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El nombre de Vicky Peña nos lleva a pensar en una de esas actrices que en los últimos años cuenta sus apariciones en escena como acontecimientos. El currículo profesional de esta barcelonesa hija de actores es una muestra de un camino labrado en el esfuerzo y el trabajo, con las siempre necesarias dosis de suerte para que le hayan ofrecido los papeles que le han ayudado a crecer continuamente. La entrevistamos en su camerino del Teatro Arriaga de Bilbao donde estaba dando vida a Mrs. Lovett del musical Sweeney Todd, papel por el que consiguió en el año 1998 uno de los tres Max que ha obtenido.
Entrevista publicada en la Revista ARTEZ nº142 (febrero de 2009)
Carlos Gil Zamora
Fotos: Borja Relaño
¿Estabas predestinada a ser actriz dado el ambiente en el que naciste y creciste?
No creo. En realidad mi primera opción profesional fue muy otra. Aunque tarde, pero muy a gusto y con mucho convencimiento, me decanté por el teatro. No creo en las predestinaciones, sino en las opciones personales. Mi primera opción fue por la Sanidad, me hice ATS y trabajé cinco años en un departamento de riñón en el Hospital Clínico de Barcelona.
¿Empiezas con ‘El Criat de dos amos’ de Goldoni dirigido por Esteve Polls?
Sí eso es. Bueno, antes que nada fue una especie de tragedias griegas para escolares que también montó Esteve Polls. Yo estaba de corista griega, en un max mix con varias obras, en la que actuaba gente de teatro muy importante, y se hacía un acercamiento a las tragedias de manera muy suave, para escolares. Después hice de Virgen María en Els Pastorets. Y para el público mayor, fue en 1974, también haciendo de coro en ‘El Criat de dos amos’ de Goldoni, sí.
No he visto en ningún currículo que hayas tenido una formación teatral específica. De ser así, ¿dónde y con quién estudiaste?
No, estuve tres meses en el Institut del Teatre de Barcelona después de que se me despertó la vocación teatral, en Londres, ¡ya ves tú!, donde estaba estudiando idiomas, y mi madre me recomendó a Toni Canal que estaba con la compañía de Roy Hart haciendo cursos de voz y de cuando en cuando me llevaba a ver museos, al Cutty Sark y varias veces a ver teatro, y viendo teatro, pues me dije: lo que más me gusta en el mundo es esto, lo he visto siempre a mi lado, cercano, peor no me había dado cuenta de que eso era lo que yo quería hacer. Volví a Barcelona, me apunté en el Institut del Teatre, pero no me sentía cómoda, y además seguía trabajando en el hospital y en el turno nocturno, por lo que dejé el Institut. Pero al año siguiente Paquita Ferrándiz le comentó a Esteve Polls, la hija de la Carulla parece que quiere hacer teatro y como hacía falta gente para los coros, pues me cogieron y empezó todo.
Has hecho y haces mucho doblaje.
Sí he hecho mucho, pero ahora ya no tanto.
¿Es una buena escuela de actuación?
Sí. Absoluta. Para mí mucho.
¿En qué sentido?
Por una parte te permite, te ofrece o te exige la necesidad de interpretar cosas muy diversas a un ritmo cambiante muy rápido y te encuentras un día haciendo a una ingenua, otro día a una putita, otro día a una que la violan. Porque cuando empiezas estás condicionada por una voz juvenil. O un niño pequeño e ingenuo, lo que te obliga a indagar en distintas cuerdas interpretativas. Y es, además, una lección de humildad muy grande. Tú no estás haciendo una creación, no eres tú el dueño de la interpretación de ese papel; eres alguien que se pone muy al servicio de una actriz a la que estás doblando. En ese sentido digo que es una buena escuela.
¿Tenéis tiempo de ver lo que estáis haciendo y disfrutar de las actuaciones?
Ahora se dobla de una forma muy instantánea y bastante mal, excepto las películas de treinta y cinco. Peor cuando yo empecé había tiempo para ensayar, para ir encajando el sonido. Pero ahora, igualmente te das cuenta de lo que hacen, claro. Igual que te das cuenta si es una película interesante o es una película cutre, lo ves rápidamente. A mí me sirvió mucho.
Viendo actuar así con todo tan fragmentado, ¿se pueden aprender técnicas de actuación?
Técnicas de actuación no. Que hay distintas formas de interpretar o que hay actores con formas muy elaboradas y otros mucho más naturales. Pero no para analizar unas técnicas. Yo no soy muy de técnicas, tengo que decirlo, pero sí que ves técnicas diversas de interpretar, claro. Tanto de los personajes que te tocan a ti doblar como cuando estás esperando dos horas en sala y ves lo que hacen otros actores.
