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Transfusión dramatúrgica de clásicos según Joâo García Miguel

¡El tiempo nunca pasa de balde! Ni siquiera las obras consideradas «clásicas» soportan, en todas sus dimensiones, ya sean formales o temáticas, el peso de Cronos y sus cambios inapelables. El honor y la honra, por ejemplo, en buena parte de la dramaturgia del Siglo de Oro español, están hoy desfasados. La misoginia o el integrismo religioso o patriótico, que late en una buena parte de los textos clásicos, derivado del contexto sociopolítico y cultural de épocas pretéritas, tampoco tienen lugar en su actualización escénica.

Los clásicos, con el tiempo, sufren hemorragias y necesitan, desde la dramaturgia (ingeniería teatral) transfusiones que los hagan vibrar de nuevo y rescaten aquellos otros valores universales y atemporales que ostentan y nos nutren hoy.

En este sentido un gran maestro es el dramaturgo, director escénico y artista plástico João Garcia Miguel, de quien tuve oportunidad de ver «BURGHERKING LEAR», a partir de KING LEAR de Shakespeare, «AS BARCAS», a partir de textos de Gil Vicente y, recientemente, «YERMA», a partir de la obra homónima de Federico García Lorca.

Recurriendo a diferentes estéticas y lenguajes escénicos, como el clown y la hipérbole en «BURGHERKING LEAR», la performance y la videocreación en «AS BARCAS», la performance vocal y gestual en «YERMA», Garcia Miguel aplica una transfusión dramatúrgica a los clásicos filtrando en sus adaptaciones las esencias más rítmicas (tensión y atracción ligada al sentido) y centrífugas de las situaciones que contienen esos textos (sucesos, personajes, atmósferas espacio-temporales, motivos temáticos, fragmentos verbales, imágenes, etc.).

El sello de su poética teatral reside en una fisicidad impetuosa y arrolladora en la que predomina una hibridación de géneros, con una asunción de lo trágico desde una catarsis propiciada por un movimiento corporal llevado a límites, frente a contrapuntos rítmicos cómicos.

El tratamiento del sonido, música y acción verbal, el tratamiento de la acción lumínica, la utilización de un vestuario con una fuerte dimensión simbólica en los colores, formas y texturas, el empleo de objetos y dispositivos escenográficos totalmente funcionales (tablas, palés, telas…) y la amalgama de videocreación, configuran una especie de «landscape play» o instalación plástica de alto rendimiento cognitivoemocional.

En el caso de «YERMA» (Centro Cultural Vilaflor de Guimarães, 24 /01/14. Actuada por Miguel Borges y Sara Ribeiro. Música en directo de Lula’s. Vídeo de Miguel Lopes y figurines de Miguel Moreira) podemos observar como, en la actriz y el actor, aparecen y desaparecen los personajes lorquianos. La performance actoral es como una corriente eléctrica y electrizante sobre la que emergen imágenes y comportamientos que nos remiten a los personajes creados por García Lorca. Sobre el trabajo físico de Sara Ribeiro se enciende el personaje de Yerma, al principio vestida con una especie de mono azul galvánico, que deja al descubierto su vientre, después con un vestido rojo pasión, que casa tragedia y flamenco. También se alumbran otros personajes, que aparecen como ráfagas: las vecinas murmuradoras… Pero, por encima de todo, sin que nunca exista un camuflaje: la actriz oficiante de este ritual yérmico que suma en el cuerpo danza y canto.

Sobre el trabajo físico de Miguel Borges fulguran los personajes de Juan (el marido de Yerma), Víctor (el amigo), María (la amiga embarazada), una de las vecinas murmuradoras… Y por encima de todo y sin camuflajes ficticios: el actor, vestido con un traje de color tierra, o semidesnudo, jugando siempre desde una amplificación energética arrolladora y bien medida.

Al collage de fragmentos textuales rescatados de la obra original se suma un texto nuevo, al inicio y al final, en el que la actriz confiesa: «Pienso en mí todos los días. Pienso en mi vagina. […] Mi vagina como una espiral…»

Sobre una pantalla, en el fondo del escenario, se proyecta una imagen dinámica y abstracta, circular, que evoluciona cromáticamente del azul lunar, líquido, al rojo sanguíneo, al óvulo que espera germinar, al agujero, túnel, ojo… entrada, abismo. El círculo que simboliza el movimiento, la circularidad de las estaciones y de la vida.

La música del bajo eléctrico sonando en directo se tensa por momentos en una estridencia crispante.

La belleza y el desgarro del canto de Sara Ribeiro extinguen toda fulguración ficcional (personaje, construcción identitaria), para volverse pura performance física y vocal. Danza y canto de fuerzas telúricas que recogen las trazadas por Lorca en YERMA.

Es en la materialidad de la voz y de su movimiento, en conjunción y disyunción con la materialidad del cuerpo y su movimiento, la cualidad, la textura, en las diversas dinámicas e intensidades rítmicas, desde el grito al murmullo, desde el llanto a la carcajada, donde esta YERMA, de João Garcia Miguel, mejor se expresa y más nos llega.

Como contrapunto final un epílogo, rapeado y hip hopero de Miguel Borges, relatando el recorrido de la compañía por diferentes lugares «Chegamos a Marsella e comemos uma grosella…» Para cambiar un poco ese sabor que deja lo trágico y salir del teatro con una sonrisa.

El abordaje performativo posdramático que practica João Garcia Miguel en la adaptación de obras clásicas es una transfusión dramatúrgica que solventa las hemorragias causadas por el tiempo en esos textos y restituye las arterias y nervios principales, esos que fluyen más hondos que las palabras y que, paradójicamente, son epidermis, superficie, piel, movimiento.


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