Tibio
Tibio. Ni caluroso ni frío. Situado en un punto casi medio próximo a templado, indiferente, poco afectuoso. No es la sensación de tibio cuando significa hartazgo en la expresión «de ponerse tibio».
Recibo la enésima no contestación de parte de la última editorial con la que me he puesto en contacto. Mis intentos de completar la oferta de textos centrados en la voz ya existente en el mercado con textos publicados en otros idiomas que no tienen equivalente en lengua española no dan resultados satisfactorios. Ya hay demasiados; para este año tenemos todas la publicaciones cubiertas; no hay presupuesto; es un riesgo una publicación de este tipo en la situación actual, o simplemente, como decía, se les acaba la tinta y no contestan. Quizás no sea el momento, quizás no esté transitando los canales idóneos, quizás no es un tema que venda, quizás no exista más que un tibio interés por la voz. Cuando se reciben respuestas, que se intuyen a medias, y más aún cuando estas no se dan, es muy humano devanarse los sesos buscando entender y es humano tener reacciones más o menos viscerales que no voy a escribir aquí porque no vienen al caso. Pero tras el coctel de asombro y «rebote» vivido queda algo: una sensación que resuena leve y comienzo a tirar del hilo. Un tibio interés por la voz.
A riesgo de entrar en los mundos de «Expediente X». Me da por pensar que, es evidente que las editoriales son empresas -no sé si deficitarias -, pero al fin y al cabo por su propia definición son una industria en el negocio de la cultura, y que, como tal negocio, no escapan a las leyes del mercado y que como tal, buscan beneficios o por lo menos no perder demasiado dinero. O sea que si no hay demanda segura no se publica. Pero, ¿por el mismo hecho dedicarse, digamos, a la difusión cultural, no sería de esperar que enriquecieran, estimularan los campos en los que se mueven?, ¿que propusieran textos, que por otro lado, ya tienen una reputación y un largo camino a las espaldas en otros idiomas? ¿El groso de posibles compradores de textos relacionados con la voz es tan raquítico como para no apostar por aumentar nuestra cultura vocal? Si no se le da de comer al raquítico acabará por no abrir la boca. Y el que quiera comer que aprenda idiomas. Mi pensamiento me lleva a un terreno vertiginoso. Cultura vocal, mercado, demanda…. El cerebro me hierve. Ya lo decía un reputado actor español,» la democracia es la dictadura de la mayoría, lo malo es que en este país la mayoría tiene un nivel muy bajo». Lo siento, pero, fijaros en que es lo que más se vende en televisión, por ejemplo. Y los editores? No tienen ellos interés en hacer subir enteros el nivel medio de sus compradores? A veces, parece que no, porque hay que ver qué cosas se publican! Incluidos textos de voz.
A casi todo el mundo le gusta cantar, a todos les interesa la voz hablada, que suene bonita, y bla bla bla de San Blás que no llega más allá de lo que pueden llegar las palabras huecas dichas con el objeto de hacer una bella figura cara a los demás – incluyo a la profesión actoral, cantantes pop, locutores, etc. – Por lo general, el interés real y comprometido no pasa de la capa superficial y solo nos acordamos, como dice el dicho, de Santa Bárbara cuando truena. A parte de raras y estupendas excepciones, claro está, que también las hay. Que, ¿porqué digo esto? Se podría ver en la lista de prioridades. Si propusiéramos a los profesionales, -y dejo a un lado al grueso de ciudadanos- hacer una valoración del tiempo y dinero que invierten en su formación vocal nos llevaríamos una sorpresa. Oye, cada uno es libre de conformarse con alcanzar el nivel que quiera y, también, de establecer sus prioridades, faltaría más. En cuanto al resto de la población, ya se dice, «La preocupación por los problemas de la voz es un indicador de la cultura y la salud de un pueblo». Pues eso.