Una semana y algo más
Cuando empezaba a escribir esta homilía lunera, se anuncia que será a las 12 del mediodía de este lunes 29 de abril de 2024, cuando aparecerá el presidente Pedro Sánchez para comunicar a la ciudadanía si dimite o si sigue y en qué condiciones. Han sido cinco días de incertidumbre general, dese que mando una carta diciendo que debía reflexionar y se hacía una pregunta: “¿Merece la pena?”. En estos momentos se sabe la hora, pero nada del contenido de la comparecencia.
Por lo tanto, entienda que esta circunstancia que tanto puede influir en el desarrollo de la vida cultural y la personal de este escribidor que tanto los quiere que mañana a esta hora estaré en capilla para ser operado de nuevo del aparato eléctrico que hace que mi corazón funcione más o menos regularmente. Se trata de colocar un tercer cable que me fue colocado a finales del año pasado y que han descubierto que se ha desplazado. En estas coordenadas sigo intentado descifrar la realidad o la superchería general.
Quisiera recordar que, si dimite, la coalición de gobierno actual se puede tambalear. Porque se puede poner una vicepresidenta de manera provisional hasta que haya una nueva sesión de investidura y ahí, con unas elecciones catalanas y otras europeas, las mayorías y todo lo demás va a ser un delicado equilibrio. Y si se va a elecciones generales, la cosa está muy cruda. Y si… Simplemente quiero decir que afecta, y mucho, según quien gobierna. Aunque a veces parezca que no exista ningún plan diferenciador, que la rutina es un vicio irremediable
En la semana pasada he podido comprobar, una vez más, que esto de las artes escénicas, es un conjunto de planetas que orbitan en diferentes coordinadas. Que siendo lo mismo, pongamos que hablo de teatro, las diferencias son tan notables que parecen ser cosas pertenecientes a otras esferas. Incluso si se producen en el mismo ámbito de protección gubernamental, como puede ser el CDN, la diversidad se convierte en dejación. Y voy a ver si me explico con educación y respeto.
Dos estrenos. Uno en la sala principal del Teatro María Guerrero, probablemente una de las más significativas de Madrid. Allí se no convoca para ver una obra, “Los guapos” escrita y dirigida por David Trueba (el cineasta) que confiesa que es la primera vez que se acerca de una manera tan directa al teatro. Supongamos que es bueno dar oportunidades, buscar nuevas voces. Perfecto, pero la obra es mala en todos los sentidos. La dramaturgia es simplona, el tema, voluntarioso, pero mal conceptuado escénicamente, una escenografía indefinible, la puesta en escena inexistente, las interpretaciones de baja intensidad, porque no hay material dramático en las situaciones ni el diálogo, algunas de las veces dicho a diez metros de distancia entre la pareja.
Pero si uno se fija un poco más, es una coproducción entre el CDN y Bitó una empresa privada catalana. Y ya se tiene firmada gira y presencia en el festival que organiza esta productora. Supongo que todo es legal, pero insistiré de nuevo en que se está privatizando de una manera constante y sospechosa. Y algunos creemos que una institución de estas características debería hacer políticas de producción no mercantilizados. Porque en el fondo la obrita de Trueba es un comercial ligero que, como se han oído muchas voces, despierta una duda más que razonable, ¿qué pinta una obra tan menor en ese majestuoso escenario? Y lo debe responder el equipo de dirección del CDN, recién prorrogado por el actual equipo del INEM.
En la sala Francisco Nieva del propio CDN en Lavapiés vemos “Primera sangre”, que había ganado el XXXI Premio Jardiel Poncela que convoca la SGAE, una obra mayor, una obra que yo juraría no es la más redonda de su autora y directora, María Velasco, pero sí es una apuesta sería y rigurosa. Por el tema, los abusos y violencia contra las niñas o mujeres, pero sobre todo por la forma. Por la estructura dramática, por esa ruptura de todo lo obvio. Con una escenografía no convencional, pero de una gran eficacia por su impacto visual y su distribución espacial, unas interpretaciones que exigen unas rupturas de los resortes primarios y se convierten en personajes complejos y, además, en evolución, con unas escenas finales con un baño de imágenes sobrecogedoras. Una magnífica obra, un espectáculo total, una propuesta para los públicos de hoy. Aplausos. Y decimos más, así sí, en esa sala acostumbramos a disfrutar de bellísimas aventuras teatrales. Y digo más, Es una coproducción con el Teatro Nacional de Catalunya y la compañía de la autora. Otro matiz.
Vi más obras, Madrid nos proporciona a los muy cafeteros muchas experiencias. No tengo más espacio, pero la obra “Rey Lear”, de Andrea Jiménez, es una magnífica propuesta. Fuera de la norma. Pero muy potente. Seguiría, pero debo cortar aquí.
La semana que viene aquí estaremos, espero con todos los cables en su sitio, tanto los del corazón como los del cerebro.