Mirando tu amplia biografía, podríamos decir que en lo que respecta al teatro tienes una carrera que entra en la excelencia, tanto por los autores, las propias obras y los directores, ¿es fruto de la casualidad o es que has podido seleccionar?
No sabría decirte. He dicho que no a cosas. Pero siempre me dejado llevar, haya sido luego el resultado que haya sido, porque uno se mete en un proyecto teatral a ciegas. Siempre ha sido o que bien la obra me interesaba mucho por lo que contaba, que me interesaba mi personaje porque me haría sacar nuevos registros o el director me serviría para crecer, para robustecer mi músculo teatral. No he ido a proyectos interesantes. Aunque luego hayan resultado interesantes. Y con el tiempo, visto en perspectiva, he estado en proyectos muy bonitos.
No aparece casi nada circunstancial, siempre grandes autores de la literatura dramática universal, una contemporánea…
Siempre he pensado que esta profesión es algo serio, puede ser muy lúdico y divertido, pero ponerme a hacer cosas que no me interesan o que no me importan, pues no. Y la verdad es que en alguna ocasión he dicho que no a cosas que no me parecían suficientemente interesantes, o he tenido que dejar cosas que me interesaban pero se me montaban con otros proyectos y por responsabilidad no he querido solapar dos cosas. No lo sé. No ha sido nada premeditado, desde luego, Hay autores contemporáneos intere- santes y no es que me haya dedicado a cosas dramáticas, tengo unas ganas locas de hacer comedia, algunas cosas ligeras, pero con chicha.
El personaje de Mrs. Lovett en ‘Sweeny Todd’, lo abarca todo, ¿no?
Sí, puede permitirme una comicidad, digamos, pero es una obra con una envergadura y una carpintería teatral muy seria.
Como dice Josep María Pou, es un musical serio, importante.
Sí, sí, muy importante. La música es excelente, está muy bien armada la estructura teatral.
La simbiosis artística con Mario Gas como director parece que es manifiesta y llega un momento, pongamos a partir de ‘El tiempo y los Conway’, para orientarnos, en el tu crecimiento es manifiesto, tu presencia se hace cada vez más importante y eres una suerte de catalizador de las obras. ¿Cómo ves estas circunstancias desde la perspectiva histórica?
Sí, es cierto que a partir de ‘El tiempo y los Conway’, mi colaboración con Mario ha sido, siempre lo fue, muy intensa. Que yo, prácticamente todo lo que sé de teatro lo he aprendido con Mario, siendo dirigida por Mario. de un modo clarísimo. Yo creo que él se entiende muy bien conmigo en el escenario, sabe qué resortes puedo dar o cómo puedo funcionar. Siempre me he puesto al servicio de las obras y lo que él quería y buscaba. Debe de haber un modo común de entender lo que tiene que ser el teatro que ha hecho que en estas colaboraciones haya funcionado esta alquimia y los dos hayamos contado lo mismo, nos hayamos puesto al servicio de lo mismo.
¿Sientes que es a a partir de ahí cuando eres una primera actriz capaz de afrontar cada vez retos mayores?
Probablemente. Si bien es cierto que ya me había planteado desafíos así de importantes, cuando hice la ‘Balada de Calamity Jane’ con Helder Costa fue un salto cualitativo importante, la primera vez que abordé un personaje tan difícil y poliédrico, además de la aventura de un monólogo, y venía de hacer la muda Catalina en ‘Madre Coraje’ de Brecht con la dirección de Lluís Pasqual, que también fue muy importante. Pero tal vez la madurez profesional y personal coincidió un poco en esa época. Pero sí, había hecho anteriormente cosas muy complicadas en el noventa con ‘El jardín de los cerezos’ de Chéjov dirigido por Konrad Zschiedrich…
Vas citando a unos directores fantásticos, todos, de entrada, parece que sean de los que además de exigir, dan.
Sí y yo creo que ahí cogí algunos instrumentos, o me formé de algún modo para que cuando surgió esta colaboración más intensa con Mario todo cuajó, todo se conjugó de un modo muy estupendo y sí creo y siento que a partir de ese momento en colaboraciones más grandes o más pequeñas, pues yo me he formado al lado de Mario, clarísimamente.
¿Con todos los directores te mantienes en la misma predisposición y colaboración o has sufrido algún bloqueo?
