Tàrrega insólita
Para los que no somos amantes de las masificaciones ni del calor, la pasada edición de FiraTàrrega ha sido una bendición, un agradable oasis escénico. No recuerdo una Fira con tan poca gente. No de los profesionales (que estaban todos como cada año), sino me refiero a nivel de espectadores y paseantes, y de éstos, de los que no compran entradas, porque los espectáculos de pago estaban bastante llenos. La previsión meteorológica no era buena, aunque al final acabó lloviendo muy poco, y supongo que esto frenó a mucha gente de Barcelona y otros pueblos y ciudades fuera de la provincia de Lleida que prefirieron no desplazarse este año. Aún así, los que estuvimos, vimos una Tàrrega insólita, con espacio de sobra y condiciones óptimas para ver los espectáculos de calle, sin muchas colas en los bares y con sitio en las terrazas. Insólito y delicioso.
Hubo novedades importantes en la programación de este año, empezando por una idea interesante cuyo formato deseo que se repita en el futuro. Se trataba de la instalación del dramaturgo Esteve Soler y del escenógrafo Jordi Queralt, una reflexión sobre la urbe que se materializaba con una serie de intervenciones plásticas esparcidas por Tàrrega. Bajo el título de «Contra la ciudad», la pieza recogía muchos de los conceptos que el mismo dramaturgo ya había desarrollado en su trilogía de las «contras» (Contra el amor, Contra la democracia, Contra el progreso) y que convergen en un tema central que es la deshumanización. Digo que me pareció una idea interesante, por el hecho de juntar un artista visual con un dramaturgo, y porque al final es como un espectáculo que te lo vas encontrando mientras vas de un lado para otro y que te acompaña durante los días de la Fira. Es una interpelación constante del artista al espectador que está presente mientras estás en Tárrega. Queremos más de esto el año que viene.
Otro aspecto que encontré novedoso fueron las localizaciones de algunos espectáculos, especialmente el que ocupaba la compañía chilena Teatro Niño Proletario en el espacio Les Sitges (silo) y la compañía mejicana Vaca 35, que tenía que actuar en el Safareig (lavadero), pero que por un cambio de última hora, tuvieron que trasladarse en una especie de almacén lóbrego que acabó encajando a la perfección con la propuesta artística. La apuesta por los espacios no convencionales no debe reducirse a lo que pasa a El Molí del Talladell, sino que tiene que seguir y ampliarse, como hemos visto este año. Pero hablemos de estos dos espectáculos. «El otro» de la compañía chilena resultó ser un ejercicio interpretativo soberbio, magistral, pero nada más. El enorme trabajo actoral que retrataba una escena cotidiana en un psiquiátrico no estuvo acompañado por ninguna historia y el espectador la hecho en falta. La propuesta de los mejicanos de Vaca 35 fue en cambio la bestia parda del Fira. «Lo único que necesita una gran actriz, es una obra y las ganas de triunfar» fue la gran sorpresa, una propuesta que sería necesario que algún teatro de aquí comprara. Magnífica dirección de Damián Cervantes, que con detalles tan simples (una lucecita, una ventana, un grifo de agua), consigue un viaje extraordinario. Dos actrices como la copa de pino, una de ellas gorda, gordísima, un huracán interpretativo que te deja sin aliento. La obra es una adaptación libre de «Las criadas» de Jean Genet, que a mi me hizo pensar sobre lo difícil que es querernos y sobre la finísima línea entre el amor y el odio. Imperdible. Hay que volver a verlo.
En cuanto a la calle, vimos «Pelat» de Joan Català i «Abscisa» de Jordi Galí. Ambos espectáculos tenían aspectos en común: ausencia de música, verticalidad y equilibrio, vestuario austero, público en silencio… Me pareció una buena línea de trabajo de los espectáculos de calle, un camino a seguir e investigar a fondo. El trabajo de Galí me gustó por su radicalidad, una especie de ejercicio de física o un problema matemático convertido en espectáculo, en poesía. La propuesta de Català tiene un primer cuarto de hora brillante, en el que me transporté al campo, a la dureza del trabajo de antes, a la relación con los animales, a la rudeza de lo rural. Pero con la entrada de la participación del público, la pieza no acaba de mantener el tono y pierde demasiada materia gris. Por otro lado, los resultados de los alumnos del máster de artes de calle de FiraTàrrega que ha iniciado este año la misma organización, tuvieron algunos problemas. Entra dentro de la normalidad, es la primera promoción y había que probarlo, pero son necesarios algunos ajustes de cara el año que viene.
Este año fuimos a Tàrrega en comitiva, éramos 9 y nos organizamos para tomar alguna cerveza postfunción con algunos artistas y comentar la jugada. Un lujo y una forma de vivir la Fira más intensamente, más escénicamente, más como nos gusta. Me perdí muchas cosas, inevitablemente, como «Fet a mà» de la compañía Cru, que sí lo vio alguien del grupo y contó maravillas. Eduard Molner cerraba su crónica de Tàrrega en el Cultura/s de la semana pasada, diciendo que actualmente el espectador inquieto tiene que ir a Salt, Girona y Tárrega. Un duro golpe a la capital que debería hacerle reflexionar a más de uno. Estoy de acuerdo y lo comparto. Así pues, próxima parada, Temporada Alta.