original, libre de cualquier moda o tendencia.

Apenas el gesto de un brazo y de la mano alargándose hacia arriba, al mismo tiempo que su mirada también se alargaba y expandía saludando horizontes. Apenas la flexión de todo el cuerpo, afianzándose en el suelo, sin que cesase el caudal de movimiento, que era como la sabia, la calidad del “entre” los indetectables pasos. Una onda que es existencial y coreográfica al mismo tiempo, o bien una decantación coreográfica de algo profundo y verdadero que está en Suevia, que la conecta con la tierra, con el cielo y con nosotras/os.

Otro elemento fascinante es su manera de desplazarse por el espacio, de pasar de estar lejos a estar cerca y en la lejanía generar sensación de cercanía y en la cercanía generar la sensación de lejanía y que casi no nos demos cuenta de que se está desplazando. No la vemos desplazarse por el espacio y ya está aquí.

Hay, en todo ello, una belleza sutil y encantadora, una alegría melancólica, una sencillez cautivadora. Quizás porque Suevia Rojo es una joven bailarina y creadora que piensa con el cuerpo a contratiempo de casi todo lo que solemos ver.

No nos quiere hacer flipar, sin embargo, flipamos. No nos quiere hacer sus cautivos, sin embargo, como acabo de apuntar, nos cautiva. Tan importante es lo que debe de haber entre los pasos, como decía Gades, que hasta los pasos han desaparecido y solo ha quedado la poesía del movimiento, abriendo, polisémica, un mundo.

P.S. – Artículos relacionados:

“ABANEA. La danza que refresca”. Publicado el 30 de julio de 2023.


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