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Tomaz Pandur, Blanca Portillo y Asier Etxeandia juntos de nuevo para estrenar ‘Medea’ en el Festival de Mérida

blanca portillo medeaTras haber realizado montajes como ‘Barroco’ o ‘Hamlet’, el director Tomaz Pandur y su equipo habitual –compuesto por Darko Lukic y Livia Pandur– llevará a escena un nuevo trabajo protagonizado por Blanca Portillo y Asier Etxeandia, que estarán acompañádos en los papeles principales por Julieta Serrano y Alberto Jiménez. Será en el estreno de ‘Medea’ de Euripides, obra producida por el Festival de Mérida y que tan sólo se podrá disfrutar en dicho certamen, en el Teatro Romano del 20 al 23 y del 25 al 30 de agosto.

Medea es la figura central del mito de Los Argonautas y el Vellocino de oro, que está cubierto por el misterio, ya que es un mito que permanece sin resolver. Para Pandur, el antiguo héroe Jasón, realmente no podría existir sin Medea, puesto que ella es quien lo convierte en el personaje central de la historia, “más importante aún que su papel en el heroico viaje con los Argonautas en busca del divino Vellocino de oro, fuente de poder y autoridad”. El robo del Vellocino no le proporcionó a Jasón ni el reino ni el poder que buscaba, y tampoco pudo predecir si la hechicera Medea lo sabía, cuando traicionó a su padre y a su hermano al permitir que el hombre del que estaba enamorada lo robase. Medea escapa con Jasón y los Argonautas en su barco Argo con quienes se embarca en un viaje milagroso “que algunos de los investigadores de los Balcanes determinan como la posible frontera cultural y política de esa zona”.

Medea se ve enamorada, traicionada y obligada a llevar a cabo una sangrienta venganza, además de la traición a los suyos, mató a sus hijos y a sus adversarios, pero no pudo ganarse el amor de Jasón, pese a ayudarle a robar su codiciado tesoro. Pero el poder prometido nunca llegaría a sus manos y para obtenerlo tuvo que engañar, contraer matrimonio por interés, provocando la caída de Jasón, quien fue exiliado y naufragó en las costas mediterráneas donde murió olvidado. Para el director de la propuesta Medea “lo sacrificó todo por él, por ella él no quiso sacrificar su sueño de poder. Medea se recordará siempre por la tragedia de Eurípides, base sobre la que otros dramaturgos escribieron sus dramas. La historia de Medea es, en esencia, una tragedia íntima de un amor desgraciado”.

Medea en Mérida

“Hasta la gente que no ha ido nunca al teatro sabe quién es Medea; es un personaje fascinante y cada vez más moderno. Al llegar la liberalización de la mujer, a Medea se la ve de otra manera, supongo que en siglos pasados se la veía como una loca vengativa, un monstruo; ahora se la ve como una mujer ofendida, vejada, humillada, traicionada y que, desde luego, escoge una vía trágica”. Quien habla es Nuria Espert, la actriz que más veces ha encarnado a la princesa de la Cólquide sobre la escena del Teatro Romano de Mérida. Lo hizo en 1959, bajo la dirección de Armando Moreno; en 1979, de la mano de José Tamayo; y en 2001, dirigida por Michael Cacoyannis. Así que, quien habla, lo hace con conocimiento de causa.

‘Medea’ es, según los críticos, la tragedia más completa de la antigüedad: la más perfecta composición de Eurípides, “el más trágico de los poetas griegos”, y la obra más conocida de Séneca; sendas versiones se han convertido en las canónicas de un relato que en dos mil quinientos años ha dado lugar a más de doscientas variantes, abarcando, además de la literatura, a otras artes como la música o el cine. Pero, como recogía el profesor José Antonio Clúa Serena, “cuando el espectador actual presencia la representación de la ‘Medea’ (…), debería recordar que lo que se denomina ‘armazón mítico’ de esta tragedia es el resultado de una variada tradición legendaria”.

Otro profesor, Julio Mangas Manjarrés, resume así el relato del mito aquí tratado: “Medea, hija del rey de la Cólquide, enamorada de Jasón, le ayudó a tomar el vellocino de oro; en su huida, acompañando a Jasón, mató a su propio hermano. En Corinto, ya con dos hijos de Medea, Jasón se enamora de la hija de Creonte, el rey de la ciudad, y presenta a Medea el proyecto del nuevo matrimonio con el pretexto de que, de ese modo, conseguiría salvarse él y sus dos hijos, amenazados de destierro. Medea reacciona vengándose primero con el asesinato de Creonte y de su hija, que mueren por medios mágicos proporcionados por Medea, y con el posterior asesinato de sus propios hijos, dejando a Jasón solo con su remordimiento, mientras ella escapa hacia las alturas en un carro alado, tirado por dos dragones, que le ha proporcionado el Sol, su abuelo”.

