Y no es coña

Vestido largo y de etiqueta

Hay lunes que son más estresantes de lo normal. Coincide esta semana con el cierre de la edición de la revista ARTEZ correspondiente a los meses de mayo y junio de este año del 2024. Estas entregas acostumbran a ser tumultuosas porque se acumulan muchos estrenos, ferias y festivales. Entramos en otra fase de la temporada, o en otra temporada. De cualquier manera, en una acumulación esplendorosa de actividad en las artes escénicas. Además, escribo tras la resaca electoral en la Comunidad Autónoma Vasca. Y con una semana de cierre de etapa del Barça. Lo de las elecciones nos deja con un mapa complejo, aunque al parecer gobernará el mismo partido en coalición con el mismo socio. Eso significa que, al cambiar de lehendakari, se cambiará todos los consejeros y veremos cómo queda Kultura, aunque existen unos reglamentos para las ayudas consolidado desde hace décadas.

Cuando no hay motivos cuesta, cuando hay demasiados, cuesta más escribir estas homilías lunares. En mis colaboraciones con otros medios de ámbito iberoamericano, debo esforzarme por explicar ciertas circunstancias que, me parece, son peculiares del sistema español y sus diecisiete autonomías. Resumo, y mucho. En la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento se decidió por atomizar las responsabilidades, poniendo en cada festival o sala una dirección, en algunos casos con seis personas que se reparten por géneros escénicos. Todos nuevos, a excepción de uno, y en algún caso moviendo a otros dos. En cambio, el Ministerio de Cultura que está en manos de Sumar, un partido que dice estar a la izquierda del PSOE, sus nombramientos los considero paradójicos, y después de destituir a uno, han confirmado y prorrogado al resto de directores de las unidades de producción. No se acaba de entender. Pero es un hecho. Desde luego la continuidad es más que evidente, parece ser fruto de una manera de no complicarse la vida, probablemente porque todo el equipo recién llegado, la mayoría con antecedentes en el propio INAEM con gobiernos de otro color, está persiguiendo otros objetivos, ya que la necesidad de reinventarse esta institución es una idea que está generalizada. Y no se sabe si los proyectos que corren por los cajones son viables o políticamente suficientes para su transformación en una Agencia.

Otro de los asuntos que me sugieren monólogos de comedia, tragicomedia o de aburrimiento es la proliferación de premios de toda índole y condición. Escribo el lunes 22 de abril de 2024, y está tarde iré a la entrega de premios en un distrito madrileño porque en el ámbito de artes escénicas reconocen a un hombre vasco que ha dedicado su vida a la Prensa y el Teatro. Lo considero una persona de bien. Nuestros primeros contactos fueron de confrontación política. Después entramos en una fase de colaboración, le he producido cuatro obras y dirigido una de ellas, le he publicado algún texto y se ha convertido en un fraternal amigo. Ignacio Amestoy sigue produciendo obras, pensamiento, cohesión entre los diferentes. Y el premio que le dan me parece de una entidad importante y se produce sin alharacas ni egocentrismos.

Eugenio Defresné tenía un personaje en su obra “la Isla desierta” que decía, “elegir en la vida es absurdo por definición”. No he necesitado elegir entre el premio anterior y el de los Premios Platea que organiza la Academia de las Artes Escénicas de España en el Teatro Español de Madrid. No voy a insistir. Pertenezco a esa Academia debido a un desencuentro notable hace muchos años con una parte de su dirección. Se dialogó, se dieron explicaciones y me convencieron para hacerme miembro. Durante unos años estuve activo. Encontraba un ambiente que buscaba objetivos claros, aunque con algunos de ellos estuviera en desacuerdo. Existía diálogo, se escuchaba, se avanzaba. Pero sonó siempre la palaba premios y no entendía esa obsesión. Recuerdo que hubo un año que la votación final de los Premios Max corrió a cargo exclusivamente de los miembros de la AAEE. Fueron un desastre. Se abrieron demasiadas sospechas. No quiero incidir en el asunto.

Hubo unas elecciones y las ganó un equipo encabezado por Jesús Cimarro. Lo dije entonces y lo repito. No me sentía cómodo en una institución que empezó a virar hacia asuntos mercantiles de manera ostensible. De nuevo la palabra Premios flotaba. Me retiré de la vida activa de esta institución por muchas razones, pero me enfrentaba a un muro presidencialista que era además el jefe de los empresarios. Una circunstancia que a mi entender coaccionaba casi toda la actividad. Esa presidencia intentó sancionarme por un comentario en X. Se quedó en amenaza autoritaria.

En las últimas elecciones han llegado a la junta directiva unas personas de otras generaciones de muchos ámbitos. Me parece que hubo una buena campaña para buscar miembros con nuevas energías. Y de repente, algunas de esas personas que no hace tanto hablaban críticamente de la propia Academia, se han convertido en los adalides de unos premios que me parecen están lastrados por su fondo y sus formas. Han puestos nuevos rubros, a montones. El presidencialismo empieza a ser patético. La distancia con Catalunya y otros lugares con actividad teatral importante aumenta, es obvia la concepción centralista. Intentan dar la impresión de que son más abiertos que los Max y lo son mucho menos. Así lo entiendo yo.

Quienes los organizan, los controlan son viejos conocidos, incluso amigos o cómplices de muchas cosas a lo largo de décadas. Pues bien, en las candidaturas de este año había en un rubro denominado “Teatro de texto”, la obra “Forever” del grupo vasco Kulunka, que no tiene palabras. Es un pequeño detalle de la falta de consistencia, de un rigor escaso. Hay nuevos rubros que no acabo de comprender, a no ser que atienda a los negocios de algunos de los miembros influyentes. El año pasado hubo un premio para un señor que tenía una obra en Nueva York y que forma parte de la dirección actual. Eso tiene nombre.

Tengo derecho a voto, y no lo he ejercido porque no quería contribuir a esta manera de potenciar supuestamente las Artes Escénicas a partir de actos que, a mi entender, escapan de la realidad. Primero por la parcialidad de influencia territorial, segundo porque la imagen que se da con esa alfombra roja en la plaza de Santa Ana de Madrid recuerda a otros ámbitos, a otros negocios y transmiten una idea errónea, de fama y pompa y no cultural. Como socio que de momento soy, fui invitado a la gala. Y en la invitación sentí como se reafirmaban todos mis prejuicios ante estos premios que no reflejan ni de cerca la realidad de las Artes Escénicas en el Estado español. Eso de que se ruega, Vestido largo y de etiqueta, me rompe el corazón. No se compadece con la realidad de los trabajadores de las artes escénicas, ni con la inmensa mayoría de las obras y producciones, en su contenido y en su forma. Huele a cosa antigua y perteneciente a otros ámbitos y clases.

Mañana, martes, se irá a ensayar en ropa casual y mirando mucho todo porque suben los alquileres.


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