Un mundo salvaje
Nos piden que nos abramos el alma y que nos ofrezcamos a pecho descubierto y nos fundamos en conciencia con el mundo.
Nos piden que como actores-canal tendamos puentes con aquellos lugares y realidades profundas que nos llaman desde lejos.
Nos piden que tendamos puentes en la búsqueda de esa puerta que a veces, sutilmente, se muestra en escena, entre los vivos y los muertos.
Los vivos estamos a veces más muertos que esos muertos enterrados que nos llaman desde lejos.
Somos vivos en un mundo que muerde, un mundo no muerto-muerte todavía, pero a punto de estarlo.
Vivimos en un mundo que muerde y nos ladra al oído desde la distancia, un mundo-perro que no entiende su soledad y que aúlla la inconsolable búsqueda de aquellos que le han abandonado.
Vivimos en un mundo cornucopio, en un mundo cornudo que cornea, en mundo sin picador, en un mundo con pitones afilados sin aquel que lo desbrave. Nos enfrentaremos a la bestia entera que mira desde el toril; nos enfrentaremos a ella, seguros de encontrarla frente a frente en el camino.
Este es un mundo lleno de fantasmas, fantasmas vivos, que no solo vienen del pasado sino que se pasean por un presente bien presente.
El mundo, este mundo, está podrido de muertos que no son nuestros, muertos que quedarán en tierra de nadie, abocados a caminar para siempre por una tierra sin nombre.
Hablan de capitalismo salvaje. El hombre es salvaje y hemos hecho un mundo a nuestra imagen y semejanza.
Cansados de luchar contra un sistema que nos ningunea y nos hace esclavos de deseos que todavía no tenemos, intentamos construir otro que a la larga quizás se constituya en un tipo de cárcel distinto, en el caso hipotético de que le sea dado germinar.
Me pregunto si realmente otro mundo es posible, me pregunto si en lugar de cambiar el mundo que es un ente contenedor de un concepto abstracto de nosotros mismos, no deberíamos tratar de cambiar lo que somos, y dejar de jugar a indios y a vaqueros con los unos y los otros y dejar de conquistar y someter, de poner la pica en Flandes o en cualquiera de esas colonias que nos inventamos cada día. Todo sujeto u objeto es susceptible de ser lugar o persona colonizable: habiendo colonias humanas, no es necesario irse a conquistar continentes. A veces ese vecino o ese jefe o ese amigo que no sabemos si es, se instaura en el nuevo conquistador del hasta ahora nuestro territorio.
El mundo es un lugar inhóspito y salvaje, a veces la vida llama a tu casa a andanadas y no te da tiempo de abrir la puerta.