Zona de mutación

Valor agregado

El desmontaje del ‘valor agregado’ en el arte teatral, somete a revisión todo el andamiaje de la significación, la espectacularidad y todo aquello que asigna como una vestidura, una autonomía, una entidad cultural, que no obstante funciona como el artilugio por el cual puede circular como mercancía. La instrumentalización del teatro, en función de sus servicios, es lo que garantiza su sobrevida, y no el carácter, puro o impuro, de sus esencias. La desandadura, el des-ensamblaje, en el ámbito de las significaciones culturales del teatro, ponen en cuestión sus capacidades reales para generar poderosos procesos de individuación libres. Se hacen todo tipo de cabriolas para fingir la renovación de esta arte milenaria, sin que esto implique desafectar los muñones viejos de la cansada estructura, de tales esfuerzos. No hay demasiada pregunta por la materia prima dada. Lo que importa es el proceso predicativo por el cual el teatro ingresa al ‘circuito intelectual del sentido’ (Clément Rosset). Aquella estructura parece estar poseída por los tentáculos de un imperialismo globalizado que sólo accede al manipuleo participativo en niveles superficiales, donde cada artista juega sus alardes creacionistas, pero sin llegar al meollo de manera que transgreda sus principios fundantes y destinos finales como objeto=mercancía. La preocupación por las pátinas que ha de adquirir el espectáculo en la vida actual, no dice nada sobre la posibilidad del teatro adscripto al sueño de nuevas culturas, de nuevos contratos del hombre con el mundo, con los otros. Los desmontajes posmodernos se acercan peligrosamente al desguace de la herramienta, a su entrega inánime a los códigos eficientistas del mercado, sin discernir fuera de sus mecanismos de medida. El teatro condenado a ser una pecha en la que pueden colgarse toda laya de premeditadas imaginerías, de estrategias desiderativas. La historia del teatro está atada al proceso de secularización que representa la democracia, por lo que su caída representaría una ruptura con el principio de civilidad, que retiene como código aquello de por qué una cosa, en este caso un producto cultural, vale.

El valor agregado, en término de sus funciones, sus estéticas, sus variantes, su capacidad para desarrollar las aptitudes para ser comprado, aparecen orquestadas en un macrosistema del cual son el téster de una asimilación, de una determinada socialidad. La acomodacón camaleónica a los cuadros perceptibles esperables, puede ser un arte, un dato de idoneidad en el marketing. La no afectación de la ‘inneidad’ del objeto teatro no modifica, en consecuencia, los emplazamientos imaginarios de quien lo recepta. Al contrario, tanto estímulos como impactos, se estudian hasta científicamente para no caer en errores ni en desvíos no deseados. El teatro es una herramienta milenaria, pero expropiada. El mecanismo de producción del signo cultural es directamente proporcional, por esta vía, a la política de ajuste y reajuste, donde un valor innato está secundarizado a la afectación económica.

El valor agregado está medido por las adjudicaciones simbólicas que el propio poder le inscribe como cifra medible, monitoreable. El arte top, en este sentido, es el que ha recibido valor y recauda para el poder (privado-estatal), donde su plus es su propia capacidad de venta. El arte de absorver los sentidos otorgados, es también un arte.

La capacidad de añadir sentidos en un receptor, que no ha cuestionado su capacidad de hacerlo, permite que todo transcurra en la superficie, donde se resuelve que las cosas sean lo que se quiere que sean, aunque no sean así en realidad.

La aptitud para enriquecer las materias primas dadas, en un porcentaje nada desdeñable, depende de una energía creativa, organizacional, que luego es usurpada o sobre la que poco o nada se paga. La mano de obra gratuita o voluntaria, alimentando con una cierta capacidad de sacrificio el brillo de un producto que si se impone de manera decisiva en el mercado, es a base de crear ficcionalmente su necesidad, donde la prerrogativa de su culturosidad, no es más que su casi obvia estratagema de legitimación.


Mostrar más

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba