Zona de mutación

Trampa 22

En el programa piloto de la serie ‘House’, el médico protagonista manifiesta dos de las famosas frases que definen su concepto de las cosas: ‘la humanidad está sobrevalorada’ y ‘todos mienten’. La primera, potenciada adicionalmente por aquel chico asesino de Finlandia, en el no menos famoso caso en que disparara sobre sus propios compañeros, cuando aparecía en un video luciendo una remera escrita con esta frase, mientras leía un texto en donde se hacía cargo de su acto. La segunda frase de House desliza lo que constituye la paradoja de Epiménides: “Todos mienten”. Pero si todos mienten, el que emite la frase ¿dice la verdad? Lejos de querer dilucidar esto acá, lo observable es que este personaje diera por cierto que todos, incluido él, mienten, y en eso parece estar fundada esa distancia cínica que nutre al personaje y que lo hace atrayente. Pero detrás de la aparente negación, pareciera surgir una contracara, de cuño distinto, optimista y hasta didáctica de donde residen los secretos de las cosas, pero a costa de un precio ineludible: pensar. Y el acto de pensamiento parece guardar ese componente amargo, el ir por un camino más largo, el funcionar siempre en una ‘clave paradójica’. Ni más ni menos que una ‘vía negativa’. Ya el músico Brian Eno postulaba, al llegar a nudos como el de Epiménides, introducir aleatoriedad para salir del atasco. Él les llamó ‘Estrategias Oblicuas’, con las que pretendía romper los callejones sin salida en que un proceso creativo suele caer a menudo. Con esas frases paradojales de su propia prosapia, compuso una baraja que, llegado el momento de atasco creativo, le servían para hacerlas jugar sincrónicamente como una salida ligada a su propio universo de vivencias, y por lo tanto compatibles y afines a su mundo de conjeturas y conflictos. Lo cierto es que, volviendo a House, esta racionalidad cínica, necesariamente parece ir matando palomitas blancas en el camino para poder manifestarse, que no son otras que las del engaño piadoso de la mentira sublimada, el auto-engaño, y la falta de rigor en la línea de pensamiento elegida para reflexionar. ¿Qué es lo que hace que House, en su amargura y su rechazo a lo obvio, no se convierta en un personaje fascistoide y amargo, sino por el contrario, omnisapiente y lúcido? En que es un personaje que sortea la literalidad. Sus jóvenes discípulos, transforman cada intríngulis médico en una cenáculo de reflexión que revela cómo una apariencia, y otra, y otra, ocultan una verdad que sólo tiene en el rigor reflexivo, una chance de encontrar la verdad. La cultura simplificatoria de los ‘mass-media’ alimentan esta literalidad, como si la realidad fuese plana, sin profundidad, ni matices. Toda contradicción interna, nos hará ver un mundo ambiguo, múltiple, polivalente. Es triste para los pensamientos que nadie los piense. Por eso quizá el crítico George Steiner hablaba en un pequeño libro de las ‘diez razones posibles para la tristeza del pensamiento’. Pero dentro de este proceso, lo único feliz parece ser la verdad. Bateson hablaba del efecto ‘trampa 22’, tomado de la novela de Joseph Heller en la que el protagonista cae en un callejón sin salida que lo condena a que haga lo que haga, se perjudicará. Un chiste de psiquiatra lo ilustra más o menos así:

Psiquiatra (al paciente): ¿Tiene algo mal en la cabeza?

Paciente: No, pero si digo que no soy un enfermo mental, entonces es que lo soy, pero aún más grave porque en un enfermo mental grave el primer síntoma es no tener conciencia de enfermedad, y si digo que sí entonces es que realmente lo soy.

Psiquiatra: Exactamente.

 

 


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