Ha habido alguna circunstancia difícil en algún momento, pero siempre he conseguido desatascarlo, o yo o la otra persona. En general, como antes de aceptar un proyecto lo he estudiado y lo hago porque me gusta es estar contando algo, normalmente intento partir de un posicionamiento cercano al director que es el que debe llevar la batuta y conjugar todas las personalidades distintas de los actores y las circunstancias de cada cual. Y en general, me entiendo bien con ellos y si hay dudas o despistes intento hablar y resolver así los conflictos que hubieran.
¿Afrontas los personajes siempre desde el mismo punto de partida técnico, o aplicas motivaciones circunstanciales diferentes para llegar a ellos?
La verdad es que no lo sé. No tengo una técnica, un estilo, una teoría; no tengo parámetros teóricos, digamos. Soy bastante intuitiva, y cuando leo un texto me saltan cosas, el personaje me empieza a decir cosas, el personaje y las cosas que del personaje dicen los otros personajes. Y lo que pide el director, y lo que me aportan los otros actores en los ensayos y así es como voy creciendo o como va creciendo el personaje en mí. Pero no tengo propósitos deliberados, no creo que parta siempre del mismo punto, salvo que el mismo punto soy yo y mi instrumento es mi cuerpo, mi voz y mi mente. Pero cada obra te pide juego distinto, una melodía distinta. Intento sentir lo que me pide el texto, lo que me pide el autor y lo que me pide el personaje para luego conjugarlo con el trabajo diario de los ensayos, ese período tan maravilloso, tan difícil y tan arduo pero que es donde uno más aprende.
¿Vas de adentro a fuera o al revés?
Creo que hago los dos trayectos, porque muchas veces me dedico en el proceso de ensayos a imaginarme lo que será o lo que podría ser o cómo podría hacerlo, y me quedo en imágenes muy externas y lo visualizo un poco y esto es externo, obviamente, pero luego intento ir para dentro. El otro recorrido, también lo hago con el análisis de texto, el trabajo de mesa, en los ensayos en buscar desde dentro. Trabajo en las dos direcciones.
¿Eres obsesiva?
No. En algún momento soy apasionada y muy seria y me dejo asaltar a cualquier hora del día por cualquier inquietud o cuestión que me pueda surgir. No, no soy obsesiva, ni cuando ensayo ni cuando trabajo. Me quito el personaje, entro en él y lo transito de un modo muy serio, pero no estoy reconcomía. No no creo que sea obsesiva.
Viendo tu actual jerarquía escénica, parece que los genes te dejaron una buena herencia, pero que los has trabajado para hacerte una actriz muy completa, ¿cómo te mantienes en forma creativa?
He tenido la suerte de poder trabajar. El ejercicio de la profesión es el mejor método para estar en forma y en ese sentido he tenido mucha suerte. He tenido el privilegio de poder trabajar. No siempre, porque he pasado largas temporadas de paro y desesperación como todo el mundo. En esas temporadas intento leer mucho, ir al teatro, ir al cine, intentar mantener la curiosidad y muy vivo ese calorcillo por el teatro, ver propuestas de otros compañeros, de gente distinta, eso es lo que hago, leer mucho teatro.
¿Tus hijos siguen la saga?
De momento son bastante artistillas, por más decantados a la música, Orestes hace rock, y ya ha compuesto alguna banda para teatro. Y Miranda baila, pero hizo un musical donde se dio una circunstancia curiosa porque actuábamos mi madre, mi hija y yo, haciendo además de mi madre y mi hija en la función y compartíamos una escena pequeña durante poco rato conjuntamente que fue un regalo de la vida, estar en escena con mi madre y mi hija fue realmente muy bonito, pero que muy bonito.
En el cine también puedes presentar una buena hoja de servicio…
Pero más limitada. He hecho mucho menos cine y siempre en personajes mucho más secundarios. Pero estoy muy contenta con mi trayectoria.
¿Es comprable el compromiso actoral y artístico en ambos medios?
Sí, tiene que serlo, al menos por mi parte. Siempre me he tomado la profesión muy en serio tanto en teatro o cine, como en doblaje o televisión. Pero es cierto que en televisión he hecho alguna cosa más ligera o más banal, digamos más alimenticia, pero nada de lo que me tenga que avergonzar. En cine me han llamado para cosas más especiales. El teatro es muy esclavo, entre el tiempo de los ensayos, las representaciones o las giras, no te permite muchas más cosas. O estás en paro y puedes entrar en una película o no siempre puedes hacer lo que quisieras.
No te quejes, ¿hay algo mejor que hacer teatro?
