Y no es coña

Un atasco y unos tacos

 

Mientras pesamos maletas para ese traslado de cultura librera de un continente a otro que tantos dolores de espalda nos proporciona, repasamos con urgencia algunos momentos de esta nueva edición de la Feria del Libro Teatral que ayer cerró su edición de 2015 en México DF. Como es habitual el último acto es la proclamación del ganador de Premio Internacional de Ensayo Teatral, cuyo ganador ha sido en esta ocasión el argentino Andrés Gallina, con un ensayo titulado «Dramaturgia y exilio. Poéticas radicantes», que entre muchos temas estudia la producción de Tato Pavlovsky en su exilio, por lo que tuvimos la emoción de dedicarle el premio a la memoria de esa gran hombre de teatro, esa humanidad bondadosa y talentosa que murió el domingo de madrugada en Buenos Aires. Coincidencias que nos emocionan.

Nuestra presencia continuada durante años en esta Feria nos hace testigos de excepción para certificar la evolución de la vida editorial mexicana que podemos considerar como verdaderamente espectacular. Han nacido nuevas editoriales, se han consolidadas otras, las instituciones publican, pero son iniciativas privadas, muchas de ellas vinculadas a colectivos teatrales, a salas y compañías quienes van dibujando una realidad sorprendente por su cantidad y variedad. Se edita mucho texto dramático, con autores internacionales, algunos realmente importantes, pero también se publican estudios, ensayos, teoría, manuales. Y escritos por mexicanos. Porque queremos recordar que hay desde hace mucho tiempo facultades, centros de investigación y eso se nota, y aunque sea un poco barrer para nuestra casa, que existan los premios de ensayo o el internacional de investigación que nosotros convocamos ha incitado a visualizarse trabajos de muchos jóvenes de toda Latinoamérica.

Pero en seis días de Feria suceden muchas cosas, y una de ellas es que a Jaime Chabaud le estrenaban una de sus obras, Blackout, y decidimos Sergio Blanco y un servidor acompañarle en ese trance. Salimos con hora y media de adelanto para hacer un recorrido que en condiciones normales se tarda poco más de media hora. Pero encontramos un atasco monumental, coherente con la desmesura del DF. Y pasaban los minutos, y al autor se le veía desencajado, llamaba por el manos libres al teatro comunicando la situación. Y se mostraba derrumbado, diciéndonos con pesadumbre que no llegaríamos. Y nosotros, los acompañantes, contábamos chistes, hacíamos todo lo posible por distraer al conductor y autor que empezaba a volverse amarillo, gris, que intentaba cambiar de vía, pero que en un momento tardamos más de media hora en recorrer apenas medio kilómetro.

Fueron unos de esos minutos encerrados, atrapados, en los que el tiempo se dilata, en donde se produce un «convivio» realmente agobiante y en el que se expresan todas las emociones y se practican todas las estrategias de distracción y de compañerismo solidario. De repente, se aclaró la situación, tomó atajos, hizo chirriar ruedas, quemó gomas y llegamos justo cinco minutos tarde, pero ya había comenzado la representación, teníamos reservadas tres butacas en el fondo, donde no molestamos. Todo trascurrió como debía. Aplausos, saludos a la compañía, y llegó la segunda parte del viaje: nos llevó el propio Chabaud a un lugar llamado Tacos Manolo a cenar, y fue otra experiencia. Esto no quiere ser una crónica gastronómica, porque es una crónica sentimental, de compañerismo. Los tres comíamos como chiquillos, aquellos nervios, aquella adrenalina se convirtió en una charla animada, en una concentración de buenos deseos, de alivios, de proyectos comunes, algunos muy divertidos y atronantes. Tres personas amantes del teatro, comiendo tacos y pensando en el futuro. Y el futuro es hoy. Unas horas juntos que unen bastante, una suerte de amistad forjada entre el atasco y los tacos. Espero que así sea. Desde la admiración y respeto.


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