Teatro íntimo
Con este nombre ha bautizado la actriz mexicana, Claudia Solís Andrade, su experimento para hacer del teatro algo cuya interactividad intensifique la comunicación entre actor y espectador porque el diseño que está empleando tiene entre sus objetivos fundamentales disparar la imaginación del espectador y hacer que con el desarrollo de la obra tenga la oportunidad de oficiar como director imaginario y comience a proponer modificaciones al proceso.
La muestra que hemos visto de esta variable de un espectáculo teatral, durante el vigésimo séptimo festival cultural de Zacatecas ha sido llamada por la actriz, SHAKESPEARE ÍNTIMO, y no es porque sea una descripción de la intimidad del dramaturgo, sino por la manera como el espectador llega a cada uno de los episodios, porque no lo está haciendo desde una posición inmóvil, sentado en la comodidad de la sala de butacas, sino moviéndose por muchos lugares que le permiten entrar en espacios adonde en condiciones de diseño más conservador sería prohibido ingresar porque se pone en riesgo la dramaturgia de los protagonistas.
La obra comienza de puertas para afuera, despertando la curiosidad del espectador, quien con los primeros anuncios sabrá que se moverá al ritmo del espectáculo, pero no las condiciones bajo las cuales lo hará, y quien desde el comienzo rompe reglas tradicionales de acceso al espectáculo teatral como ha sido acercarse a una taquilla, comprar un boleto, hacer una fila y por último ingresar en una sala con la convicción de que durante la representación será un receptor más, porque en el caso al cual nos estamos refiriendo el espectador expresa su intención de acceder e integrarse al desarrollo de los acontecimientos teatrales, con solo llamar a la puerta.
Esta es una representación cuyo desarrollo se produce dentro de lo que podemos denominar una sala móvil, porque es una casa de características antiguas que sugiere la existencia de un contenido histórico estacionado, esperando acciones externas para reactivarse, dotada de espacios desnudos, que se van llenando con diálogos, gestos, juegos de luces y con la posición, predefinida por su directora, que deben tomar los espectadores en cada episodio, y cuyo número no debe exceder de treinta.
El libreto para este experimento es la suma de episodios significativos de tres obras representativas de Shakespeare, como son, Romeo y Julieta, El rey Lear y Otelo, y la puesta en escena, dadas las condiciones del espacio físico dentro del cual se desarrolla la acción, ofrece una sensación de compromiso colectivo entre espectadores y actores que al paso que se desarrolla la obra se va convirtiendo en una especie de complicidad. En virtud de lo anterior, el espectador llega a estar en condiciones de experimentar la emoción de Romeo cuando escala el muro para llegar a la ventana donde está Julieta, de percibir el sentimiento de desolación tardía del rey Lear, y de compartir el dolor moral que afecta a Otelo y su sufrimiento por su incurable celotipia.
De acuerdo con nuestra percepción ésta es una manera de buscar la interacción entre el personaje, el espectador, el argumento, la escenografía y demás circunstancias que se hallan implícitas en una representación teatral, que no es necesariamente la tradicional forma que emplean algunos de convidar por momentos al espectador, para halagarlo y mantener su atención haciéndole creer que es parte del proceso.
Esta es una buena idea para vincular al espectador al proceso representativo de la obra y de llevarlo a compartir el argumento de la misma más allá de la simple percepción teórica, y posiblemente una buena estrategia para recuperar el entusiasmo por el teatro.