Una guerra disimulada, comunicado de Dario Fo, Franca Rame y Jacopo Fo
Lo que ha pasado induciría al pánico, al silencio, a la desesperación. El mundo ha sido golpeado por una enésima masacre. Pero es necesario, aunque doloroso, hablar. Tratar de entender. La primera observación que se nos ocurre es lo absurdo que explota afuera de la televisión. Frente a esta tragedia el mundo se ha parado atónito. Pero no todos. Las bolsas del mundo no han parado ni un segundo, han seguido haciendo dinero, a buscar útiles salvajes. Más aún, han intensificado el ritmo. La gente todavía gritaba colgada de los rascacielos en llamas, antes que se derrumbaran, y ya los broker gritaban en sus celulares: «¡compra petróleo! ¡Vende todo! ¡Compra petróleo!» Y mientras los títulos de las acciones perdían 10 por ciento en pocos minutos, el petróleo subía más de 10 dólares por barril, y los astutos ganaban billones de dólares. Y mientras los presidentes de todos los países europeos se apuraban a expresar su pesar, sus banqueros chupaban decimales de dólar y finalmente el euro marcaba unos buenos puntos en su favor. Nadie ha pensado en cerrar las bolsas por decencia y respeto hacia los cadáveres todavía frescos. La bestia feroz del capitalismo hundía feliz sus dientes en las carnes de los muertos y fortunas luminosas se constituyeron en pocas horas. No hay de qué sorprenderse. Los grandes especuladores chapotean dentro de una economía que mata cada año a millones de personas con la miseria, ¿qué quieren que sean miles de muertos en Nueva York? Otra imagen terrorífica: la gente en la calle, en los barrios palestinos, destrozados por la guerra civil, festejaban la masacre. Gente que tiene un muerto en cada familia y que ya no logra ver más lo absurdo de la muerte, de cualquier muerte. El sistema de la violencia, de la explotación, del genocidio organizado de los pobres desamparados, genera insensibilidad a la violencia. Genera la lógica de la venganza.
Casi cada día, desde hace años, los aviones USA bombardean Irak, matando mujeres y niños con el pretexto de eliminar instalaciones de radares. Y las televisiones occidentales ni se toman la molestia de reportar la noticia. Claro, esa gente es basura, mueren miles y miles por los efectos de los proyectiles con uranio que han contaminado sus tierras, mueren porque faltan medicamentos a causa del embargo, en el silencio cargado de desprecio de los medios de comunicación occidentales. Las lágrimas que hoy derraman los comentaristas televisivos son vergonzosas porque siguen al silencio decenal acerca de los crímenes del occidente cristiano. Es terrible, pero es así: la desesperación genera la locura de la venganza. Una venganza que no sirve de nada, una venganza que traerá otras masacres entre los desheredados del mundo. Y atención: esta horrorosa masacre del día 11 no ha sido realizada apretando un botón desde un avión que vuela seguro en alta cuota.
Aquí hay decenas de personas que se han vuelto tan locas como para suicidarse todas juntas para lograr golpear «los demonios blancos». Esta medida de la desesperación debería hacer reflexionar. Este día de terror debería haber enseñado a los devotos del culto de la fuerza del hombre blanco que no existe seguridad y paz para nadie en un mundo donde la masacre y la prevaricación son la ley. Ya es un hecho. Las modernas tecnologías hacen tan poderosos a los individuos que ningún sofisticado sistema de seguridad puede proteger. Ya no es posible, tampoco para los estadounidenses ricos, creer tener seguridad. No hay ningún lugar donde se pueda estar afuera de peligro.
