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Texturas, textos y dramaturgias

Los textos para teatro, utilizados para ser vistos y oídos en escena, han experimentado enormes cambios y, desde el género dramático, se han diversificado, tanto a nivel poético como retórico, tanto a nivel estilístico y estético como estructural y paradigmático.

El propio género dramático ha expandido, de manera ilimitada, sus fronteras desde el drama considerado canónico o aristotélico hasta el posdrama, pasando por el drama épico, el drama simbolista, el drama surrealista, el drama expresionista, el drama híper-realista, el drama rapsódico, etc. Hasta la partitura entendida como un tejido de textos (un texto de textos) multiformes (textos ensayísticos, textos líricos, textos técnicos, textos legislativos, textos coreográficos, textos visuales, textos musicales…)

La Dramaturgia, como arte (artificio y oficio) de composición de acciones para un espectáculo, integra multiplicidad de textos y es, en sí misma, un texto, entendido éste como un tejido de acciones.

Resulta curioso, en todo caso y a manera de resumen global, observar cómo de un texto dramático literario, dentro del denominado canon aristotélico neoclásico, al servicio de una fábula o historia, se opera una especie de división entre significante y significado, entre forma y contenido. En esta separación el CÓMO (la forma) responde a un modelo constructivo, más o menos, fijo y predeterminado, que se adapta a la representación de un QUÉ (el contenido).

Frente a este paradigma dramatúrgico (neo)clásico estaría la concepción según la cual forma y contenido son una sola cosa indivisible y orgánica. Aquí hablar de modelo o paradigma constructivo ya resulta una contradicción en sí misma, pues cada texto crea sus propios mecanismos de coherencia poética o textual al margen de cualquier modelo pre-existente.

En este caso el texto es la decantación de una cualidad poética. El texto es más una textura que una forma al servicio de un contenido distinto a ella. La cualidad, la textura, constituyen sus valores principales. Son lo que dicen y dicen lo que son. O, incluso, no dicen pero son y (nos) afectan, (nos) conmueven, (nos) cambian, (nos) tocan…

Cuando el texto es más textura y calidad que historia o mensaje es cuando se vuelve elocuente en su propia fisicidad, en su propia materialidad, en su propia autonomía. Pienso en las obras teatrales de Thomas Bernhard, de Samuel Beckett, de Sarah Kane, por ejemplo, en las que el propio texto es un hacer en sí mismo.

Hace unos días acudí a la ESAD DE GALICIA para escuchar la lectura dramática de UN INTRE ANTES DO SOLPOR (Un instante antes del ocaso) de ANA CARREIRA VARELA. TFG (Trabajo Fin de Grado) en Arte Dramático en la especialidad de Dirección escénica y dramaturgia (itinerario de Dramaturgia).

Es una alegría constatar como la Dramaturgia, en su vertiente textual (Literatura dramática), si está bien compuesta y escrita, ya se sostiene por sí sola, incluso sin florecer en un espectáculo teatral.

A ver si Aristóteles va a tener razón en aquello que parece decir en su «Poética» cuando señala que «En cuanto al espectáculo, resulta seductor, pero es lo más ajeno al arte y menos propio del arte poético. Pues el efecto de la tragedia subsiste aun sin representación ni actores […]»

¡Bromas aparte! ¡Ya sabemos que como el teatro y el espectáculo en vivo y en directo no hay nada más potente ni cautivador, en lo que atañe a las emociones y al pensamiento! Además, supongo que, a estas alturas, ya tenemos superada la vieja disputa entre el textocentrismo y el escenocentrismo en el ámbito del arte del teatro.

En lo que sí que, esta nueva obra titulada UN INTRE ANTES DO SOLPOR, le echa un pulso al viejo maestro de la dramaturgia occidental es en el desplazamiento de la importancia respecto al «argumento» o «historia», entendidos como una estructuración de hechos y acciones, para recalar en una llanura mucho más beckettiana y, a la vez, fuertemente dramática, pero desde la concepción de unos personajes que aglutinan en sí mismos lo que Jean-Pierre Sarrazac formula, en sus últimas teorías, como «el drama DE LA vida». Él lo contrapone al concepto más tradicional de la «pièce bien faite» aristotélica que operaba por una síntesis temporal para reflejar «el drama EN LA vida», o sea la selección de los momentos climáticos, los de mayor conflicto y, por tanto, mayor rentabilidad dramática.

En UN INTRE ANTES DO SOLPOR se escogen los atardeceres casi apacibles de una pareja de ancianos, retirados ya del mundanal ruido. Aparcados en el jardín de una residencia, mientras miden el tiempo en el cómputo de las pastillas que tienen que tragarse, en los ejercicios para no perder la memoria, en las ocupaciones de un ocio expandido, como quien aguarda indolente a que caiga la hoja de un árbol pensando que está en el otoño aunque pueda ser primavera… No son pasajes del «drama EN LA vida» de estos personajes sino pasajes en los que se condensa, en esa textura cualitativa, el «drama DE LA vida» de esos personajes que, más allá de sí mismos, son la alegoría o la metáfora (difícil de discernir la diferencia, esto depende de la perspectiva) del «DRAMA DE LA VIDA» HUMANA en general.

El viejo maestro Aristóteles, en ese primer tratado de dramaturgia occidental, parece afirmar «Sin acción no habría tragedia, pero sin personajes puede haberla». Ana Carreira le retruca escribiendo un texto en el que las cualidades y las calidades humanas de los personajes rebasan la importancia de la acción y nos sitúan ante ese momento impresionante en el que LA ACCIÓN, tal cual la entendemos durante toda «la vida útil», durante «la vida laboral», durante la lucha por hacer y hacer, por alcanzar y alcanzar… comienza a perder el sentido. Ese momento antes del ocaso, ese «momento» que, como duración temporal, pierde el significado porque incluso el tiempo comienza a desmigajarse hacia una especie de contemplación mineral, hacia un «ser» desafectado o, mejor: despreocupado, porque el «estar» mengua, se atenúa. Ahí, en esa inmovilidad, o en esa movilidad reducida (como les ocurre a Hamm y a Clov en FIN DE PARTIDA de Samuel Beckett), es donde, quizás, radica la dimensión entera de lo humano, la recopilación de una vida entera, lo que Sarrazac denomina como «el drama DE LA vida».

Llegar a esos límites sin visiones estereotipadas o sin el edulcorante del sentimentalismo pacato y cursi, por aquello de los viejecitos que están en su última etapa, es otra de las grandes virtudes del texto de Ana Carreira.

Contrariamente, lo que sí se nos ofrece es sensualidad en las miradas que se apuntan, en el ritual de cortarle las uñas de los pies él a ella, en las ironías y bromas que la pareja anciana le hace al Hombre Joven y a la Mujer Joven, en las breves vueltas en una moto especial que no sale del jardín de la residencia en la que se encuentran…

Y para gozar de este INTRE ANTES DO SOLPOR solo necesitamos escuchar la lectura justa de Celia González (Muller Vella), Machi Salgado (Home Vello), Melania Cruz (Muller Nova), Muriel Pernas (Home Novo) y Daniela Rodas, que leyó las acotaciones en las que se describen actividades y juegos de alta rentabilidad teatral, que no redundan sino que enriquecen el diálogo y le añaden niveles de significación.

Cabe subrayar que un texto de literatura dramática, destinado a su ejecución/interpretación escénica, debe contar con los dispositivos necesarios para ser eficaz y elocuente en una lectura en voz alta, dentro de su dicción en una duración cronológica sensata.

Entre esos dispositivos propios de la dramaticidad y la teatralidad de un texto cabe resaltar el énfasis en la deixis, en sus diversas modalidades (funcional, espacial, personal, social, objetual…), y en la anáfora, repetición y variación, que estabilice y asegure las piezas fundamentales de la composición, para que sean recordadas por la espectadora y por el espectador, para que permanezcan vibrantes y hagan eco en los lugares que, estratégicamente, deben ocupar. Además de la direccionalidad adecuada de las voces y la consideración pertinente de la inscripción de la oralidad y los diversos registros de habla adecuados.

En definitiva, un texto teatral tiene que funcionar, en lo básico y primordial, con su misma lectura en voz alta.

(Otra cosa diferente sería una dramaturgia destinada al teatro visual o al teatro-danza, por ejemplo, y a aquellas modalidades escénicas en las que la dramaturgia equivale a un manual de instrucciones NO verbales para el espectáculo.)

¡La Dramaturgia, con mayúscula, puede sostenerse y ser bella por sí misma, igual que lo puede ser una partitura musical o el trazo caligráfico de una carta esperada (de esas que ya no se escriben ni se reciben)!

Afonso Becerra de Becerreá.


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