Críticas de espectáculos

Trilogía Victoria Szpunberg/Teatre Tantarantana

La memoria en el collage

 

Obra: Trilogía Victoria Szpunberg. Reparto: Marta López, Sabrina Witt, Lucas Ariel Vallejo, María Rodríguez y Ariadna Balañá Altimira. Espacio escénico y vestuario: Meritxell Muñoz. Iluminación: Sylvia Kuchinov. Dirección: Victoria Szpunberg. Producción: Teatre Tantarantana. Sala Cuarta Pared de Madrid hasta el 2 de abril.

De todos es sabido que la Historia está escrita por los vencedores. A los otros, a quienes sufrieron la represión solo les queda la memoria y, en la mayoría de los casos, éstos cuentan con seres queridos desaparecidos, torturados, y el sentimiento propio marcado por el trauma y el dolor.

Los vencedores se incomodan con la recuperación de la memoria histórica porque, argumentan, es volver a los enfrentamientos y a la división. No les interesa la vergüenza colectiva ni la dignidad. Las víctimas, por el contrario, precisan reconocer su identidad a fin de continuar soportando sus vidas, necesitan recordar, si no como terapia mental sí como método consciente que les permita diferenciar el dolor distorsionado por el paso del tiempo con el sufrimiento actual, lo que imaginaron con la evidencia real.

Victoria Szpunberg, joven dramaturga con un talento al que hay que prestar atención, es hija de exiliados argentinos que afrontaron las persecuciones del golpe de estado de 1976. Su más tierna infancia estuvo implicada en la clandestinidad con un clima de pánico y desesperación.

En «Trilogía Victoria Szpunberg. La fragilidad de la memoria», la autora se plantea la memoria como técnica dramática al tiempo que traslada al espectador las cuestiones éticas y estéticas de hacer ficción con el horror. «Cada pieza de la trilogía complementa la anterior», explica Szpunberg en el programa de mano, aunque las tres pueden funcionar con independencia. Personalmente solo he podido presenciar las dos primeras. La tercera, «La memoria de una ludisia», al parecer, es una pieza sonora de 12 minutos que se presentará en los próximos días.

Desde el punto de vista argumental, en «El meu avi no va anar a Cuba (Mi abuelo no fue a Cuba)» describe la historia de tres jóvenes argentinos –una actriz incipiente, un director de cine suficiente y una militante controvertida– que están atrapados por el miedo de la represión. En «La marca preferida de las hermanas Clausman», la historia se sitúa en una localidad catalana donde las hijas de aquella actriz están atrapadas en el exilio por la precariedad existencial.

El aspecto argumental interesa tanto por señalar el hilo conductor de la trama como por tener un carácter autobiográfico y, por tanto, en cierto modo testimonial. En este sentido, el valor histórico y la sucesión dramática, aun siendo importantes, están marcados por la subjetividad de la emoción personal de quien transmitió los hechos y de quien recibió la información. «La fragilidad de la memoria distorsiona los hechos», dice la Actriz en la primera pieza. Es decir, la autora indaga en la verdad evidente pero hace uso de la autocensura y reivindica la memoria como necesidad personal.

Victoria Szpunberg ha escrito unos textos fragmentados en la forma que saltan del recuerdo a la realidad una y otra vez sin solución de continuidad. De este modo, el lector / espectador ha de estar atento a los diálogos, a las frases, para entrar en el juego narrativo junto a su significado. Y por otra parte, cada pieza propone el juego de la meta teatralidad pero no como recurso dramático literario sino como elemento sustancial interno de la narración que se ha de representar.

Con todo, Szpunberg ha construido un collage inteligente y espléndido tanto desde el punto de vista literario como desde el teatral, porque también ha dirigido la puesta en escena. Cada pieza conforma un mural autónomo en el recorrido dramático, en la estética plástica y en sensaciones hacia el espectador.

En «Meu avi no va anar a Cuba», la música, las canciones, los sonidos, los ruidos, las llamadas, los timbrazos, los golpeos, la voz, la palabra, junto a la luz, la penumbra, los colores, los personajes dibujan un universo inquietante. El público no solo percibe el texto sino toda una serie desasosegante de sensaciones, el público advierte que algo extraño sucede en la escena, que lo que está viendo y escuchando no lo controla en su totalidad porque el asunto va más allá de la mera experiencia del espectador. El público se sumerge en una imprecisa inseguridad para encajar la pieza. El collage parece escaparse aunque la historia esté patente. La armónica, el piano, la batería, la voz dialogan entre sí a modo de personajes que se integran en la acción. Los timbrazos sobresaltan el sentido en el gesto de la actriz, los solos de batería se hacen nudos en el estómago, la canción sin texto se transforma en un agudo dolor.

Más convencional aunque no de menor intensidad dramática, la puesta en escena de «La marca preferida de las hermanas Clausman» se apoya en la palabra y en las acciones de los dos únicas actrices. Con la misma escenografía cerrada de la pieza anterior, la obra evoca a la técnica escénica de Daniel Veronese no solo en cuanto al uso y estilo del decorado sino en cuanto a la propia solución de la representación. La obra se basa en una historia sólida donde se juega a representar en el sentido estricto del espectáculo y en el sentido dramatúrgico. Además del magnífico texto, la puesta en escena cuenta con dos estupendas actrices que dan vida a dos adolescentes de los años 90 del pasado siglo debatiéndose entre los recuerdos reciclados de sus padres y la supervivencia de su situación real.

Con «Trilogía Victoria Szpunberg» la Sala Cuarta Pared de Madrid sigue mostrando su vocación por el teatro en estado puro desde una perspectiva temática y estilística de absoluta contemporaneidad.

Manuel Sesma Sanz


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