No. No, hay nada mejor. Por eso casi todo lo que hecho es teatro.
¿Qué siente una sirviendo de transmisión de las músicas de Kurt Weill? Empezó como una cosa casi para una noche y llevas diez años con ella.
Nueve años va a hacer este verano. Fue en el Grec de Barcelona donde se inventaron una sección que se llamaba Solos a la que se invitaba a una persona del mundo del espectáculo, o incuso de la política, porque estuvo Alfonso Guerra leyendo poemas, para hacer lo que quisiera. Me lo ofreció el director del Grec y como era el año dos mil y se cumplían cincuenta años del fallecimiento de Kurt Weill y cien de su nacimiento y tenía ganas de pillar unas cuantas canciones pensé en hacer este pequeño recorrido por su vida y salpicarlo con unas canciones. No ilustrándolo, pero sí un poco al socaire de lo que iba contando. Así que nació para un día, para una única noche, y mira, funcionó muy bien, me lo fueron pidiendo y llevo haciéndolo desde entonces. Lo que siento, volviendo a tu pregunta, placer y responsabilidad, me gusta mucho la música de Weill, un autor muy bueno, muy comprometido con su oficio y con el arte, un perfil humano muy paradigmático de ese período tan convulso de la historia como fue la primera mitad del siglo xx.
Te vi ayer muy, pero que muy cómoda cantando, ¿qué diferencias técnicas hay en un personaje de teatro de texto y de musical?
Dentro de que la notas son las que están escritas, la voz puede tener distintos colores y la acompañas de otras cosas, no es únicamente la nota, porque la puedes timbrar en diferentes registros. El mismo fa puede tener un color puro y bonito o desgarrado y roto, Básicamente la diferencia entre el teatro de texto y el cantado es que en éste te tienes que cuidar mucho más. El teatro cantado es una esclavitud y te tienes que cuidar. Eres mucho más frágil y mucho más vulnerable. Lo que por una parte aparentemente te sirve porque ya está dado en la partitura, pero sí tienes que entonarlo y, sobre todo, encontrar ese punto raro en el que pasas de hablar a cantar con soltura y naturalidad, tiene que hacerse con fluidez, que sea ligero, siempre ligero.
De toda tu carrera, ¿con qué etapa de quedas como la más plena en todos los sentidos?
No te lo sabría decir. Vivo muy al día. A veces al echar la vista atrás digo, ¡Dios mío ese período qué convulso fue! ¡Qué terrible, o qué bueno o qué malo! No te sabría decir. Veo momentos, obras, compañeros, giras, gente con la que me he encontrado, con personas con las que he crecido mucho, momentos que he aprendido, personajes grandes o pequeños que me han dado mucho. No puedo quedarme con un momento en concreto.
¿Has pensado alguna vez en dirigir?
Sí. Ya ves que he contestado rápida.
¿Lo vas a hacer?
No lo sé, pero que lo he pensado sí. Y mucho. Y que me apetecería hacerlo, muchísimo. Que lo vaya a hacer no lo sé. Tendría que darse la circunstancia de que encontrara un proyecto lo suficiente manejable por mí, es decir con pocos actores, porque no me voy a meter en un berenjenal demasiado grande, tendría que ser una obra asequible, con un productor loco o venado como para creer en mí y proponérmelo. Pero sí, he pensado en dirigir, sí.
Parece como si toda tu carrera hubiera sido una alfombra coronada de éxitos, ¿tienes recuerdo de algún fracaso?
Nunca lo he interpretado así. Hubo una cosa que fue realmente un fracaso, pero no se llegó a representar porque corté. Había un entendimiento pésimo con la persona que dirigía y ante la perspectiva de un via crucis, corté. Y eso sí lo considero un fracaso, porque no llegué a sintonizar, porque fue realmente una falta de entendimiento personal súbito, brusco, inesperado. Pasó algo que todavía no lo he entendido y que me dejó muy tocada. Pero bueno, ha habido obras en las que he trabajado que han funcionado mejor o peor, pero nunca una sensación de fracaso. Y si ha pasado, tengo una manera de ser que lo he borrado de mi mente.
Hace unos años te vimos al frente de algunas actividades de la OSAAEE, ¿sigues metida en primera línea en la vida sindical?
En primera línea no porque intentamos que haya relevos, gente nueva que tome responsabilidades y además la actividad sindical desgasta mucho. Mucho, muchísimo. A mí me cansa mucho, me ocupa mucho tiempo, muchas reuniones, desgasta mucho y no siempre tengo el tiempo y la disponibilidad suficiente para estar en ello. Pero sí, sí estoy todavía metida en OSAAEE y en actividades sindicales.
