Ulular de las sirenas
Miércoles 2 de marzo 2022, 12 del día en punto. Las alarmas antiaéreas suenan en todo París, provocan escalofríos sus aullidos de fiera herida, ese rumor de ataque inminente es el presagio de destrucción y dolor.
Ante las posibles reacciones de pánico, las autoridades habían recordado que cada miércoles primero del mes las sirenas suenan en Francia como ejercicio preventivo. El que sonaran en ese miércoles no tenían nada que ver con la situación actual, era un ejercicio de rutina que ocurre en los primeros días de cada mes… Y sin embargo…
Este miércoles tuvieron un eco especial al recordarnos que una guerra en forma ha explotado a 2,500 kilómetros de París. Una guerra entre países europeos, como lo fue la Primera Guerra Mundial, como repitió 20 años más tarde en la Segunda Guerra. Cuando escuché en la calle ese lamento de rutina se convirtió en un recordatorio sonoro de los desastres de la guerra, son las alarmas antiaéreas que resuenan sin descanso en Kiev… Eso me provocó una sensación de vacío como quien se asoma a un precipicio. La guerra está aquí y toca a nuestra puerta. Los jinetes del Apocalipsis se dan vuelo: primero una pandemia que suspende la vida durante más de dos años, y ahora una guerra que la arrebata a sangre y fuego.
Observé la euforia callejera de quien se siente amenazado. Me sentí cercano a los años veinte, cuando se celebraba la supervivencia. Aprecié, al son de la alarma antiaérea, cada instante de esa mañana, el paso de un tren, las bicicletas soportando destinos, los teatros a la espera de su público, los vendedores del mercado, y repetí: esto es la paz, la bendita paz.
Nadie esperaba la atroz irrupción de la guerra. Si bien las capitales europeas siguen con su runrún cotidiano, sabemos que ahora la guerra no aparecerá con contingentes militares a las puertas de la capital. No habrá los desfiles con destacamentos de jóvenes rumbo al frente de batalla, o las interminables caravanas hacia el exilio. Ahora serán las alertas antiaéreas las que sonarán la alarma para que la población busque refugio en sótanos y túneles ante la inminencia de un misil. Pero la noche nuclear acecha, ese hipotético pero existente cohete estaría cargado con ojivas atómicas que arrasarán esta ciudad en la que vivo.
Entonces la belleza de París se hace más punzante, la ciudad que conserva sus teatros y construcciones simbólicas porque desde hace más de un siglo no ha sido bombardeada, corre el riesgo de convertirse en un recuerdo vago de lo que fue la grandeza humana. Corremos el riesgo de hacer realidad todas obras premonitorias de la noche nuclear: teatro, cine, narrativa, televisión, ya lo vemos casi en directo en las imágenes que nos llegan de Kiev.
Paso enfrente del teatro de Bouffes du Nord y veo anunciada la obra Là, (obra en planco y negro para dos actores y un cuervo) presentada por la compañía franco-catalana ‘Baro d’evel’. Una interacción entre la inteligencia animal y la sensibilidad humana. Los anuncios en el pórtico del teatro son la invitación a la escena, al sueño, a la diversión circense. Pero la alarma sigue presente en mi espíritu cuando me alejo y el paso del metro aéreo trepida en las aceras. Recuerdo que el teatro es un factor de paz; lo entendió el griego Aristófanes, el inventor de la comedia hace 2500 años, en su denodada defensa de la concordia griega, en obras como La Paz, o Lisístrata.
Debido a esta guerra infausta el actor Gérard Depardieu decidió suspender su recital con canciones de Bárbara en Antibes. Recordemos que Depardieu es un amigo personal de Putin y que desde 2013 ostenta la nacionalidad rusa. Depardieu hizo un tibio llamado a la suspensión de los combate entre rusos y ucranianos y deponer las armas.
El Kiev City Ballet que realizaba una gira en Francia desde enero de este año, terminó sus representaciones esta semana. En la última función dada en una localidad de cercana a Burdeos cantaron el himno nacional ucraniano con una emoción generalizada del público. El regreso para esta compañía no es fácil vista la destrucción de Kiev, así que la alcaldía de París les ha ofrecido una residencia en el teatro de Châtelet para que sigan con su profesión, misma que ha sido aceptada por la compañía.
En general toda la actividad cultural en la que interviene Rusia ha sido congelada en Francia.
La vida continúa, la alarma también. La sigo escuchando cuando veo la destrucción generalizada que la invasión rusa causa en las ciudades, cuando se ven las prohibidas bombas de racimo que se esparcen en los edificios de habitación, cuando considero que en nuestro horizonte existe la amenaza de bombas nucleares que marcarán el fin de una civilización.
La escucho esta mañana cuando anuncian un ataque contra una central nuclear de Ucrania (que ya sufrió la catástrofe de Chernobyl en 1986) lo que pudo convertirse en una tragedia para el mundo, porque como dice el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, las radiaciones nucleares no conocen fronteras. La escucho cuando aprecio que la guerra avanza sin control dominada por un ebrio de poder: Putin.
París, Marzo 2022