Otras escenas

Tópicos

Sentado en la terraza de la cantina de la cineteca del Matadero en Madrid, escucho como una chica habla de Cataluña y de los catalanes. No puedo evitar colarme en la conversación, descubrirle mi procedencia. El tono se modera pero la chica continúa hablando de nacionalismos, de bilingüismo y de cómo los catalanes reaccionamos en Cataluña ante alguien que dice ser de Madrid. Le cuento que discrepo de mucho de lo que me explica. Le cuento que circulan muchos tópicos y que determinada mala prensa ha hecho y está haciendo mucho daño. Ella me habla de su experiencia con Barcelona, yo de la mía respecto a Madrid, -cuento incluso que tengo unos tíos que viven en la calle del Pez-. Al rato, estamos de acuerdo en que en todos lados puede haber gente intolerante, tergiversadora o maleducada.

Sobre el teatro que se hace en Madrid existen muchos tópicos. Al igual que sobre el catalán. No profundizaremos en ellos porque podría resultar terriblemente aburrido. Hoy me dirijo a ustedes para relatarles una experiencia reciente: quiero compartir el buen teatro y las muchas y magníficas sensaciones que he experimentado este fin de semana pasado en la ‘villa y corte’.

Varios amigos me habían hablado de la ‘Casa de la Portera’ y reconozco que, a priori, llevado por tópicos y suposiciones del que se cree que lo ha visto todo y que todo se ha hecho ya, entendía la experiencia como una representación más de teatro de proximidad. Y no. De ninguna manera. El ‘Iván – Off’ que dirige José Martret y que se presenta en el espacio de viernes a domingo, es uno de los ‘site-specific’ más logrados que he visto últimamente. No sólo por presentarse en los bajos de un edificio de barrio, por la atmósfera kitsch que proyecta la decoración, la variedad de actores y las calidades que cada uno de ellos ofrece -una mezcla muy arriesgada que en el espacio en cuestión añade, si cabe, más color a la velada- o la solvencia y desparpajo de una adaptación con toques ‘queer’ del clásico de Chejov. Se trata de una pieza en la que por encima de todo el espacio es protagonista, y entabla un diálogo tan lúdico como inteligente con uno de los clásicos de la literatura dramática universal.

Otro plato fuerte del fin de semana fue descubrir las posibilidades que ofrecen las instalaciones del centro de creación contemporánea del Matadero. No sólo las posibilidades que tiene en tanto que espacio de exhibición, producción, creación, etc… -que son infinitas-; se trata de un complejo repleto de escondrijos, rincones, recovecos que llaman obscenamente a ser tomados por artistas o compañías dedicadas al ‘site specific’, al trabajo en espacios no convencionales, por todos aquellos que buscan la quinta esencia del arte en la mezcla del discurso arquitectónico con cualquier otra disciplina artística. Habrá que seguir de cerca qué y cómo se va programando, y de qué manera espacios abiertos a lo más alternativo, como el emergente festival Fringe Madrid, responden a este tipo de actividad a la que me refiero.

Después de otras visitas imprescindibles, reuniones y alguna compra, el sábado por la noche nos fuimos de ‘cena’ a La cuarta pared. Iguana Teatre y Produccions del Mar presentaban un divertido ejercicio de improvisación elaborado alrededor de una cena y cinco personajes. Los primeros minutos de la pieza están dedicados a la elaboración por parte del público de la maleta de recursos, rasgos y particularidades de cada uno de los personajes. La elección de la música que abre y cierra la obra también se incorpora al espectáculo: risas, votos y estadísticas sobre las elecciones del público en funciones precedentes confieren a esta parte de la velada un tono cálido, muy cercano, casi hospitalario. Estamos en casa del artista y éste se pone a nuestro servicio para poder llevar a cabo un reto: la asunción y posterior uso de toda una masa informe de apuntes que va a tener que sostener durante la parte restante del espectáculo. En referencia a este último apartado, las dificultades impuestas por el auditorio en el dibujo inicial de los personajes ocasionan múltiples momentos delirantes, aunque otras veces llevan a callejones sin salida que los intérpretes terminan por solucionar a golpe de tablas. Jugar con azar comporta riesgos.

La mañana siguiente, ya de vuelta a casa, reviso el correo electrónico y descubro un mensaje de Patricia, la chica que conocí en el Matadero. Me habla de un proyecto cultural en el que participa y me parece interesantísimo. Quién sabe si esto terminará en una próxima colaboración. Para que luego digamos…


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