La 31 edición de Fira Tàrrega ya ha terminado, la primera bajo la nueva dirección de Jordi Duran. La ciudad de l’Urgell recupera el pulso habitual. Las compañías recogen sus bártulos y cargan sus furgonetas. Para los artistas, llega el momento de reordenar la información, de no perder las tarjetas de los programadores y de recordar quién dijo qué. Ahora también viene lo más difícil: concretar las ventas y romper con el desánimo general instaurado en el sector. Muestra de ello era el ambiente que se respiraba en la Llotja, el espacio de relación entre compañías y programadores, bastante deprimente y poco esperanzador.
El grueso de la programación de este año ha venido básicamente a partir de propuestas de circo y de danza. La histórica compañía circense Los Galindos fue la encargada de inaugurar la Fira. Este espectáculo es un reto y una responsabilidad y a menudo es un caramelo envenenado. Es muy difícil hacer algo de calidad para 5.000 personas cuando uno no está habituado a grandes espacios. El espectáculo fue digno, aunque no fue más que una concatenación de números acompañados por una banda de música en directo. Poca cosa más. No pude ver el espectáculo de clown «De paso» de la Industrial Teatrera, pero se ve que fue memorable. Entre las propuestas de danza me quedaría con el trabajo de Anna Estarriola y su «The happiest», esa catalana con base en Helsinki desde hace siete años, fue de las únicas compañías que presentó algo atrevido y diferente. Una brizna de aire fresco entre demasiada polvareda. Las propuestas de calle que vinieron de Sudamérica eran muy esperanzadoras cuando uno leía la descripción en el programa. Por desgracia sólo pude ver una, la propuesta de un grupo chileno titulado «Kadogo niño soldado», una pieza de fuerza física con temática de denuncia social. El tema era interesante y comprometedor, pero demasiado obvio, demasiado llano.
Hay algo que está claro: hay espectáculos, en palabras del mismo Jordi Duran, de digestión fácil y otros que no lo son tanto. Estoy muy de acuerdo que se plantee esta diferencia abiertamente. No pasa nada en decirlo, es más, es bueno. Lo que pasa es que uno tiene la sensación de que en esta edición de Fira Tàrrega, a nivel de espectáculos de calle, han predominado los espectáculos de digestión fácil.
Una vez finalizada la Fira, entro en su página web y leo una noticia que acaban de colgar: «Valoración final: apoyo a la creación y epicentro de la actividad escénica internacional». Abro la noticia y en el primer párrafo se puede leer: «La presente Fira, que ha destacado por ser la primera con dirección artística de Jordi Duran, se ha desarrollado alrededor de dos grandes ejes: el impulso a la internacionalización de las compañías programadas y el estímulo a la creación». De lo primero, hay que decir que se ha trabajado muy bien. La cantidad de programadores internacionales que la organización ha convocado en Tàrrega ha sido espectacular. Se organizó una comida con compañías y programadores extranjeros que fue muy bien. Festivales de todo el mundo, de Corea, de Canadá, de toda Europa… con un mercado interior ineficiente y con unas aguas tan estancadas, no hay otra que la salida al exterior. Indiscutiblemente, la organización de la Fira ha sabido leer lo que las compañías necesitan. ¡Bravo!
Ahora bien, el capítulo del estímulo a la creación, el segundo eje que ha caracterizado la Fira, ha flaqueado por todas partes. Los resultados artísticos han sido decepcionantes y la dirección artística del Fira debe tomar nota. No puede ser que uno de los dos ejes estratégicos haya tenido estos resultados. Me voy a centrar en dos espectáculos, el de La Reial, con su propuesta de «El guía» y el de la compañía Planeta 15, con su pieza «La bola de oro». Ambas piezas son espectáculos site-specifics, una de las prioridades de Duran y que la organización las etiquetó bajo el paraguas de «nuevas dramaturgias». En la propuesta de la compañía La Reial, hubo riesgo y atrevimiento en el formato, pero falló la dramaturgia. El espectáculo lo tenía todo (idea, espacio, concepto, grandes actores) para que hubiera sido una de las sensaciones de la Fira de este año, pero la historia que se contaba tenía poco interés. En el caso de «Plantea 15», hubo de todo menos «nuevas dramaturgias». Los creadores son gente que viene de Teatro de los Sentidos, ¡pero uno no puede salir de un sitio para hacer algo peor de lo que venía haciendo! Sólo una maravillosa escena final para los que vieron el pase en horario de noche salvó el espectáculo. El show se hizo en el Talladell, una localidad cercana a Tàrrega y que ya es un espacio clásico en la programación de la Fira. Nada de innovación tampoco en este aspecto. La compañía guiaba a los espectadores en pequeños grupos en un itinerario sensorial de escaso interés. Ni estimulaba los sentidos, ni tampoco había ninguna idea interesante en el discurso. Tomadura de pelo.
¿Cómo puede ser que falle un eje estratégico? Si la organización cuida de manera especial a unas determinadas compañías dentro de un programa llamado «Suport a la creació», ¿no se ha hecho seguimiento? ¿No es también responsabilidad de la dirección artística que las propuestas que acoge en su casa acaben siendo productos de nivel? ¿La dirección artística no se ha dado cuenta en todo el proceso de gestación que algo iba mal? Cómo puede irte mal algo que para ti es estratégico? Entiendo perfectamente que haya espectáculos de digestión fácil, es comprensible y natural que así sea, pero los de este tipo no pueden estar en un programa o en un marco esencial y estratégico para la organización.
Estoy convencido de la capacidad de la nueva dirección artística de Fira Tàrrega. Creo compartir buena parte de las ideas y de la forma de entender el teatro de Jordi Duran. Los nuevos lenguajes, los nuevos formatos… sé que para él esto es importante. Pero algo no ha funcionado del todo bien en este aspecto de la 31 edición de Fira. Es bueno que pasen estas cosas y natural. Estoy convencido que vendrán buenas ediciones de Fira Tàrrega. ¿O es que a alguien le salen bien las cosas a la primera?
