Críticas de espectáculos

Una interesante obra de títeres.

Existe un texto cuyo autor es muy conocido por los titiriteros de América, se trata de Don Xavier Villafañe, titiritero argentino, muy prolífero en el arte y fallecido hace poco tiempo; el texto es “Vida, pasión y muerte de la vecina de enfrente”.
El título por sí solo “Vida, pasión y muerte”, nos recuerda los sucesos de Cristo, un conflicto en el que se juegan valores como la traición, la crueldad, los intereses mezquinos. No es una simple frase, es un símbolo que evoca la vida de un personaje que transciende los valores humanos y que en torno a él se han establecido ceremonias y rituales, está vinculado con objetos, simbólicos también, de carácter sagrado, uno de ellos: la cruz.
Villafañe juega hábilmente con el sentido de lo cotidiano al completar a la frase simbólica, la común: “de la vecina de enfrente”, con lo que, nos sugiere que están de por medio el chisme, la crítica, una moral de aldea, la presión colectiva sobre alguien, la preocupación por lo que hace el otro, la intromisión.
La obra en mención, de la manera más esquemática, se resume así: En una casa de apartamentos se oye cantar, desafinadamente, a Doña Gallito. Se alteran los moradores. Comentan la situación que se les ha vuelto insoportable. Deciden llamar al portero para que ponga orden. Cuando este viene, le imponen que la haga callar. El portero asume la autoridad que le dan. El portero llama a Doña Gallito para pedirle que haga silencio. El Loro lanza un insulto a Doña Gallito. El portero le prohibe que cante. El Sastre, el Peluquero, el Poeta le piden que ya no cante más. El Loro y su dueña, la Srta. Juanita la insultan nuevamente. Doña Gallito reacciona también con injurias. El portero enérgico, intenta imponer silencio. Doña Gallito se niega enérgicamente. Entra Doña Gallito a seguir cantando. El Poeta, el Matemático, el Peluquero, el Sastre, se lamentan de todo lo que les pasa a causa de sus cantos. Todos le piden al portero que la desaloje del vecindario. A gritos el portero la amenaza con desalojarla si no se calla. La Srta. Juanita aplaude emocionada. El Loro anima la actitud del portero. El portero envalentonado la amenaza si no obedece. Doña Gallito les da una negativa rotunda. Todos los vecinos a turno, animan al portero para que la agreda físicamente. El portero inicia a escobazos, la persecución a Doña Gallito. Los vecinos aplauden y gritan emocionados. Acierta el portero un golpe. Doña Gallito cae muerta. El Poeta y el Loro se comprometen a escribir un epitafio.

Reflexiones

Doña Gallito muere por su pasión, que es inherente a su naturaleza, la vida de todos los gallos es para eso; muere, de la manera más simple: a escobazos, con un instrumento que sirve para expulsar la basura. El símbolo de trascendencia queda desfigurado, incluso se provoca un reemplazo del objeto como signo simbólico: la cruz por la escoba. La muerte, siendo provocada por un asesinato, se vuelve intrascendente, muere Doña Gallito como si se tratara de un hecho absolutamente normal, que a nadie afecta. Destino de esos seres tratados como si fuesen insignificantes, que no merecen ni ser desalojados ni morir dignamente. La gran ironía del autor: el Poeta y el Loro le dedicarán un epitafio, en el que, posiblemente, descubrirán sus talentos y virtudes, ya que se dice corrientemente “ningún muerto fue definitivamente malo”.
También existe un conflicto de incomunicación entre los personajes: ¿por qué Doña Gallito no supo escuchar a sus vecinos? y ¿por qué los vecinos no comprendieron la naturaleza de Doña Gallito? A simple vista para los lectores de la obra es un asunto de fácil resolución, pero para la visión de los que intervienen en la acción es un verdadero problema, siempre los que están dentro de un conflicto pierden la visión de la realidad en su conjunto y dan soluciones parciales. Los personajes se alteran, se pelean, se matan por ridiculeces y simplicidades. Inclusive se podría decir que el suceso es un acontecimiento tonto, pero ahí está la sensibilidad de Villafañe, justamente, utiliza un suceso simple para encontrar y demostrar el comportamiento insustancial de la irracionalidad y la mezquindad humanas.

