Un apunte sobre Gestión Cultural
Existen temas que, quienes sacan buen provecho de ellos los ayudan a propagar, más que a introducir, en la sociedad, porque son útiles para generar una influencia ideológica favorable y validar teorías a través de las cuales se quiere demostrar que la realidad se ha estado equivocando, y que por fortuna se ha descubierto un nuevo método que nos va a redimir del tiempo perdido en nuestras prácticas tradicionales.
Uno de esos temas, cuya propagación está de moda, porque cumple un papel concreto en la intención de los nuevos modelos económicos, que hacen furor, de convertir en mercancía todo cuanto sea expresado artísticamente, es el denominado Gestión Cultural, cuya introducción en sociedad ha tenido tan eficientes impulsores, que en estos momentos está considerada como una profesión, para cuyo ejercicio se ha hecho indispensable convertirla después en una asignatura más, y someterla a todas las exigencias de la academia, para darle validez, porque no siempre su ejercicio, o su estudio, o su desarrollo es viable en todos los medios donde intenta aplicarse, y dándole valor académico, por extensión adquiere valor universal.
Muchas prácticas tradicionales, que hoy en día han sido tomadas por asalto por la academia, para convertirlas en entes creíbles, fueron, en épocas pasadas, ejercicios llevados a cabo por personas que eran reconocidas socialmente como cívicas, que es como se conocen a aquellas personas que destinan parte de su tiempo a hacer lo que los demás no hacen, en pro de todos, sin esperar compensación a cambio, y cuya acción nacía de un acuerdo colectivo tácito entre ellas, y quienes creían en su trabajo porque sus frutos ya habían sido demostrados. Eso pasaba con lo que hoy en día pomposamente se denomina Gestión cultural, y para cuyo aprendizaje no era necesario asistir a ninguna facultad, porque quienes lo hacían tenían un conocimiento intuitivo de su medio, y ubicados los talentos y las preferencias artísticas de la gente que los rodeaba.
Bueno, no es que estemos deplorando la ausencia del pasado, diciendo, con el poeta, todo tiempo pasado fue mejor, sino advirtiendo que la generación desordenada de técnicas riñen con prácticas ancestrales que han demostrado utilidad en el desarrollo social, a través de la creación de conocimiento a partir de la práctica cotidiana, y que deben ser tenidas en cuenta, porque surgieron de una relación limpia entre las personas, en las que no se interpusieron las cosas y los dividendos que las mismas producen.
Estas introducciones, con marcado acento académico, han hecho trizas relaciones tradicionalmente establecidas en la práctica y la formación del maestro, pues ya casi no se escucha decir, la práctica hace al maestro, porque ese papel de hacer maestros le ha sido delegado totalmente a la técnica. De aquí, a considerar devaluado el concepto de disciplina, sólo hay un paso.
El concepto de maestría está cada vez más relacionado con el de academia, que con el de práctica, debido a que todo viene en recetas que se pretenden universales, y que por tal motivo, se cree, son aplicables en cualquier parte, porque la tendencia es universalizar la teoría de que todo modelo de Gestión Cultural es aplicable en cualquier medio.
En todo caso, el de Gestión Cultural, es un tema emblemático de los esquemas de la globalización y de las teorías económicas para los cuales y las cuales si un acto humano no produce réditos, no merece existir.