Dieciséis versiones

A lo largo de sus setenta y seis años de historia, el Festival de Mérida ha acogido –si no nos fallan los cálculos– dieciséis versiones del mito de Medea, antes de hacerlo con la que firman este año Livija y Tomaz Pandur y Darko Lukic. Naturalmente, Eurípides y Séneca han sido los autores más utilizados, pero casi nunca han sido representados al pie de la letra. La versión del dramaturgo griego fue escenificada por la compañía Piraikon Theatron de Atenas en 1963, con traducción de D. Sarros, y fue versionada en 1983 por Manuel Canseco y en 2001 por Ramón Irigoyen; la de Séneca, fue representada en 1933 y 1934 mediante la traducción de Miguel de Unamuno, y en 1955, adaptada por Jaime Ferranza. Pero también abundan las versiones que toman elementos tanto de una como de otra propuestas. Este es el caso del texto de Juan Germán Schroeder representado en 1959 y 1979; y, en menor medida, el de Fermín Cabal, que presentó en 1998 una obra que podría considerarse como propia, y el de Ricardo Iniesta, que en 2004 propuso una personalísima versión del mito con ‘Medea, la extranjera’, en la que el papel protagonista era interpretado por cuatro actrices distintas. Más heterodoxas aún resultan las aproximaciones al relato mítico de la ‘Medea’ musicada por Manolo Sanlúcar para el Ballet Nacional de España, que se pudo contemplar en 1984, 1990 y 1999; la ópera de Luigi Cherubini dirigida por Antoni Ros Marbá en 1989; la ópera china interpretada en 2002 por el Hebbei Bang-Zi Theatre; y la ‘Medeamaterial’ de Heiner Müller traída por el Attis Theatre en 1988.

‘Medeas’

Aunque, sin duda, lo más recordado por los espectadores son las intérpretes que han dado vida a la princesa cólquica a lo largo de estos años. De entre todas ellas, destacan sobremanera dos casos: Margarita Xirgu y Nuria Espert. La Xirgu encarnó a Medea dos años consecutivos en la génesis del Festival de Mérida, en 1933 y 1934. Pero la actriz que quedará para los restos como la ‘verdadera’ Medea emeritense es, sin duda, Nuria Espert, gracias a sus tres encarnaciones del mito: la primera vez lo hizo con tan sólo 24 años, y su interpretación ya dejó patentes, según los cronistas de la época, su perfecto equilibrio entre emoción y pasión, por un lado, y ordenación racional, por otro; la segunda, veinte años después, Nuria Espert protagonizó una versión más humanizada del mito; la última ocasión, fresca aún en la retina –tuvo lugar en 2001–, la actriz acudió a Mérida en la edad a la que la mayoría de los trabajadores se jubilan –65 años– para demostrar que, en su caso, el retiro aún tendrá que esperar. Encarnó a una Medea sobria y contenida; un personaje que parecía haber ido creciendo con ella.

Pero ha habido muchas más ‘medeas’ en Mérida: Maritza Caballero en 1955; Aspasi Papathanassiou en 1963; Julia Trujillo en 1983; Manuela Vargas en 1984 y 1990; Sophia Michopoulou en 1988; Montserrat Caballé en 1989; María Luisa Borruel en 1998; Maribel Gallardo en 1999; Peng Hui Heng en 2002; y Aurora Casado, Silvia Garzón, María Martínez de Tejada y Rebeca Torres en 2004.

Medea, siglo XXI

Nuria Espert advertía tras el estreno en Mérida de su última ‘Medea’ en 2001: “Yo sé que el año que viene, o dentro de cinco años, habrá una buenísima actriz, que ya debe de estar trabajando… alguna de esas magníficas actrices jóvenes… y hay muchas, y no tan jóvenes, ya con treinta años; una de ellas hará una Medea extraordinaria. Ya se tiene que estar preparando, aunque todavía no lo sepa ni ella misma. Y continuará tanta belleza. Y después habrá otras. Y dentro de otros dos mil quinientos años, que son los que van de Eurípides a nosotros, tendrá que haber otras actrices que transmitan tan inmensa belleza, tendrá que haber otras ‘medeas’ en Mérida, o el género humano se habrá perdido irremisiblemente”.

Por aquel entonces ni ella ni nosotros sabíamos que se estaba refiriendo a Blanca Portillo, la actriz a la que le dio el relevo en la Gala inaugural del Festival de Mérida de 2008 y que acude este año al Teatro Romano para convertirse, si nada lo remedia, en la Medea del siglo XXI.

 

 


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