En cartel

Una versión revisitada de ‘Donde el tiempo hace buñuelos’ en el CELCIT de Buenos Aires

Considerada como un clásico del teatro latinoamericano, ‘Donde el tiempo hace buñuelos’ de Arístides Vargas vuelve a ponerse en escenaen el CELCIT de Buenos Aires bajo la dirección de Carlos Ianni. Ocho únicas funciones a partir del 16 de agosto.

 

Las actrices Teresita Galimany y Adriana Genta dan vida a Miranda y Catalina, las dos protagonistas de ‘Donde el tiempo hace buñuelos’ de Arístides Vargas, una obra que vuelve al CELCIT tras realizar temporada en los años 2004 y 2007, ahora, del 16 de agosto en adelante, en una versión revisitada.

La obra de Arístides Vargas, con dirección de Carlos Ianni, revaloriza el sentimiento de amistad, en una atmósfera de ensueño. ‘Donde el viento hace buñuelos’ propone emociones profundas. Dos exiliadas de todo menos de sus afectos comparten durante una noche un recorrido mental sobre sus vidas.

En palabras de Vargas, «el personaje Catalina y el personaje Miranda se acercan a una instancia decisiva en sus vidas. Mientras esto sucede, recuerdan momentos donde los días se presentan sin ningún orden. No existe orden en el tiempo, no existe orden en el espacio, ha desparecido la crónica. La única posibilidad de ordenamiento son los afectos pero estos son imprecisos, ilusorios. El orden, entonces, no es probable; es la organización precaria de nuestros afectos lo que garantiza que el otro no se pierda en soledad. Es esto y únicamente esto lo que justifica nuestra entrega sin reservas a otro ser humano. A veces pienso la vida como un conjunto de fisuras, de grietas, de donde sale una luz tan intensa que me hace sospechar que ahí dentro, algo sucedió. Tal vez se trate de captar el resplandor de lo sucedido. La vida fracturada me permite preguntarme: ¿qué es lo que me hace humano, la certeza de que he nacido, de que vivo, de que voy a morir? No sé, tal vez sea mi relación con el dolor del otro, pero no el dolor lacerante tan grato a ciertas religiones que lo elevan a categoría fundamental. No, el dolor del que les hablo es aquel que surge del incesante acto de vivir, en el transcurrir no en soledad sino en alguien que está fuera de nosotros, en otra persona, en la soledad de mi semejante que es mi propia soledad. El acompañar al otro en su acto de vivir-morir funda una pequeña comunidad afectiva. La amistad es una de sus manifestaciones más intensas, tan profunda como «bahía de aguas profundas…»


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