Los que intervienen

Todos son personajes solitarios, inclusive la Srta. Juanita que vive con su Loro, pero que se lamenta de su soltería.
En primer lugar, se diferencian entre animales y humanos. Doña Gallito y el Loro, aunque de especies diferentes, pertenecen al reino animal, susceptible de ser domesticado; la primera, lo que persigue en la obra (o en ese mundo que se desenvuelve) es sentirse feliz con cumplir su misión natural: cantar, sin preocuparse de la misión que los demás tengan; el Loro, ha sido tomado desde la visión que la cultura urbana le ha asignado en los cuentos, fábulas y el decir cotidiano: repetir, imitar, decir mecánicamente lo que ha oído y cree que ha aprendido o que sabe. Estos dos personajes representan los comportamientos instintivos y emotivos primarios, puestos en comparación con los racionales.
El otro grupo está constituido por los seres humanos, representa de una manera las normas, lo urbano, la cultura, el mundo de las justificaciones como si fuera la razón, el comportamiento de las mayorías que impone decisiones por simple inspiración visceral y por intereses personales, representan el trabajo “productivo”, las instituciones y los valores; están presentes la ciencia, el arte, la belleza, el amor, la elegancia, los oficios, significados en los presonajes y manifestados ridículamente hasta transformarlos en defectos humanos, prejuicios y vanidades. Cada uno de los participantes de este grupo está absolutamente de acuerdo en lo que persigue el conjunto. A este sector no solo que se ha domesticado el Loro, sino que él cree que pertenece debido a los méritos que ha hecho al asistir a la escuela y aprender a recitar las lecciones humanas. Fianlmente, se destaca una clara diferenciación de género: la Srta. Juanita y Doña Gallito, mujeres que a pesar de su identificación, se tratan violentamente y hasta, la una actúa con mayor energía que los demás contra la otra, e instiga al portero para que la mate. Entre los hombres y mujeres, el Loro, un híbrido tan agresivo como las dos mujeres.
¿Por qué no Don Gallito? Indudablemente de ser así, el conflicto sería diferente y el desenlace se habría orientado hacia otra dirección. Doña Gallito es la mujer que lucha por tener voz, es decir expresión en un mundo que no lo permite, lo hace espontáneamente, sin estrategias, quizá sea por eso que no logra captar un oído que le escuche, ni siquiera el de ese ser sensible que se llama poeta. Tampoco canta versos que despierten inquietudes, sus voces y acompañamiento son desafinados o desatinados, más o menos como los discursos mal elaborados que fastidian a los oyentes.

La dinámica de las relaciones

La sociedad de esta obra tiene sus pautas de comportamiento que sus miembros no permiten sean alteradas, lo consiguen, primero, mediante el intercambio de opiniones, segundo, por decisiones tomadas en conjunto, tercero por la designación personal o encargo a un ejecutor de sus ideas y, cuando el caso requiere, por el uso justificado de la violencia.
Para lograr esto se valen de crear una estructura organizativa aparente con funciones y funcionarios, en la que ubican a la cabeza al Portero (la fuerza ignorante y represiva), representando la justicia, a quien le encargan el poder (representado irónicamente con la escoba) y le muestran subordinación y respeto, a fin de que cumpla sus intenciones.
Sin embargo, detrás de toda esta mascarada que han creado, se esconden sus propias debilidades y temores, su construcción no es más que la reacción instintiva y camuflada de sapiencia, en defensa de los impulsos animales de Doña Gallito, que aunque se ha domesticado, aún no ha procesado en su interior las convenciones implícitas de trato de estos seres humanos. Su construcción es la reacción de unos seres indefensos, incapaces de asimilar los hechos que surgen fuera de sus esquemas de comportamiento y que se confunden y se pierden con algo nuevo y desconocido.
Son tan débiles que, para defenderse necesitan vivir y alimentarse de mentiras, de suponer que lo que hacen es realmente importante. Son tan débiles que no tienen el valor de reconocerse auténticamente, encontrar el sector al que pertenecen y aceptar al otro tal como es. Su mundo es un mundo de engaños y por él llegan al crimen.

El mundo del autor

Al hablar de esta obra, parece que estaría hablándose de una sociedad conocida por todos nosotros. Inmediatamente me pongo a recordar mi barrio, el condominio, la bulla que hacemos los vecinos el momento que se nos ocurre, la falta de participación individual para solucionar problemas de la comunidad, los recelos al que dirán respecto a algunos actos implícitamente sancionados. O simplemente cuando abordamos el bus para ir al trabajo, todos hacinados, cada pasajero ausente de lo que le sucede al otro, ansioso por encontrar un asiento desocupado, fastidiados unos por la música que pone el conductor, alegres otros, acompañan el ritmo con movimientos nerviosos de sus rodillas. Todos desconocidos entre sí y tan diferentes. Cualquier contexto en el que nos encontremos, la obra parece que se recreara; ahí están los personajes, o más que los personajes, las realidades personales que nos sirven a los titiriteros para tomar rasgos (solo algunos rasgos porque no vamos a tomar retratos) para construir los personajes. Saber observar la realidad, es una práctica importante para el titiritero, para Xavier Villafañe fue una forma de vivir, de esta práctica nace su espíritu positivo sobre la vida, porque en ella encuentra lo que necesita y aprende a mirar el mundo desde otras perspectivas, desde otros puntos de vista, el punto de vista analógico, poético y humanístico. Es cuando Villafañe puede ver lo que no está explícitamente mostrado, por lo tanto, él puede expresar lo invisible.


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