¿Cómo está en términos generales la vida profesional para la inmensa mayoría?
Yo creo que muy dura. Muy dura y difícil. A las dificultades habituales y tradicionales de nuestra profesión como son la eventualidad, el olvido si no estás más o menos siempre en ejercicio, los sueldos que no son los que tendrían que ser, hablo en general, a esto se ha añadido una banalización terrible de la profesión que por analogías consecutivas se ha ido degradando en algunos aspectos, en algunos sentidos, mucho. Lo que era el aprendizaje que era una escuela muy buena. El aprendizaje, el meritoriaje. Yo hice el meritoriaje, después de seis meses haciendo de todo, te daban el carnet. Se podía acceder por el meritoriaje, por hijo de actores, que a mí me pareció indigno, o por examen. El aprendizaje que había, el meritoriaje aquel, o estar en compañías independientes te daba una noción muy real. Ahora hay una generación que ha entrado arriba de todo, en papeles en series de televisión, creyendo que siempre iba a ser así, y han intentado pasarse al cine o al teatro con grandes fracasos y descalabros personales, económicos y profesionales. Por una parte hay más trabajo, que es bueno, pero las maneras, características y condiciones no siempre son buenas. Hay mucha desorientación, falta de unión profesional por parte de los actores, mucho individualismo, no hay sensación de profesión como antes sí había. Quizás me esté haciendo mayor, pero creo que había más conciencia de pertenecer a esa clase rara que somos los cómicos. Ahora hay estrellitas, profesionales solventes, gente que hace lo que puede, gente que vale mucho y se ha visto apartada, gente que está trabajando mucho y no vale mucho. Es muy contradictorio y me tiene, de verdad, muy desconcertada.
Parece que ahora algunos actores se mueven en acciones muy mediáticas y con asuntos muy obvios como son las guerras, ¿existe la misma coherencia en el día a día y las cosas menos aparentes?
No lo sé, no sabría decirte, en cualquier caso nunca es despreciable que una cara conocida tenga una postura, porque lo que no creo es que persigan fines de autopromoción y estoy convencida de que cuando salen a la calle lo hacen con indignación de ciudadanos y además si su voz o su cara puede llamar la atención sobre algo eso no quiere decir que tengas que comulgar con ruedas de molino y la ciudadanía tendrá su opinión. Del mismo modo que algunos ven esto como un posible oportunismo, hay otros que lo agradecen mucho. No creo que sea malo. No sé hasta qué punto su implicación social es una u otra. No necesariamente tiene que estar en los sindicatos, hay gente en oenegés.
¿Qué pinta el teatro en este mundo tan agitado y desorientado?
No lo sé. ¿Qué pinta? Es una situación un tanto paradójica, a parte de que el teatro es una cosa muy extraña, porque son unos señores que cuentan muy bien unas mentiras, y otros que sabiendo que les están contando unas mentiras se las creen y llegan a emocionarse o a reírse o a lo que sea y todos saben que aquello no es verdad pero llega a coger categoría de verdad. Pues este fenómeno que lleva sucediendo desde hace miles de años curiosamente ha llegado hasta nuestros días y lo curioso es que pueda tener todavía predicamento y que haya señores que lo quieran hacer y otros que lo quieran ver. ¿Qué pinta? Para mí es una forma de filosofía casera. Igual que hay abuelas que te dicen un refrán y con el tiempo compruebas que se trata de una gran verdad o que guisan una cosa de un modo muy concreto y que luegos descubres que es muy nutritivo. Pues el teatro sería una forma de guisar el pensamiento humano y servirlo a unos comensales en la oscuridad o no, mediante la inmediatez de la palabra, del sentimiento. Es algo muy raro. Hoy que todo son tecnologías, es cuando pienso que no puede desaparecer y que es más necesario que nunca porque lo que transmita el ser humano cada vez nos hace más falta. El valor de lo cierto, de lo natural, de lo inmediato es enorme, como una hogaza de pan. Se podrá hacer una píldora con el valor nutritivo exacto de un kilo de pan y el sabor del reflujo gástrico, pero donde esté una hogaza de pan de verdad hecha en horno de leña que se quite el resto. El teatro es algo que te despierta los sentidos, una identificación con algo que te descubre otro país, otra época. Como un pan que lo comes y te nutre y deja algo, porque también hay teatro de calorías vacías. El teatro deja un poso y lo recuerdas siempre.