VEO, otro que cae
Mi relación con la revista Artez empezó en Valencia hace un poco más de medio año. Un día por aquellas fechas escribí un correo electrónico a Carlos Gil, el director de la revista, para comentarle no me acuerdo qué, y aprovechaba para decirle que tenía previsto ir al Festival VEO (València Escena Oberta). Carlos tenía otros compromisos aquel fin de semana y me propuso que hiciera una crónica, saldría publicada en el siguiente número de la revista correspondiente al mes de abril (nº168). Y así fue. Este año no podré escribirle diciendo que voy al VEO y proponerle otra crónica porque el ayuntamiento que preside Rita Barberà ha decidido cargarse el festival. Otro que cae, ya he perdido la cuenta. Solo en el ámbito de la creación más arriesgada, este año ya han caído Panorama (Olot), Mapa (Pontós) y ahora el VEO (Valencia).
Solamente pude estar en las dos últimas ediciones del VEO, pero puedo decir que el festival cumplía perfectamente con lo que se pide a este tipo de eventos: propuestas de altísima calidad, arriesgadas y que sean singulares en el marco de su disciplina. De la última edición, me vienen a la cabeza las imágenes del artista suizo Yann Marussich, inmóvil, deleitando a los espectadores con su ejercicio coreográfico sobre las secreciones corporales. También pienso en los franceses de la compañía KTHA que, en el interior de un container, hacían una crítica a la publicidad, una reflexión sobre todas aquellas decisiones que tomamos diariamente de forma involuntaria. En el VEO los espectáculos tensaban la cuerda, ya fuera por su radicalidad estética (como por ejemplo el magnífico espectáculo de circo «Le sort du dedans» de la compañía Baró d’Evel) o por su discurso. Eso es exactamente lo que debemos exigir a los festivales.
Pienso en la importancia de que existan espacios donde se expriman y tengan realmente sentido palabras como «investigación» o «creación». Hace ya unos meses, salía en El Periódico de Catalunya (15 de abril de 2011) un magnífico artículo firmado por el director escénico Oriol Broggi que advertía sobre los peligros de la crisis en las pequeñas productoras teatrales. En un momento del texto, Broggi decía, «la cultura tiene que vivir en todo tipo de espacios, tiene que aflorar en toda la ciudad, tiene que plantear un diálogo con distintas arquitecturas y tiene que suponer un reto para los espectadores». Y seguía: «En un marco de crisis como el actual, es evidente que los recortes afectarán en primer lugar a las nuevas voces, a la creación. Es una lástima que se vean afectados los que hacen evolucionar la cultura porque son ellos los que rompen barreras para buscar nuevos diálogos. No apoyar la creación es dejar sin atributos a nuestra cultura.» Sobre lo primero, el VEO era un festival que potenciaba la vivencia de experiencias artísticas en espacios cotidianos de la ciudad de Valencia. Y respecto la segunda parte, el festival era sin duda una de estas nuevas voces, una voz clara y firme comprometida con la evolución del pensamiento artístico más contemporáneo.
Sigo con un poco más de hemeroteca, ahora recogiendo las palabras de la responsable municipal de Cultura del ayuntamineto valenciano Mayren Beneito, publicadas recientemente en Diario Crítico a raíz del cierre del festival. Beneito defendía mantener lo que es «necesario» y citaba como ejemplos «los centros de juventud, las ayudas para los jóvenes o para cosas artísticas. (…) En cambio, el festival era muy bonito pero no dejaba de ser un festival». Es cierto que en momentos de crisis hay que exigir a la clase política firmeza en los criterios y priorizar los servicios básicos. ¡Claro que están bien las ayudas para los jóvenes! Si una de las consecuencias de la crisis es que la política sea más valiente, habremos ganado algo. Pero bajo el argumento de salvar lo «necesario», en materia de cultura corremos un grave peligro. Lo que según la concejal es poco más que «bonito», en realidad es también el germen de la creación contemporánea, es el hongo necesario para que nazcan y se desarrollen los creadores del futuro, es la tensión básica si queremos una cultura comprometida con la sociedad, que nos cuestione y nos enfrente a nosotros mismos.
Arrancar de raíz el hongo de la creación es muy peligroso. Puede que no crezca nada más y nos quedemos con un cultura yerma.