Te quiero, ¿qué te compro?
No pretendo ser anti sistémico como un virus capaz de invadir un organismo hasta aniquilarlo, pero odio cuando el amor se aquilata por el valor de los regalos.
Los reyes magos son los mayores gestores de un eficiente marketing.
En español se dice mercadeo, pero en ingles parece más culto.
Cool.
Para muchos, en esta época sus ventas pueden llegar a significar cerca del 40% de la venta anual, por lo que mejor ayudar al sistema antes que ponerse en su contra; es demasiado poderoso.
Creo que por primera vez en mi vida, aunque siempre apelé al ingenio para salvarme, no tengo idea de que regalar.
Siendo niño, para los papás cualquier dibujo servía, quienes los recibían con orgullo porque resaltaba las dotes artísticas de su retoño, aunque no fuese más que un árbol de tronco café con follaje verde. Obvio, los arboles tienen tronco café con follaje verde.
Ya que no me convertí en un Picasso o Dalí, regalarle un dibujo a mi esposa, seguramente sería una causal de divorcio que cualquier tribunal de familia acogería.
Odio cuando pregunto qué quieren recibir de regalo, me contestan “cualquier cosa” y cuando reciben “cualquier cosa” la expresión de la cara no es precisamente de agrado.
Con los niños es diferente porque son tan influenciables por la publicidad, que mirando comerciales, uno pude saber exactamente que regalo los puede hacer felices, claro que hasta que aparezca en el mercado, otro objeto para ser feliz.
Los centros comerciales se repletan de compradores que a punta de tarjetas de crédito, prácticamente asaltan los locales para llevárselo todo, incluso aquellos artículos sin destinatario, pero que ya encontrarán donde llegar.
Perfume, lo ideal sería un perfume.
¿Cual?
Viendo la publicidad de perfumes, no encuentro ninguna guía porque aun las pantallas no son capaces de transmitir olores y la señorita curvilínea a bordo de esa lancha con rumbo a una isla paradisiaca, seguramente transpirando por el sol abrazador sobre su cabeza, no sé si huele bien o mal.
¿Un chocolate?
Los chocolates son siempre salvadores, pero en esta era light donde menos es más; menos azúcar, menos grasa, menos sodio, menos tolerancia, puedo equivocarme gravemente en la elección, además que lo adecuado sería regalarle un chocolate con alto porcentaje de cacao.
¿Para que si ya tenemos suficiente amargura en la vida como para agregarle más?
Podría mal interpretarme con eso de la amargura.
No sé muy bien cómo, ya se me ocurrirá, pero voy a tratar de justificarme con el estribillo del villancico repetido hasta el agotamiento “noche de paz, noche de amor”.
De nuevo complicado, porque durante el día previo a la noche buena de seguro será de carreras desesperadas tratando de alcanzar a comprar lo último, además de preparar la cena, decorar la mesa y vestirse para la ocasión, mucha paz no habrá.
De Amor, dependerá de la cara e mis hijos cuando abran sus regalos y la de mi señora cuando reciba el dibujo que ya le estoy preparando.
Lo barato cuesta caro, mejor le regalo flores, aunque hoy en día, las flores artificiales sean tanto o más hermosas que las naturales.
La rubia me convenció, va a ser un perfume.
¿Floral, cítrico…?
Jo, jo, jo…
Feliz navidad.