Críticas de espectáculos

Viaje hondo y conmovedor

«En la otra vida», reciente obra de Miguel Murillo Gómez, estrenada en el Teatro López de Ayala en el marco del 47° Festival Internacional de Teatro y Danza Contemporáneo de Badajoz y producida por la compañía extremeña KRG Audiovisuales, se nos presenta como un conmovedor monólogo que transita entre la tragicomedia y la cotidianidad. En su centro, late la vida desgarrada de un hombre mayor enfrentado a la soledad más cruda tras el abandono de su esposa.

Murillo, conocido dramaturgo pacense de vasta experiencia y reconocimiento, vuelve a hacer gala de su sensibilidad y profundidad narrativa, abordando lo complejo de los afectos y el duelo con una estructura sencilla, profundamente humana y de sutil poesía. Como en sus celebradas obras «Solo Hamlet solo» y «Cyrano», interpretadas con fuerza y lucimiento por José Vicente Moirón y David Gutiérrez, respectivamente, Murillo emplea en «En la otra vida» una atmósfera cercana y universal que parece hablar a lo más íntimo de cada espectador.

La obra se despliega como un cuadro desnudo de la vida cotidiana, mostrando el lento andar de un personaje solitario que, en el afán de reconciliarse con su presente, explora y se disuelve en su pasado hasta asumir, como por necesidad, ciertos rasgos de su esposa ausente. Este recurso le da a la obra una intensidad psicológica excepcional: el personaje se convierte en su esposa cada vez que la recuerda, invitándonos en la narración a presenciar una transformación sutil y desgarradora. Esta dualidad, en la que él y ella cohabitan en un solo cuerpo interpretativo, insufla una carga emocional que transita entre la desesperación y la ternura, entre el desconsuelo y la ironía.

La tragicomedia encuentra aquí su mejor expresión: el humor aflora en los momentos de mayor angustia, como si una sonrisa -a veces melancólica, a veces amarga- fuera el único refugio ante el dolor de la soledad no deseada. Así, la risa se convierte en una especie de catarsis; una risa que, sin embargo, no libera, sino que ilumina con crudeza los rincones de una existencia desgastada, resonando en las experiencias y emociones del propio espectador. En «En la otra vida» Murillo convierte en un espejo las grietas de las relaciones humanas, recordándonos con delicadeza que las conexiones afectivas requieren de un cuidado que, de no darse, puede conducirnos a una deriva insalvable.

El montaje y dirección actoral esmerada de Jorge Moraga da vida a la visión de Murillo con una puesta en escena sobria y austera. Tal y como sugieren las acotaciones del texto, el escenario apenas cuenta con una mesa y dos sillas, y unos pocos objetos de utilería, elementos mínimos que potencian la atmósfera de aislamiento y desolación del personaje. La ausencia de ornamentos permite que el foco permanezca en la palabra, en cada pausa y cada gesto, generando una proximidad íntima entre el espectador y el protagonista, en la que ambos comparten, en el silencio de la sala, el eco de sus propias heridas y pérdidas.

Este minimalismo escénico se complementa por momentos con una banda sonora rica en texturas, diseñada por Jara Gómez y Koke Rodríguez, que sumerge al espectador en un universo sensorial cautivador. La caracterización de Pepa Casado es otro de los aciertos de esta producción, envolviendo al protagonista –que actúa vestido en pijama- en una presencia física que lleva consigo la impronta de años compartidos y de un amor que, aunque ya perdido, parece haberse quedado como un fantasma en su piel.

La interpretación de Cándido Gómez, de una maestría conmovedora, captura con humor y ternura las pequeñas miserias y momentos de dicha de una vida que fue compartida. Su dominio del escenario es absoluto; cada movimiento y cada silencio nos sumergen en el caos de un hombre que, en «otra vida,» se sintió pleno al lado de su esposa. Las escenas en las que narra, con humor desbordante, las cómicas peripecias de su suegra, una diabética que debido a su peso requiere de una grúa para salir de la casa por el balcón, o los desesperados baños con agua helada –por falta de gas en el calentador- mientras grita «¡Tarancón al paredón!», son momentos hilarantes que desatan carcajadas genuinas entre el público, y, a la vez, dan una perspectiva sobre la soledad, transformando lo trágico en risueño.

En su conjunto, «En la otra vida» es un viaje hondo y desgarrador que nos enfrenta a la fugacidad de los afectos, a los desajustes y grietas que erosionan la convivencia y que, cuando no se cuidan, nos condenan a la soledad de nuestra propia compañía. La obra se cerró con una ovación cálida; el público aplaudió no solo al excelente actor (que es muy querido en Badajoz), sino a la universalidad de una historia que, como la vida misma, está hecha de pequeñas risas y profundas pérdidas, de momentos pasajeros que nos recuerdan que todo, incluso el amor, necesita ser cuidado y renovado.

Este interesante monólogo se revela, en definitiva, como una pieza fundamental del teatro contemporáneo, logrando, sin grandilocuencia, conmover y enfrentar a cada espectador con sus propios vínculos y los frágiles hilos que los sostienen.


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