Tormenta de verano
Este verano ha sido intenso y caluroso. También convulso. A veces triste. Son momentos complicados para muchos.
He recorrido ferias y festivales, he conversado con profesionales de todo tipo… y en todos lados se cocían habas.
Los compañeros de la península lo están pasando francamente mal. El estado español está en un proceso muy avanzado de desertificación.
Les cuento todo esto porqué la semana pasada tuve algo parecido a una revelación. O mejor dicho, la suerte de estar en el lugar y el momento adecuado y asistir a un acontecimiento entrañable, de esos que le dan a uno ganas de continuar, creer en la profesión y en las posibilidades del hecho artístico. Unos minutos de tregua entre muchas quejas y lamentos que quisiera compartir con ustedes.
Estuve en Holanda, en Amersfoort, invitado por el festival Spoffin. Entre las compañías programadas estaban los Animal Religion, es decir, Quim Girón y Niklas Blomberg, dos jóvenes recién graduados en la Universidad de circo y danza de Estocolmo (DOCH) a los que conocí en Febrero en Estocolmo –en Subcase, ¿recuerdan?-. Sounds & Knots es uno de sus primeros trabajos. La pieza se presentaba como ‘work in progress’. Los chicos habían estado trabajando en el material durante varias semanas y presentaban un primer boceto.
Llegué a la plaza en la que estaban programados con tiempo suficiente como para poder escoger un muy buen sitio. Un hatajo de niños revoloteaba alrededor de los artistas. Quim y Niklas calentaban en el escenario. Todo a vista. El regidor charlaba con alguien de la organización mientras el cielo se iba nublando.La verdad es que el día anterior había estado lloviendo de lo lindo y las predicciones apuntaban chaparrón.
Quim y Niklas empezaron su espectáculo puntuales. Se metieron al público en el bolsillo en pocos minutos, incluso a los niños fastidiosos que incordiaban sin querer sentarse a pie de escenario. El humor políticamente incorrecto de Niklas los sentó al meterse el mango entero de una cuchara por la nariz.
La química entre los dos artistas es tremenda. Son muy jóvenes pero poseen algo que a muchos les cuesta años encontrar: el carácter, la marca, la personalidad artística. Tienen algo ‘queer’ –que tratándose de circo de calle me parece muy sugerente-; un punto ‘aristopunk’, es decir, pueden ser niños bien muy malos, practicantes de humor sofisticado, aparentemente inofensivo, como su cara de no haber roto nunca un plato; y también la solvencia del artista de circo clásico que domina diferentes disciplinas y es capaz de hacer sonar, por ejemplo, diferentes instrumentos musicales, lo que llevado al siglo XXI y la vocación experimental de los Animal Religión imagínense…
Aquella tarde, sin embargo, también se revelaron como ejemplo de profesionalidad. De profesionalidad o tenacidad, incluso locura, pues antes que la lluvia el viento hizo acto de presencia, un viento incómodo que se tornó peligroso. Cada ráfaga era un más difícil todavía, el silbido del viento los redobles de un tambor que subrayaba la tensión del momento. ¡Y cuanta tensión pasamos! Donde otro hubiera cancelado ellos continuaron, insistieron y demostraron de qué estaban hechos. Estaban muy decididos a aprovechar la oportunidad que se les había ofrecido. Terminaron como pudieron y el público les ovacionó.
La pasión por el trabajo, el empeño y la valentía de los chicos me llegó al alma. Su tesón, sus ganas de comerse el mundo, su inconsciencia en cierto punto, pues se jugaron la vida en más de una ocasión. Y ¿no se trata de esto al final? Me los llevo, me los guardo, pensaré en ellos mientras dure la tormenta.