El perro feroz de la locura puede adentellar a cualquiera por doquier. Los periodistas televisivos se sorprenden (idiotas) de que los supercontroles USA no hayan impedido el desvío de cuatro aviones para ser usados como bombas gigantescas y golpear los lugares más protegidos del mundo. No quieren entender que las modernas tecnologías y el incontrolable crecimiento de las muchedumbres en las ciudades ofrecen decenas de maneras de hacer masacres. Estos horrorosos atentados han ridiculizado las pretensiones de Bush de construir un escudo estelar. Hoy han usado aviones, ayer gas nervino en Japón, garrafas de gas en Moscú… Mañana será suficiente gritar: «¡hay una bomba!» en un estadio para provocar un estrago. Un país moderno no puede garantizar la seguridad sin estrangular completamente la «vida normal» de los ciudadanos. No hay cómo. Nadie puede mantener a millones de personas encerradas en sus casas. La única garantía de seguridad para el mundo rico es sanar las heridas sangrantes del hambre y de los abusos. De otra manera se crea un humus social dramático que sólo puede llevar a la violencia más loca. Atención: no se puede decir, en este momento, quién armó la mano de los kamikazes. ¿Extremistas islámicos?, ¿Extremistas estadounidenses de derecha?. ¿Sionistas locos?, ¿Quién sabe? El atentado de Oklahoma, la más grande masacre terrorista ocurrida el martes pasado, fue atribuida a los terroristas islámicos y luego resultó ser obra de terroristas blancos y fascistas, quienes querían provocar una reacción antislámica. Se podría también descubrir que detrás de esta masacre se encuentran todas las facciones terroristas y los servicios secretos, unidos en el común intento de arrojar a la sociedad civil al caos…
Una cosa es cierta, más allá de quienes sean los ejecutores materiales de la masacre: esta violencia es hija legítima de la cultura de la violencia, del hambre y de la explotación humana. Esta violencia, estas muertes, hacen inmensamente felices a aquellos que han ganado millones de dólares en pocas horas especulando sobre el precio del petróleo, los mercados de las armas, y los jefes terroristas brindan ebrios de felicidad junto a los generales y los almirantes, cansados de esta paz rastrera que amenaza cada día el estado de guerra y las ganancias hechas sobre las bombas antihombre.
Mañana los aviones caza bombardearán alguna aldea perdida matando a civiles inermes con la excusa de que se castiga a los culpables y los lobby de las hienas empujarán para dignificar los gastos militares. «Estados Unidos debe responder inmediatamente a esta agresión», gritaba un imbécil de la calle y sus palabras han dado la vuelta al planeta transmitidas por miles de noticiarios. «¡Represalia!», grita Bush, el verdugo de Texas. Golpearán, harán diez muertos con la piel oscura por cada cadáver blanco. Y alguien propondrá reaccionar con manifestaciones en las plazas y de nuevo la policía hará muertos. Tiene que estar claro para todos que éste es un momento gravísimo. Es una nueva forma de guerra disimulada a la que nos quieren llevar.
El partido de la paz tiene una sola posibilidad: seguir testarudamente trabajando con los instrumentos de la paz. Afirmar con toda la fuerza posible que podemos y es necesario quitar nuestro apoyo económico a las multinacionales de la muerte. Hoy más que nunca la elección individual de millones de personas es el único instrumento posible, la única estrategia ganadora. Saquemos nuestro dinero de los bancos que financian la venta de armas; quitemos nuestro dinero de la economía del dolor; dejemos de comprar el carburante Esso, los productos de Nestlé; dejemos de tomar Coca Cola, de comer en MacDonald’s; convirtamos nuestros autos a gas y pidamos vehículos con propulsores eléctricos; pongamos nuestros ahorros en fondos de inversiones éticas; abandonemos los seguros conectados con el sistema de la muerte; no compremos coches de quien produce bombas antihombre, no compremos zapatos de quien mantiene como esclavos a los niños; no comamos los alimentos de la química, abandonemos las marcas de la cultura de la ganancia a toda costa.
En estos años hemos trabajado con éxito para demostrar que es posible hacer compatibles nuestros consumos, ahorrar, tener mejores productos y, al mismo tiempo, boicotear el mercado de la muerte rehusándonos llevar nuestro dinero a su molino. Hoy estas elecciones ya no son solamente justas y convenientes, son también urgentes e impostergables. Te pedimos hacer este gesto, inmediatamente, ahora mismo. Ya no hay tiempo para pensarlo más. La locomotora del capitalismo salvaje está acelerando su velocidad, apunta con determinación absoluta hacia la guerra y la destrucción del planeta. La única posibilidad es cortarle el abastecimiento de carburante. Enseguida. El mundo está gobernado por el dinero. La plata es el único argumento al que los poderosos son sensibles. Dale una posibilidad a la paz. Enseguida. Empieza tú. No esperes que lo hagan otros. Cada peso que quites a los señores del mundo es un respiro que regalas a la humanidad. Votas cada vez que haces compras.