Teatro ¿ de mujeres?
Realicé hace unos años una hermosa experiencia con un personaje de la literatura «Molly Bloom» tanto dirigiendo a una actriz catalana, como interpretándolo como actriz, cosa que todavía lo hago, y a raiz de esto se produjo un cambio radical en mi trabajo en el teatro. Molly Bloom es un personaje femenino concebido por James Joyce; es el último capítulo de su famosa novela «Ulises». El sicoanalista Carl Jung cuando lo leyó dijo de su autor que conocía el alma femenina «más que la abuela del diablo».
Joyce a través de Molly nos cuenta las cosas desde la versión de las mujeres. Eso empezó a ser una novedad para mí. Joyce admiraba a Ibsen,el cual creó el bellísimo personaje para teatro de Nora en «Casa demuñecas», y también en el teatro se daba la versión de las mujeres.
Empecé a indagar en las historias de mujeres y, sobre todo, a buscar autoras femeninas. Necesitaba oir la versión que las mujeres daban de las cosas, trascendentales o cotidianas, cercanas o lejanas. Descubrí a mujeres como María de la O Lejárraga dramaturga, diputada durante la segunda república y una de las pioneras del feminismo en España. Sus obras las firmó como Gregorio Martinez Sierra, nombre de su marido, pues como ella misma decía, nunca habrían sobrevivido con su nombre.
He llevado a escena obras adaptadas al teatro de Arantxa Urretabizkaia «Zergatik panpox?»/ «¿Por qué panpox?», Marie Darriesseucq, su provocadora novela Marranadas, que todavía represento y que a tantos programadores asusta; sobre María de la O Lejárraga, y actualmente preparo «Mujeres al rojo vivo» de Edurne Rodriguez, fallecida muy joven, hace pocos años.
Tanto en cine, como en teatro o en literatura la versión que se ha contado ha sido la de «ellos» generalmente; protagonistas masculinos que, como dice Itziar Bollaín, directora de cine, » son a los que les suceden las cosas interesantes y ellas solamente los acompañan.»
Curiosamente las encuestas nos muestran que más del 80% del público que va al teatro lo componen las mujeres. También en las escuelas de teatro el porcentaje de alumnas es mucho más alto. También pasa en danza. Por ello uno podría creer que el escenario está ocupado por las mujeres, pues no, está ocupado el patio de butacas, pero no el escenario, ya que las obras de teatro, todavía hoy, están concebidas, en su mayoría, para intérpretes masculinos. «Los personajes femeninos los acompañan.»
Sin embargo, los tiempos se remueven, tal vez se muevan, y empiezan a escribir, cada vez más, las mujeres, a protagonizar personajes, a ser dirigidas las obras por mujeres y el punto de vista masculino, omnipresente en la historia del teatro, se confronta con el punto de vista femenino.
Pero ahora nos encontramos con una sorpresa: alguien crea un subgénero en el teatro llamado: «teatro de mujeres». Y aquí acecha la insidia, como diablo cojuelo. Diablo por malo y cojuelo porque cojea.
Una experiencia que me gusta relatar es la de un estreno de un espectáculo en el que yo como actriz protagonizaba junto a dos actrices más un espectáculo escrito y dirigido por una mujer: Garbi Losada, «Lamiak». Unos cuantos programadores de diferentes teatros de Euskadi, en amigable charla, comentaban que el espectáculo había gustado al público, porque en la sala había sobre todo mujeres, (que como ya os he dicho es lo habitual) y que el espectáculo era «un asunto de tías»…
En ese espectáculo tres actrices le decían al público: ¡Atrévete a soñar! El espectáculo podía ser representado por tres actores, que le habrían dicho al público: ¡Atrévete a soñar!
Curiosamente un grupo de teatro colega estrenó a la vez un espectáculo interpretado por tres actores. Una adaptación de Shakespeare dirigida por un director. Bien, pues os aseguro que en ningún momento se dijo que era un espectáculo de chicos o de hombres o de tíos. ¿No me creeís? Sí, claro que me creeís.
Si hay un teatro de mujeres, o de «tías», entonces hay un teatro de «hombres». Sin embargo esto último a todo el mundo le parece ridículo: ¡teatro de hombres, qué tontería! ¡A ver cuál es, entonces, «el teatro teatro», ése que se supone que es para hombres y mujeres, y a veces para chicos!
Todos siempre hemos pensado que el teatro es uno y para una sociedad a la que, riendo o llorando, le hacemos ensanchar sus límites. Un teatro que le ofrece paisajes nuevos para su vivir cotidiano, y nuestras inquietudes interesan tanto a hombres como a mujeres. Sobre todo, porque vivimos juntos y revueltos.
Hemos empezado ha escribir y dirigir espectáculos, observamos nuestra sociedad y contamos y protagonizamos historias. Sin duda debemos superar esta fase en la que despectivamente decimos: “…un teatro de tías”, porque sólo esconde una cosa: considerar el trabajo de las mujeres como género y no como lo que es, trabajo con nombre propio.
Cuando adapté para la escena «Zergatik panpox?», de Arantxa Urretabizkaia, interpretando a una mujer abandonada por su pareja y sola con un crío que nos hablaba de su vida de cada día a partir de ese abandono y la relación con su hijo, un espectador, dibujante de El País y otros medios, en una actuación en Madrid me dijo que se había sentido totalmente retratado y vivía, como separado con un hijo, circunstancias muy parecidas a las de nuestra protagonista: su mismo estrés, las mismas presiones… Curiosamente ese espectáculo les gustó mucho a ellos. Y probablemente en la versión contada por esa mujer se identificaron muchos de ellos, incluso podía darse que más que en posibles versiones masculinas que hablaran de la separación, el abandono o la soledad, que todos, tíos y tías vivimos y conocemos bien.
Yo creo que poco a poco empezará a darnos igual alrededor de quién urdimos el entramado de nuestras historias y quiénes las cuentan y sea como sea tendremos conciencia de estar interesándonos por un teatro que a todos atañe, escriba quien escriba y desde donde escriba dirija o interprete.
Ibsen,Yoyce, Marie Darriesseucq, Arantxa Urretabizkaia, Molly Bloom, Hamlet, Nora, yo misma, tú… él… en definitiva todos escribimos y hablamos de la vida y de la muerte.
Maite Agirre agerreteatroa
