Una mujer desnuda/Mario Benedetti
Ensoñación en el exilio
Ningún exilio puede considerarse de carácter voluntario y en menor medida de placer, a no ser que en el país de destino se posea una abultada cuenta bancaria de difícil justificación. En todo caso, la nostalgia forma parte de cualquier ser humano que posea un mínimo grado de sensibilidad: los amigos, las canciones, el paisaje, los libros, las historias aprendidas, quizá aquel amor…
El poeta, dramaturgo, periodista y crítico uruguayo Mario Benedetti (1920-2009) vivió un exilio itinerante con el permanente deseo de volver. Una de sus piezas dramáticas se titula «Ida y vuelta» aunque la más conocida por aquí es «Pedro y el capitán», y uno de sus poemas dice: «Vuelvo / quiero creer que estoy volviendo…» Viaja por Chile, Argentina, Cuba hasta recalar en la España de la Transición.
En «Una mujer desnuda y en lo oscuro», espectáculo que he podido ver en el Teatro Juan Bravo de Segovia dentro de la gira, con dramaturgia y dirección de Mario Hernández, plantea el exilio desde la memoria histórica, que no es un tema menor ni desfasado de la actualidad. Hoy la juventud española se está destilando en busca de horizontes con alguna oportunidad. Pues bien, la obra narra el periplo del escritor uruguayo por las dictaduras de Pinochet, Videla y Castro denunciando las torturas, las violaciones, la desaparición de personas, los autoritarismos sanguinarios y crueles, la tragedia de una América Latina marcada por el dolor.
La pieza conforma un puzle de textos de Benedetti ensamblados con inteligencia por Mario Hernández para transmitir las ideas, el compromiso político y literario del autor americano que se hace presente para reivindicar la memoria en un acto terapéutico que permita olvidar, aunque parezca paradójico. Los textos reclaman la palabra frente al silencio que se hace cómplice con los fascismos tanto los explícitos como los que están disfrazados de democracia con leyes que amordazan a las gentes. En este sentido, el texto hace referencia al silencio tanto de las izquierdas como de las derechas –cada uno se justifica como puede-, que cohabitaron la Transición española que aún tiene heridas sin cerrar, y por tanto hoy seguimos validando una dictadura ¿democrática?, seguimos instalados en la continuidad.
Desde cierta perspectiva, el título de «Una mujer desnuda» puede desconcertar e infundir a error. Pero hay que subrayar la figura poética que significa la sinceridad sin aditamentos, la humanidad universal, y la libertad en toda su extensión.
Es decir, la obra, aparte de plasmar el compromiso político, literario y vital de Benedetti, realiza un canto a la esperanza, a la ilusión de soñar. En este caso, la mujer que acompaña al escritor sirve de metáfora de un anhelo, en forma de una ensoñación.
La puesta en escena de «Una mujer desnuda» juega con el espectador no solo a descubrir el papel de la mujer física, sino a reconstruir una historia –los viajes del escritor- contada con técnica cinematográfica a base de escenas que saltan en el tiempo y en el espacio; son flases que avanzan y retroceden en otros lugares y momentos. El escritor narra su experiencia en los distintos países, su historia trufada con el ejercicio de escribir y con el deseo de soñar.
La escena, a la par de sugerente en la poética con multitud de maletas, resuelve a las mil maravillas el sentido practicable. Es decir, de una parte, las maletas nos hablan de viajes, de un universo muy limitado puesto que hay que prescindir de lo superfluo por su limitada capacidad, pero también sugiere un universo amplio, sin límites puesto que nos permite el traslado una y otra vez. En cualquier caso, estas maletas nos cuentan de un exilio interino, accidental.
Las maletas, según el fantástico diseño de Isis de Coura, se multiplican para construir la mesa itinerante del escritor, para conformar una estancia cotidiana del hogar, para hacer de compartimento de tren –nueva figura de viaje-, para contener objetos diversos amontonados, desordenados y destruidos como la misma maleta, dibujando el paisaje urbano de la devastación.
El actor Emilio Linder aportó un convincente Benedetti que conjuga recuerdos, sueños y realidades. Linder se mostró exquisito con el personaje integrándolo sin afectaciones y marcando la justa musicalidad del acento uruguayo. Esther Vega jugó estupendamente con la variedad de personalidades de mujer: la sensual, la mujer enigmática, la esposa, la amiga, la alemana de origen español; se defendió con gran mérito en las canciones y articuló sus personajes con lealtad.
Mario Hernández en la dramaturgia consigue el difícil equilibrio de huir de lo que podría haber sido un panfleto político, pero no rehúye el riesgo de dibujar a un Benedetti lúcido, poético y acusador.
«Una mujer desnuda» es un espectáculo honesto que, sin estrellas mediáticas, alcanza un enorme valor artístico tanto por la recopilación y armonización de los textos del autor uruguayo –que ya es un plus de calidad literaria- como por afrontar el exilio político desde una perspectiva periodística no ausente de crítica, pero sin dramatismos que ofusquen la reflexión.
Manuel Sesma Sanz
Espectáculo: Una mujer desnuda y en lo oscuro – Autor: Mario Benedetti – Reparto: Emilio Linder y Esther Vega – Dramaturgia y dirección: Mario Hernández – Compañía: Quincalla Teatro y Es Arte Producciones – Teatro Juan Bravo de Segovia, en gira.