“Urtain”/Animalario/CDN
Réquiem por Urtain
Obra: “Urtain” Autor: Juan Cavestany. Compañía: Animalario/CDN Intérpretes: Roberto Álamo, Raúl Arévalo, Luis Bermejo, Luis Callejo, Alfonso Lara, María Morales, Estefanía de los Santos y Luz Valdenebro. Escenografía y vestuario: Beatriz San Juan. Iluminación: Valentín Álvarez y Pedro Yagüe. Música: Nick Powell. Dirección: Andrés Lima. Lugar y fecha: Teatro Principal de Zaragoza. 19 de diciembre de 2009
Un rotundo e incontestable éxito, que evidenció la puesta en pie de parte del auditorio durante los prolongados aplausos, cosechó la noche del sábado “Urtaín”, la obra de Juan Cavestany que ha llevado a la escena Animalario, en coproducción con el Centro Dramático Nacional, bajo la dirección de Andrés Lima. Y no es para menos, porque “Urtain” es, seguramente, el mejor espectáculo teatral de los que han pasado este año por los escenarios zaragozanos. Y lo es, por muchas razones.
La primera, por empezar por algún sitio, el texto de Cavestany. En doce escenas (doce “rounds” de boxeo) estructuradas casi con técnica cinematográfica, nos conduce atrás en el tiempo, desde el salto de Urtain por la ventana, hasta el momento de su nacimiento. Entre los puntos de partida y llegada, un retrato de la España que arrancó a José Manuel Ibar Azpiazu, harrijasotzaile, de Zestona, sin apenas saber hablar español, para convertirlo en un icono de ese país lleno de cutredad y tristeza, y del propio franquismo; una radiografía de cómo se elevó a las alturas a un púgil que apenas sabía boxear, para dejarlo después caer convertido en muñeco de feria. Fue esa caída, no el salto del boxeador por la ventana, la que reventó a José Manuel Ibar.
Magnífica la puesta en escena que rompe el uso convencional del espacio escénico y hace verdaderas filigranas con el ritmo para acomodar el espectáculo en el que necesita en cada momento, que maneja diferentes registros para construir escenas que van de lo sobresaliente a lo brillante, de la intensidad dramática, a lo grotesco o a la farsa negra. Todo con intensidad, inteligencia y teatralidad.
La escenografía reproduce un cuadrilátero de boxeo sobre el que una magnífica iluminación y un acertado vestuario, construyen una realidad en blanco y negro, como la España de Urtain. Sumen a esto un también sobresaliente espacio sonoro. Y naturalmente, un magnífico trabajo interpretativo (enorme Roberto Álamo). Vemos un esfuerzo coral, perfectamente ensamblado, que por momentos es pura coreografía, regalándonos los matices y la profundidad que personajes y situaciones necesitan. “Urtain” transmite toda la fuerza y la intensidad que puede alcanzar la ficción construida ante los ojos del espectador. Teatro en estado puro.
Joaquín Melguizo
Publicado en Heraldo de Aragón, Lunes 21 de diciembre de 2009